Otoño 3. NOS DEJA FRUTOS

José Hierro, ya en su primer poemario "Tierra sin nosotros" (1947), fascinado por el Otoño, su mágica luz y sus dorados frutos, lo personifica en un ser misterioso que se acerca al visionario y le regala ternura y fresca fruta:
CABALLERO DE OTOÑO
Viene, se sienta entre nosotros,
y nadie sabe quién será,
ni por qué cuando dice nubes
nos llenamos de eternidad.
Nos habla con palabras graves
y se desprenden al hablar
de su cabeza secas hojas
que en el viento vienen y van.
Jugamos con su barba fría.
Nos deja frutos. Torna a andar
con pasos lentos y seguros
como si no tuviera edad.
Él se despide. ¡Adiós! Nosotros
sentimos ganas de llorar.

LA TARDE ES UNA ROSA

Romántico humanista, Leopoldo de Luis regresa aquí de nuevo a los eternos temas del atardecer y el otoño. Estos hermosos versos los publicó ya en 1948, en su poemario "Huesped de un tiempo sombrío". Cuatro años después dará nombre a otro libro de sentimiento: "Elegía en otoño".
La tarde es una rosa, un frío beso. Pero queda el corazón cautivo del árbol del Otoño, cuando se sueña despierto, se enciende la memoria y se relame el corazón libando mieles de pasadas estaciones.
La tarde es una rosa. Una rosa fría. Se abren los ojos al infinito más allá del horizonte...

POEMA PARA OCTUBRE
La tarde es una rosa vagamente
en la rama desnuda del ocaso.
Una rosa ceniza, como un frío
beso crecido en unos muertos labios.
Leve sombra desliza
su palidez de hielo entre mis manos.
Las pupilas alargan sus miradas
como cautivos pájaros.
Octubre otra vez fruto
de este paisaje, este árbol
donde día tras día oscuramente
mi pobre corazón se va quedando.
Vivir es reencontrarse
en todo lo lejano,
ser otra vez aliento en el paisaje
que fue otra vez soñado.
Vivir es ser corteza de este roble
que en hielo y sol el tiempo va quemando.
El llar de la memoria
se enciende, se ilumina, y a su amparo
el corazón revive,
remoza primaveras, abril, mayo...
La tarde es una rosa vagamente
en la rama desnuda del ocaso.

Borracho de ensoñación y nostalgia, abandona su cuerpo al mosto del Otoño, danza el corazón dorados vuelos...
A la piadosa luz de Octubre vuelvo
y entre la tibia cuenca de mis manos
como un niño dormido
mi corazón levanto.
Vivir es retornar a cada Octubre
para sentirse el corazón dorado.
La tarde es una rosa vagamente
ceniza.
Octubre es fruto
otra vez en el árbol.

OTORGA A LO QUE VIVE SU PLENITUD DE FRUTO

Octubre de hojas muertas. Y un sol mágico que da últimos toques de madurez a la flor que se hizo fruta. Desde el júbilo, el poeta percibe el carrusel dorado de los sentidos: la vista (desnudo, oscuro), el oído (flauta, susurros), sabores (panal de la dulzura), tacto (reino del ritmo puro)...
Luz de Paraíso, desnudez original... "Criaturas del gozo / que llegan de otro mundo"... ¿Seres de luz, pájaros, hombres? (Recordemos el poema inicial "Caballero de Otoño".) José Hierro, en "Cuaderno de Nueva York" (1998) nos ofrece su peculiar vivencia del Otoño. Pero lo comprenderemos mejor si leemos los versos finales de "Después de la lluvia de otoño", del poemario "Alegría": "He sentido el rozar de unos pies a mi lado. / Tenía la frente perdida en las nubes más altas. / "Hermosa la tierra", me ha dicho. Y ha vuelto al misterio. / Yo me he puesto a llorar de hermosura, pegada la boca a la tierra mojada."

EL SOL DE OCTUBRE CIÑE...
EL SOL DE OCTUBRE ciñe
al paisaje maduro.
Otorga a lo que vive
su plenitud de fruto.
El aire se hace de oro,
se enjoya de susurros,
panal de los dulzores,
reino del ritmo puro,
melodía de flauta
que derrumba lo oscuro,
entra por la ventana,
dibuja desde el júbilo
seres con sosegada
vocación de desnudo,
criaturas del gozo
que llegan de otro mundo.
