El Señor nos guarda

Peregrinar
El salmo 120 es un salmo de peregrinación, de subida hacia Jerusalén. El camino hacia la Ciudad Santa estaba llena de dificultades. De ahí que el salmista inicie su canto con estas palabras: “Levanto mis ojos a los montes: ¿De donde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra” (v 1-2). Los montes eran, en aquel entonces, morada preferida por Dios. El peregrino contemplaba un panorama de montes y colinas en su ascensión a Jerusalén que le evocaban el lugar donde Dios residía.

Para darse ánimo en su caminar, no exento de piedras y contratiempos, canta que el Señor no permitirá que resbale su pie porque su guardián no duerme ni reposa (Cf v 3-4). El Señor tiene los ojos fijos en sus fieles en los que caminan hacia su santuario. Y continua: “El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño" (v 5-6). Encontrar un árbol en el camino en lugares desérticos cuando el sol aprieta es una bendición.

En este salmo relativamente corto, la palabra guardar y guardián se repite constantemente. Y es que el Señor es nuestro gran Guardián, el custodio de nuestras almas. Cuando todo a nuestro alrededor se hunde, él está ahí, es el único que no falla. Esto es importante tenerlo presente porque nuestra vida humana y espiritual está también sembrada de dificultades y en momentos el sufrimiento es tan grande que nos hace exclamar: “Ya no puedo más”. En estos momentos este salmo lleno de fe nos puede ayudar.

No olvidemos que nosotros debemos ser también guardianes de la creación y de nuestros semejantes. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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