El hombre de barro

Pies de barro
Después de su Resurrección, los evangelios recogen varias de las apariciones de Jesús a sus discípulos, y les promete que serán llenos del Espíritu Santo, Espíritu de Dios que les comunicará toda su luz y su fuerza.

Y es que el hombre, sin el Espíritu de Dios es solamente barro, un ser que carece de la verdadera vida, sin posibilidad de existir más allá del simple barro. ¿Cómo pueda amar un corazón de barro?, ¿cómo pueden ver unos ojos de barro? ¿pueden caminar sin romperse unos pies de barro? ¿puede caber la esperanza en un hombre de barro?.

El hombre que reconoce haber recibido el “aliento” de Dios, cambia el pobre y frágil barro por la fortaleza del espíritu, por la gracia de la fe, una fe que le ayudará a reconocer su propia debilidad y a la vez la fuerza espiritual recibida de Dios.

El hombre de fe puede caminar hacia Dios y dejando atrás sus frágiles pies de barro y para hacerse fuerte en el Espíritu, avanzando con paso seguro por el camino de la vida. El hombre cuyo corazón se deja transformar por el propio amor de Dios, amar de verdad dejando cada vez más lejos su corazón de barro y con él su egoísmo, sintiéndose guiado por el Espíritu que le conduce hacia Dios y hacia los demás.

El hombre que ve con la luz de Dios, abandona su limitada visión obtenida con sus ojos de barro para descubrir en cada cosa y en cada instante una nueva manifestación de la salvación que nos trae el Resucitado. Si un hombre de barro no puede esperar, un hombre de fe transformado por el Espíritu Dios puede esperar con confianza hasta alcanzar la plenitud de Cristo. Texto: Hna. Carmen Solé.
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