Comentario al Evangelio del 20º Domingo del Tiempo Ordinario Ojea: “Hemos llegado a anestesiarnos frente a lesiones enormes a la dignidad de la persona humana”

“Ese espíritu se apodera de nosotros, se puede decir así, en el bautismo y enseguida nos lleva a defender los valores del Evangelio y a luchar por los valores del Evangelio”
“El Evangelio nos enseñó que todos somos hijos de Dios y esto en algunos lugares puede ser contracultural”
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
En el vigésimo domingo del Tiempo Ordinario, el obispo emérito de San Isidro, Oscar Ojea, ha iniciado su comentario al evangelio recordando las palabras del Papa Francisco en Evangelii gaudium, donde decía que “la misión es una pasión por Jesús, pero también una pasión por el pueblo”. Para el obispo argentino, “por la dignidad del pueblo, por esa dignidad que nos hace hijos de Dios”. Algo que ha dicho que “se refiere claramente el primer versículo del evangelio que leemos este domingo: Yo he venido a traer fuego sobre la tierra y cómo desearía que ya estuviera ardiendo”.

Luchar por los valores del Evangelio
Para Ojea, “ese fuego representa el amor y el amor es el Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo que Jesús nos envía atravesando por su Pascua, por su bautismo, por ese bautismo que él quiere recibir, que significa hundirse, sumergirse en la muerte para resurgir a la vida”. Según el obispo, “Jesús nos regala el Espíritu Santo, que es el amor de Dios. Ese espíritu se apodera de nosotros, se puede decir así, en el bautismo y enseguida nos lleva a defender los valores del Evangelio y a luchar por los valores del Evangelio”.
Por eso dice, recordó Ojea, citando el texto evangélico: “No vine a traer la paz sobre la tierra, sino la batalla, el combate espiritual”. En su opinión, “el Evangelio supone que, dentro de nosotros mismos, dentro de nuestro corazón, se realice un verdadero combate entre el espíritu del bien y el espíritu del mal, entre el Espíritu Santo y el espíritu del maligno. Entonces, allí es el primer campo donde se da la lucha, pero también se da una lucha cultural como la dio el cristianismo en los primeros tiempos. Cómo insertarse dentro de esa cultura predicando el Evangelio y al mismo tiempo decir y defender cosas que son contraculturales”.
El obispo argentino recordó que “el otro día, por ejemplo, nos enteramos de la noticia que el presidente de un país dispone las fuerzas de seguridad para retirar a toda la gente marginal que existe en las grandes ciudades, como se dan situaciones de gran marginalidad. Este presidente proponía para embellecer el paisaje, sacar a aquellas personas que estaban en situación de calle de la ciudad con el ejército”. Ojea llamó a imaginarse “por las situaciones que habrán vivido y que viven estas personas y que, sin duda alguna por las cuales tenemos que trabajar, el atropello que supone para su dignidad el sacarlas con las fuerzas de seguridad, como si no fueran personas”. Algo que le llevó a decir que “el Evangelio nos enseñó que todos somos hijos de Dios y esto en algunos lugares puede ser contracultural”.
Luchar por los valores de Jesucristo
“Hemos llegado a anestesiarnos frente a lesiones enormes a la dignidad de la persona humana. Hemos llegado a una indiferencia importante y el fuego, ese fuego que hace vibrar y que nos lleva a luchar por aquellos valores que el Evangelio nos propone y por los que nos propone entregar la vida. Y en esto sí que hay lucha, hay división, pero esto da una paz única, que es la paz que da el Espíritu. Si luchamos por aquellos valores que son los que nos trae, nos ha traído Jesucristo, entonces nos viene como regalo una gran paz”, comentó el obispo.
Finalmente, pidió “que el Señor nos conceda poder defender con la vida aquellos valores, que a veces son contraculturales, que nos enseña el Evangelio, que nos como la promoción misma de la vida, de la vida humana, que nos enseñe a defenderlo siempre, porque ese es el precio de esa paz interior a través de la cual llevamos a los hermanos la alegría del Evangelio”.