¡Estáte Señor conmigo!

Al inicio de cada día, sé que Alguien me espera y voy al encuentro. Entrar a la capilla, ponerse ante el Señor, en la sencillez de lo que una es y va siendo con su gracia. Dando gracias por el nuevo día y encomendando lo que una va a vivir, realizar, ofrecer con la propia vida y tanto como recibimos de las personas que llenarán y marcarán la jornada, es el reto de cada amanecer, vivido en comunidad. En el silencio que embarga la luz de un nuevo día, una no está sola, una mirada me hace ver que no soy la única a quien esperan. La comunidad estrecha sus lazos y se alimenta en la oración personal y comunitaria, vivida en Iglesia.

Hay un tú a Tú con el Señor en la oración, una búsqueda constante desde la propia historia personal y tantas historias que son puestas ante el Señor. Muchas son las vivencias espirituales tanto personales como comunitarias, muchas las formas de rezar, de vivir la oración. En un himno de la oración matutina de laudes nos dice: “Estáte, Señor, conmigo… Llévame en tu compañía, donde tú vayas, Jesús, porque bien sé que eres tú la vida del alma mía; si tú vida no me das, yo sé que vivir no puedo, ni si yo sin ti me quedo, ni si tú sin mí te vas”. ¿Cursi, romántico…? ¡Sed de Dios!

Vivencia de fe, de encuentro cotidiano desde el Amor. Cuando estoy ante el sagrario, no caliento el banco, sé que incluso en la sequedad de algunos momentos, Alguien me sigue esperando. En la alegría de muchos gozos compartidos, deseo su presencia constante en mi vida, que la siga guiando, acompañando, transformando, iluminando y decirle una vez mas, ¡Estáte, Señor, conmigo!. Un conmigo que llena para dar. Sí, el Señor nos espera siempre y nos acoge al acercarnos a Él, ¡Id a su encuentro!.Texto: Hna. Ana Isabel Pérez. Foto: Sor Gemma Morató.
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