Bienaventuranzas en tiempos de pandemia, Carta Pastoral conjunta Los obispos de Navarra y País Vasco ofrecen las claves para afrontar la pandemia y dar una respuesta cristiana.

Los obispos de Navarra y País Vasco ofrecen las claves para afrontar la pandemia y dar una respuesta cristiana.
Los obispos de Navarra y País Vasco ofrecen las claves para afrontar la pandemia y dar una respuesta cristiana.

Tener como referencia a un  Dios que nos ama y no es responsable de los males de este mundo.

Pensar en el prójimo, en el que sufre, el que se sacrifica, el que se entrega

Poner en valor a la comunidad y su entorno; a la básica, que es la familia, a la parroquia, a los colectivos, a las naciones, a la comunidad internacional; y la armonía con el Planeta

Tras invitar a una lectura reposada e integra de la carta pastoral conjunta, me atrevo a ofrecer un primer y rápido repaso y comentario personal.

La primera parte de la carta pivota sobre dos afirmaciones tajantes: 

“Dios no es el responsable del dolor ni de la muerte, ni de los males de este mundo.”

“Dios nos creó para amar, ser amados y ser felices.”

No es nuevo esto de acusar a Dios de nuestros males, de hecho es más fácil que culparnos a nosotros mismos. Psicológicamente es un mecanismo de defensa, pero también por otro lado pareciera que la Iglesia no hemos sido capaces de convencer de ese Dios Amor ni de Su exculpación de los males de este mundo. 

En la segunda parte destacan los términos sufrimiento y sacrificio. Es posible “generar vida asumiendo el sacrificio”. “El sufrimiento con sentido se llama sacrificio”. 

A pesar de que en la sociedad de hoy predicar el sacrificio resulte aparentemente predicar en el desierto, la pandemia nos ha devuelto la palabra “sacrificio”, y el sentido del mismo de “hasta dar la vida”. Y los obispos se hacen eco del testimonio que han dado sanitarios (como paradigma) y millones de trabajadores de otros sectores que han estado “al pie del cañón” (como suele decirse). Quizá, el trabajo, de todas estas personas, algunas de ellas que han expuesto literalmente su vida, nos ayuden a recuperar el valor de la palabra sacrificio. Y de ahí estamos a un paso más cerca de entender, quizá, el Sacrificio de Cristo. 

Del tercer punto creo que los obispos salen al paso de de la importancia de contar con Dios en nuestra vida, de encontrar en Dios la razón de toda esperanza. Toda la carta está escrita en clave pascual, con la mirada puesta en el Resucitado y en la Resurrección. 

En el cuarto punto cada una de las bienaventuranzas da pie a los obispos para abordar temas diversos: 

el sentido y la importancia de potenciar la comunidad, desde la pequeña y básica comunidad que es la familia, pasando por la sociedad, las instituciones, los pueblos y las naciones. 

En otro apartado se hace una llamada específica a la Unión Europea “casa común de colaboración generosa, leal y constructiva”

No les pasa desapercibida la reacción de la Naturaleza en estas semanas y retoman el mensaje que la Iglesia ha dado de la mano del Papa Francisco en la Laudato Si. Recuerdan esa llamada a una ecología integral, de la que se habló en el reciente Sínodo de la Amazonía, y que conlleva necesariamente una opción preferencial por los pobres. 

De bien nacidos es ser agradecidos, y en varios párrafos se aprovecha la ocasión de agradecer la labor de los científicos, de los sanitarios, de los diversos colectivos que han demostrado cuán importante es su trabajo  para el bien de todos, también agradecen el trabajo de “sacerdotes, diáconos, capellanes de hospitales, consagrados, comunidades parroquiales, agentes de pastoral y a los equipos de pastoral de la salud la ayuda que han proporcionado a los enfermos y moribundos, y la cercanía y consuelo que han dispensado a sus familiares y amigos.”

El acompañamiento del duelo será, durante mucho tiempo, una de las grandes labores a la que la Iglesia tendrá que dedicar sus recursos. 

Ese funeral conjunto que se barajó inicialmente hacerlo a finales de mayo, al final se ha fijado para el 25 de julio, a celebrar en las catedrales de cada diócesis.

Las bienaventuranzas han dado pie para recordar a los hambrientos y sedientos de justicia. La justicia social que será necesaria para que nadie se quede atrás. Los efectos económicos anunciados  y la necesidad del empeño de todos por afrontar unidos las consecuencias sociales de la pandemia. Una llamada a la solidaridad no solo con los de nuestro entorno, sino más allá de nuestras fronteras. “Todos estamos llamados a colaborar en este enorme desafío: instituciones públicas y privadas civiles o religiosas, dejando de lado prejuicios ideológicos excluyentes. Es un momento propicio para revisar las estructuras sobre las que se asienta la economía, realizando las correcciones necesarias de modo que la persona sea siempre el centro de la actividad económica.”

Esta crisis ha exigido una gestión política, y más allá de pedir responsabilidades por los errores, los obispos apuestan por ser propositivos: “La política es una alta forma de caridad al servicio del ser humano y del bien común en la verdad, la justicia, el amor y la misericordia. Es una vocación que es preciso alentar entre los fieles cristianos para ejercerla con humildad y responsabilidad, en actitud de servicio y con

profundas convicciones éticas.” En esta carta se aprecia una opción por el refuerzo positivo para la gestión pública.

La vida sacramental es importante en la vida de la Iglesia, y la Eucaristía es el Sacramento “del amor y de la unidad que edifica la Iglesia.” Los obispos han vuelto a salir al paso de una idea envenenada, porque “la Eucaristía se ha seguido celebrando en los templos. Esta celebración ha sido muy importante para significar y realizar la unidad de todo el Pueblo de Dios, creando la comunión de todos sus miembros, educando en esta comunión y viviendo esa mutua pertenencia entre la Eucaristía y la Iglesia. La gracia de Dios es capaz de desbordar las limitaciones y en esta época extraordinaria nos hemos unido espiritualmente a las celebraciones.” La Eucaristía no ha dejado de ser el centro de la vida de la Iglesia. 

La bienaventuranza de los que trabajan por la paz ha sido la referencia para recordar las aportaciones de la Iglesia a través de su Doctrina Social que “puede orientar eficazmente la acción de la Iglesia y de las diversas instituciones en la promoción de la justicia como elemento fundamental para la paz social.”  Han recordado que la adopción de medidas extraordinarias motivadas por la crisis sanitaria “dispuestas por la legislación vigente y ejercidas en el marco competencial correspondiente, una vez descartadas otras posibles alternativas, deben tener en cuenta su proporcionalidad, contar con el asentimiento de quienes las deben asumir y ser aplicadas del modo más restrictivo posible en contenidos, procedimientos y duración.”

El último punto de la carta lo han titulado: “Ungidos y enviados para cambiar el traje de luto en perfume de fiesta” Lo encabeza el salmo 22, “El Señor es mi Pastor …”

Cierran la carta con una invitación a la alabanza y a la esperanza. Y como siempre, también una mirada a la Virgen María, en cuya fiesta de la advocación de Virgen de Fátima ha sido fechada la carta. 

A la luz de esta carta pastoral podemos encontrar una reformulación de las Bienaventuranzas en tiempos de pandemia. Yo propongo esta: 

Bienaventurados los que con compasión y compromiso  vivan pandemias y otras catástrofes globales, porque el Evangelio se hará carne en sus vidas.

Volver arriba