Ser santo

Cuando es la fiesta de un santo, el libro del Oficio de Lecturas nos presenta a grandes rasgos alguna característica de su biografía, y casi siempre algún rasgo de su vida me llama la atención, como si fuera nuevo, aunque sea conocido y sabido de sobras. Esto me ocurrió un día al releer la biografía de San Ignacio de Loyola.

Hoy es fácil saber que cuando estaba convaleciente de una herida, le dieron para leer libros de santos y una vida de Cristo, en lugar de sus lecturas habituales: los libros de caballerías novelas de moda o best seller de hoy. No debió resultar fácil cambiarle sus costumbres a este hombre de guerra y cortesano, que tenia un carácter vivo. Pero aquí también Dios se sirve de lo impensable para llevarle a la conversión, al cambio de vida que no fue radical, sino que pasó por altibajos antes de dar el definitivo paso.

Nada sabemos quien o quienes fueron los encargados de brindarle lecturas diferentes a las solicitadas, ni cómo les recibió Ignacio con este tipo de libros que él nunca había apreciado, pero en todo caso fueron instrumentos de Dios para llevarle a la santidad. Y es que ser santo no es cuestión de uno solo en su relación con Dios, sino que cada uno desde nuestra vida por más sencilla que sea, podemos ser instrumentos de Dios para que los demás le descubran y a la vez Dios pone cerca de cada uno sus instrumentos para llevarnos por el camino de la reflexión y al fin, por la oración, a la santidad. Texto: Hna. Carmen Solé.
Volver arriba