Comentario al Evangelio del 27º Domingo del Tiempo Ordinario Ojea: “Madre, regálanos el amor para que podamos caminar juntos con esperanza”

“Qué corazón el de María de poder aceptar como Madre y hacer un lugar a cada uno en su corazón a aquellos que causamos la muerte de Jesús”
“Es la imagen de la inocencia que el pueblo necesita tocar con una conciencia grande de que estamos mal, con una conciencia grande de que estamos viviendo un tiempo tremendamente violento, duro, difícil, donde no se puede pensar, no se puede dialogar, solo queda aniquilar al otro”
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
En el vigésimo séptimo domingo del Tiempo Ordinario, el obispo emérito de San Isidro, Mons. Oscar Ojea, inició su reflexión recordando el lema de la peregrinación de la Iglesia argentina al Santuario de Luján: “Madre danos amor para caminar con esperanza”, destacando a los “tantísimos jóvenes que poblarán el santuario este fin de semana”.

María es la Madre de todos los hombres
Ojea citó el evangelio de San Juan cuando Jesús nos entrega a su Madre: “Viendo a su Madre y cerca de ella el discípulo al que Jesús amaba. Jesús le dijo, ´Mujer, aquí tienes a tu hijo´. Y luego dijo al discípulo, ´Aquí tienes a tu Madre´. Desde ese día el discípulo la recibió como suya”. En palabras del obispo argentino, “desde ese día, María es la Madre de todos los hombres, pero en un parto doloroso, porque María se convierte en mamá, en Madre de todos aquellos que causamos la muerte de Jesús. María se convierte en Madre de los apóstoles que lo abandonan, en la Madre de Pedro que lo niega, en la Madre de Judas que lo traiciona, en la Madre de los soldados que se burlan de Jesús, en los que lo escupen. Qué corazón el de María de poder aceptar como Madre y hacer un lugar a cada uno en su corazón a aquellos que causamos la muerte de Jesús”.
El obispo insistió en que “Jesús nos la quiere entregar, entrega todo. Después de esa entrega, el Evangelio va a decir, viendo Jesús que todo estaba cumplido; todo se cumple cuando entrega la Madre. Jesús nos entrega a su Padre, es nuestro Padre, lo comparte con nosotros, nos entrega su Espíritu, que es lo más profundo de su intimidad. Lo va a hacer en la Cruz cuando brota de su corazón sangre y agua, nos entrega su propia persona en su cuerpo y en su sangre que comemos en la Eucaristía, no le queda nada sin entregar y nos entrega a su Madre que se convierte en Madre nuestra”.
La Inmaculada Concepción, una devoción latinoamericana
Según Ojea, “nosotros de un modo especial, los latinoamericanos veneramos estas imágenes de la Inmaculada Concepción que son la Virgen de Luján acá, Nuestra Señora de Aparecida en Brasil: Caacupé en Paraguay; las imágenes del norte argentino, el Valle, el Milagro, todas son imágenes de la Inmaculada Concepción. Es la imagen de la inocencia que el pueblo necesita tocar con una conciencia grande de que estamos mal, con una conciencia grande de que estamos viviendo un tiempo tremendamente violento, duro, difícil, donde no se puede pensar, no se puede dialogar, solo queda aniquilar al otro; nos acercamos a esa inocencia que es la que no sabe lo que es pecar, la que no sabe lo que es no amar, porque el Señor la ha preservado de todo pecado para poder recibirla y convertirse en tienda para que él no llegara a este mundo”.
Finalmente dijo: “Madre, necesitamos de la esperanza. Regálanos el amor para que podamos caminar juntos con esperanza. No podemos vivir sin esa lucecita que vos das a cada rato, sabiendo que estás comprometida con nosotros, que nuestros nombres están escritos en tu corazón porque sos Madre que nos devolves la dignidad por tu inocencia, la dignidad suprema de ser hijos de Dios y hermanos”. Para ello pidió “que la Virgen nos proteja y nos cuide a todos”.
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