La paz, una conquista

En estos días se entrecruzan muchos deseos de paz. Para el primero de enero, Pablo VI, estableció en la Iglesia el día mundial por la paz. Esta paz que cada día vemos amenazada por doquier. Esta paz que deseamos tan ardientemente y que nunca logramos ver establecida, que siempre vemos truncada, que en tantos puntos de nuestro planeta está amenazada, destruida, pisoteada tanto en el campo político con en el social, porque la paz es un don que el mundo no puede dar.

Se llega a la paz por gracia de Dios y con nuestro trabajo personal. Por ello hay que pedir a Dios Padre nos conceda el don de la paz: “El Señor se fije en ti y te conceda la paz” reza el libro de los Números 6, 26. Así pues, la paz es algo que tenemos que conquistar en nuestro interior y entonces será más fácil establecerla en el mundo y contribuir a conservarla.

Jesús a quien aclamamos con el adjetivo de Príncipe de la paz es quien nos ayudará en esta conquista, nada fácil humanamente. Para convencernos de esta dificultad, sólo hay que entrar en nuestro interior y nos daremos cuenta de que no todo está en paz en nuestro corazón, que se alzan fuerzas negativas en son de guerra. El que dijo: “Mi paz os dejo mi paz os doy” (Jn. 14,27) nos dará la fuerza para que poco a poco se apaguen las luchas intestinas de nuestro ser y podamos oír la bienaventuranza: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque se llamarán los hijos de Dios” (Mt. 5, 9).

En el día primero del año en el cual invocamos también a María como Madre de Dios, confiemos que por su intercesión, los hombres comprendamos que todo se pierde con la guerra y todo se gana con la paz. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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