Una vida nueva

El evangelio de San Juan narra como poco tiempo antes de la celebración de la Pascua, Jesús estuvo en Betania, en casa de Marta y María porque Lázaro su hermano había muerto.
Es un fragmento evangélico lleno de detalles que muchas veces hemos escuchado y contemplado. Siempre algún aspecto se nos presenta como novedoso, como si nunca hubiésemos sido capaces de captar toda su hondura y todo su mensaje. Aquí también el evangelista deja muchos elementos sin explicar, se narra la gran acción de Cristo, el milagro de devolver vivo a su familia el amigo Lázaro, pero quedan iniciados muchos temas que el evangelista deja sin concluir.
En una homilía escuché al sacerdote apuntar uno de esos detalles que luego no han dejado de llamarme la atención. Jesús profundamente emocionado, nos dice el evangelista, alza los ojos al cielo y pide al Padre que atienda su oración a favor del amigo muerto. Jesús llama a Lázaro y este deja el lugar donde había sido puesto para volver a la vida. Jesús dice a los presentes que le quiten las vendas y el sudario que cubría su rostro.
Jesús obró el milagro, pero fue necesaria la colaboración de otros para que la vuelta a la vida fuera realidad, para que se dieran cuenta de que era verdad y no una imaginación de todos. ¿Quién fue capaz de acercarse el primero al que habían enterrado para quitarle las vendas?, ¿cuál fue el rostro que se aproximó a Lázaro para que de nuevo viera la luz de este mundo?
En estos días de Pascua, le pido al Señor que nos empuje a actuar, cada uno desde nuestro lugar y desde nuestra fe, para ayudar a los que tenemos cerca a liberarse de sus vendas de muerte y así podamos todos con Cristo resucitado emprender una vida nueva. Texto: Hna. Carmen Solé.