Tengo entre las manos una bellísima lámina de Fortuny, creación de madurez a pocas fechas de su prematura muerte. Un anciano ofrece a la caricia del sol su frágil cuerpo desnudo. Cierra los ojos y entrega su ser a los cálidos besos de la encendida luz. Recuerdo la sonrisa de felicidad de mi octogenaria madre cuando, sentada frente al sol, abría los brazos y se dejaba flotar por el aire dorado de la tarde.
Parece que hoy España arde por encima de los 40º a la sombra. Se dispara el consumo de energía para refrescar nuestros hogares. Y se llenan las playas de bañistas tostándose como galápagos. Un sol de vida va tatuando la piel de sus entregados amigos.
No me resisto a presentaros el poema de Vicente Aleixandre “
El viejo y el sol”, de Historias del corazón, su gran libro. Os invito a leerlo completo y con los cascos encendidos. No hace daño asomarse de vez en cuando a la mejor poesía y saborear versos de premios nóbel:
…Y yo veía el poderoso sol lentamente morderle con mucho amor y adormirle
para así poco a poco tomarle, para así poquito a poco disolverle en su luz,
como una madre que a su hijo suavísimamente en su seno lo reinstalase…