Pablo VI y la Populorum Progressio

Sus viajes por diversos continentes, antes de ser Papa y siéndolo, donde la pobreza extrema contrastaba con riquezas insultantes, calaron hondo en su corazón. Esto motivó que el 26 de marzo de 1967 publicara la encíclica “Populorum Progressio”. Ya la Constitución “Gaudium et Spes” del Concilio Vaticano II, señalaba en su texto inicial: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.” El papa Montini, que había trabajado con tanto ardor todos los documentos del Concilio, y el haber escuchado a los obispos de tantas zonas desprovistas de lo necesario no le podían dejar indiferente.
Inicia la encíclica con estas palabras: “El desarrollo de los pueblos y muy especialmente el de aquellos que se esfuerzan por escapar del hambre, de la miseria, de las enfermedades endémicas, de la ignorancia; que buscan una más amplia participación en los frutos de la civilización, una valoración más activa de sus cualidades humanas; que se orientan con decisión hacia el pleno desarrollo, es observado por la Iglesia con atención.” Lástima que lo que la Iglesia observa con atención no fue, ni es, observado con interés y deseo de poner remedio por los responsables del desarrollo de los pueblos.
Lamentablemente fue un documento que no levantó grandes expectativas. Pero el beato Pablo VI continuó con ahínco su deseo de que todos los cristianos viviéramos con sencillez. Él mismo lo demostró con gestos significativos, se desprendió de la tiara y especialmente con su testamento donde dejó escrito que deseaba un funeral piadoso y simple y ser enterrado en tierra verdadera. Texto: Hna. Maria Nuria Gaza.