Cada lágrima enseña una verdad

Una de las acepciones que aparecen en el diccionario sobre la palabra verdad es: “Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa”. Podrían ser muchos los significados, por supuesto, pero creo que éste que acabamos de leer, en muchas ocasiones nos puede cuestionar. Vivimos en el mundo de la imagen y es muy sencillo caer en el huir de la sinceridad, ya que nos interesa más dar la imagen que no somos que la que realmente es la nuestra. Pero… ¿yo soy así realmente? ¿se corresponde mi hacer con lo que de verdad pienso? Tal vez sea un caballo de batalla, pero éste, precisamente, hemos de pelearlo.

Dicen que quien más te quiere te hará llorar, y ¡claro!, eso pasa porque nos duele, porque la persona cercana nos importa y porque la queremos. Pero estos momentos son los que, a la vez, nos hacen crecer no sólo en conocimientos sino en experiencia, en la vida. Platón afirmaba que “cada lágrima enseña a los mortales una verdad”.

Pienso que no hemos de escondernos del dolor, de lo que nos hace sufrir, porque es lo que nos muestra el camino, es más, creo que nos lleva a conocernos más a nosotros mismos. Cada lágrima que derramamos tiene un sentido profundo, no sólo de tristeza o alegría sino de Amor. Jesús dice en el evangelio “Yo soy la Verdad, el Camino y la Vida”, ¿quién puede amar más que Aquel que dio su vida por cada uno de nosotros?.

Pienso que es fácil gastar fuerzas en buscar y buscar una explicación que no está demasiado lejos, porque a veces, lo que creemos más distanciado en realidad está más cerca de lo que pensamos. Eso decía San Agustín al afirmar que “no vayas mirando fuera de ti, entra en ti mismo, porque la verdad habita en el interior del hombre”.Texto: Hna. Conchi García.
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