Memoria histórica. Un Cristo fusilado

El pasado jueves, 12 de abril, el semanario religioso Alfa y Omega publicaba un artículo presidido por la fotografía de este Cristo sin manos, como Victor Jara, sin nariz, tatuado con las siglas FAI, fusilado con odio en Toledo (iglesia del Convento de la Concepción) en la gloriosa época de la II República española. Pensaréis: "Siempre será mejor desahogarse quemando santos de escayola, o Cristos o Vírgenes de talla que disparar contra personas de carne y hueso". Lo grave es que se hicieron las dos cosas: se incendiaron por completo, a lo largo de la contienda fratricida, 800 templos en Valencia, 354 en Oviedo, 40 en Barcelona, 30 en Madrid... Y, además, se asesinaron 13 Obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosos varones... También se dio el paseo (pasión y muerte) a 283 religiosas...

Me ha estremecido el relato que firma Manuel Gullón en dicha revista sobre un suceso ocurrido en Pola de Somiedo (Asturias), iniciada la guerra civil. Son protagonistas tres muchachas cristianas, Pilar Gullón, Octavia Iglesias y Olga Pérez-Monteserín, militantes de Acción Católica y de la asociación parroquial de Hijas de María de Astorga, y colaboradoras en distintas actividades pastorales y sociales. Tenían 25, 41 y 23 años, respectivamente.

"Al estallar la Guerra Civil en 1936, como enfermeras de la Cruz Roja Española, se ofrecieron voluntarias para atender a los heridos en el frente militar. El 27 de octubre de 1936, cuando prestaban servicios en el hospital de sangre de Pola de Somiedo, en Asturias, fueron apresadas en un golpe realizado por las milicias marxistas a ese puesto. El jefe del grupo coaccionó a las tres prisioneras para renegar de los principios de Dios y de la fe, dando las tres respuesta contundente de fidelidad a Dios…

Las encerraron en una casa del pueblo y, durante toda la noche, los milicianos abusaron de ellas. Con el fin de que la gente de Pola de Somiedo no escuchara los gritos, se ordenó que un carro de bueyes diera toda la noche vueltas a la casa. A la mañana siguiente, volvieron a presionarlas sin obtener resultado. En vista de ello, las condujeron a un prado cercano en donde, una vez despojadas de todas sus ropas, fueron fusiladas por milicianas. Pilar Gullón, que no murió al instante, se levantó gritando Viva Cristo Rey, momento en el que la dieron el tiro de gracia. Era el mediodía del 28 de octubre de 1936. Sus restos mortales fueron dejados sin sepultar hasta la medianoche, cuando las enterraron en una fosa común con otros dos soldados asesinados momentos antes."


Al comienzo de la guerra civil mi padre pudo salvar a veinte religiosas madrileñas, carne de cañón hacia Paracuellos. Refiero la historia aquí. Y algunas anécdotas de mi progenitor en cárceles republicanas, pulsando aquí.

El odio visceral hacia Dios y la religión como símbolos a exterminar, se manifiesta con lírica expresividad en versos de Rafael Alberti escritos con anterioridad a la guerra civil, pero anticipándola rabiosamente ("El poeta en la calle", 1931-1935):

LA LUCHA POR LA TIERRA

Nos dirigíamos a Dios,
le suplicábamos a voces
porque le suponíamos más arriba de los tejados y los
palomares,
más allá de la espalda de la última estrella.
Nos habían repetido hasta paralizamos que él era el único
creador de todo,
tanto del piojo que se alimenta y cría en la cabeza del pobre
como del estómago pesado que hace congestionar la siesta
de los ricos.
Él regía los partos de las vacas,
retiraba la sangre de nuestras mujeres para luego rendir
a nuestros hijos,
consumirlos matándolos.
Y como cualquier propietario o explotador de hombres,
exigía además que le llamásemos Señor.
Esto nos enseñaron desde niño los curas,
el arzobispo en su visita pastoral
y los dueños del campo que labramos hasta que nos derriba.
Éramos más que bestias.

Pero ahora, Señor, una hoz te ha segado la cabeza
y un martillo de un golpe ha derribado tu trono para
siempre.
Es una estrella roja la que incendia los escombros podridos
de tu cielo.
Ahora trabajamos,
ahora nos consumimos hasta ser reprimida nuestra sangre
contra la tierra que nos pertenece,
ahora combatimos diariamente no por esa patria lejana, ese salario invisible que es la promesa de tu gloria
o esos tormentos con que nos amenazas como aliado de
los terratenientes.
No es en ti,
no es en aquellos que se venden y negocian contigo
en quienes pensamos cuando de sol a sol las horas y el
cansancio nos refuerzan el odio.
Esa patria lejana no entierra sus cimientos en las nubes, la pisamos,
la reconocen nuestros pies,
espera y grita bajo ellos:
LA TIERRA.


Todos tenemos derecho a mirar hacia atrás sin ira, y

levantar, sólo un poquito, el doloroso velo de nuestra personal MEMORIA HISTÓRICA. Pero, por favor, que sea la de las dos Españas de entonces. ¿Dónde están ahora esas dos Españas? Yo creo que ya desaparecieron sus protagonistas, que ya hemos vivido una ejemplar reconciliación nacional. ¿Entonces...?
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