"Para un fanático como Bermudez, todo vale. Bajo la consigna de 'Batalla Cultural' todo se justifica" ¿El conflicto de interés de Alejandro Bermúdez opaca su cruzada contra León XIV? Desvelando el periodismo del Sodalicio
"El artículo de Alejandro Bermúdez sobre las víctimas de Chiclayo y el presunto encubrimiento del entonces obispo Prevost amenaza con reabrir un tema sensible. Ni lo hace por justicia ni por interés en las víctimas, sino por un simple ajuste de cuentas que viene de un resentido"
"Las acusaciones contra Prevost de no haber investigado o no haber atendido a las víctimas son difamatorias y sin fundamento. Lo dice la mayoría de observadores independientes. Contra esta evidencia, ni Ariza ni Bermúdez ni sus comparsas Infovarticanas nunca podrán probar nada"
"Lo que más nos molesta a las víctimas son aquellos que primero fueron nuestros victimarios y luego, instrumentalizando nuestro dolor, nos revictimizan otra vez"
"Lo que más nos molesta a las víctimas son aquellos que primero fueron nuestros victimarios y luego, instrumentalizando nuestro dolor, nos revictimizan otra vez"
| Renzo Orbegozo Benvenuto, ex víctima del Sodalicio
A veces la verdad no sale a la luz por puro deseo de justicia, sino arrastrada por el fango de los rencores y agendas personales de intereses ocultos que la terminan ensuciando. El artículo de Alejandro Bermúdez en “hoy en la Iglesia” sobre las víctimas de Chiclayo y el presunto encubrimiento del entonces obispo Prevost amenaza con reabrir un tema sensible. Ni lo hace por justicia ni por interés en las víctimas, sino por un simple ajuste de cuentas que viene de un resentido.
Bermúdez, el Sodalicio que no muere
Yo conozco a Bermúdez desde que tenía 14 años, comenzando los años 90, y mucho más de cerca desde los 18, cuando empecé mi vida comunitaria en la secta del Sodalicio, esa que nos robó los mejores años de nuestra juventud a punta de engaños y sometimientos espirituales. Muchos seguimos cargando hasta hoy las secuelas: futuros profesionales truncados, familias rotas o alejadas, problemas crónicos de salud y una herida abierta que dificulta a muchos ex miembros el integrarse social y profesionalmente en el mundo.
Bermúdez es el Frankenstein de Luis Fernando Figari, el fundador del Sodalicio expulsado de esta secta por el Papa Francisco antes de suprimirla definitivamente. Bermúdez fue creado a imagen y semejanza del falso profeta limeño, con los mismos desajustes de personalidad: maltrato constante a colaboradores, arrebatos histriónicos contra subordinados, manipulación ideológica, delirios de persecución y ataques barriobajeros en redes sociales contra quienes considera sus enemigos.
Para un fanático como Bermudez, todo vale. Bajo la consigna de “Batalla Cultural” todo se justifica. A sus avanzados sesenta, cuando debería estar más en sintonía con las cuentas que pronto rendirá ante Dios, intenta disfrazarse de ovejita piadosa mientras su carácter sectario sigue intacto.
Este personaje no solo acumula enemigos fuera de su excomunidad: tiene una colección de antiguos hermanos que no solo no lo soportaban, sino que hoy, en libertad, confiesan desprecio y repugnancia profunda. Bermúdez afirmó que moriría sodálite: en cierta manera, es verdad. En su fanatismo aún no ha entendido qué llevó al Papa Francisco a declarar a Figari falso fundador con un falso carisma y a su obra, el Sodalicio, una secta.
Por no entender, no se ubicó ni ante su futuro profesional. El mismo que ahora pretende enarbolar la moralidad ultraderechista norteamericana intentó imprudentemente, hace unos meses, hacerse una carrera política ante la Santa Sede.
Su última espina venenosa la acabamos de ver en su ataque al Arzobispo de Tarragona y con él, a todo el episcopado español. Les llama cobardes por su actitud ante el aborto. Pero los que somos pro-vida, incluido el Papa León XIV, entendemos que el llamado del arzobispo Planellas es a defender la vida en todas sus expresiones y sin aspavientos: no al aborto, pero tampoco no a la pena de muerte y no a las expulsiones masivas de inmigrantes.
Buceando en google, se ve claramente que Planellas ha invitado siempre a sus fieles a acompañar a los más vulnerables y, por supuesto, se ha manifestado contrario al aborto. Pero no creo que a Bermúdez le interese mucho ir a rezar frente a las oficinas de repatriación de inmigrantes ni mostrar sus bigotes píos en las puertas de las clínicas abortistas.
Alejandro Bermúdez, el exsodálite expulsado, revive el 'caso Vázquez', pero con su agenda personal en primer plano
Bermúdez es uno de los expulsados del Sodalicio en septiembre del 2024 por decisión personal del Papa Francisco (por “abuso en el ejercicio del apostolado del periodismo”, entre otras cosas).
Durante el último año, Bermúdez ha tejido un relato obsesivo, casi militante, según el cual las víctimas como Ana María Quispe fueron “manipuladas”. Además, el entonces obispo de Chiclayo Prevost habría actuado con fallos graves, pues no habría investigado y habría dejado de lado a las víctimas.
A partir de las graves y poco profesionales filtraciones del fraile limeño Giampiero Gambaro, encargado del proceso al ex-sacerdote acusado en las violaciones de Chiclayo Eleuterio Vásquez, Bermúdez repite como teléfono malogrado que Prevost incurrió en fallos graves.
La verdad es que Ana María Quispe y sus hermanas han sido desde el primer día la excusa para otras guerras: la primera, la de los sacerdotes chiclayanos –como el padre Marcos Ballena– metidos en reyertas de puerto, el de Etén. Por supuesto, quienes ahora defendemos al Papa León XIV seríamos cortesanos de una iglesia infiel a la “verdadera iglesia”, es decir, la de Bermúdez.
Toda la campaña de Bermúdez apesta al dinero del “sodalite” Jaime Baertl Gomez, también expulsado por el Papa Francisco. La fortuna de este sacerdote no fue ganada ni recibida en herencia honesta, sino prostituyendo presuntamente a la Iglesia y a aquellos obispos que regentaron nominalmente sus cementerios. Otro personaje. Basta conocer el origen de uno de los nombres usados por este Alter Christus en su primera empresa offshore: PUSAN = PUta y SANta. Quizás su mayor logro empresarial haya sido “cafichar" a la Iglesia.
Lo que el video de Ana María Quispe muestra es complejo: sí sufrió abusos, sí fue silenciada en parte y como creyente empatizo con su lucha. Sin embargo, no lo fue por la “agenda ideológica” de Prevost o de sus aliados, como afirma Bermúdez. La verdad es que las pobres víctimas de Chiclayo han sido instrumentalizadas desde el primer día por sacerdotes chiclayanos (antes nombré al Padre Ballena), por ex agustinos amigos del Sodalicio y hasta por abogados de otra liga, la española, como Javier Tebas.
La verdadera manipulación viene de un sistema eclesial sectario que Bermúdez ayudó a perpetuar durante décadas en su amado Sodalicio. Él, que quiere morir sodálite, nunca podrá esconder su rol como propagandista (periodista es insultar la profesión) del Sodalicio, priorizando la lealtad interna sobre la transparencia. Ahora que Prevost es el Papa León XIV, volver a sacar este caso no es solo un error periodístico: es una venganza personal.
Lo que calló Bermúdez antes del Cónclave
Durante los días previos al cónclave, Bermúdez fue tan insistente como sesgado: la elección de Prevost era “riesgosa”, no por hechos puros ni prudencia pastoral, sino por su campaña coordinada con Ricardo Coronado, canonista en Colorado Springs, con quien ha colaborado desde al menos 2022 en los ataques contra Prevost por el caso Chiclayo.
No solo estaba pendiente el caso Vázquez: Bermúdez callaba convenientemente sus propios escándalos en el Sodalicio, donde al menos tres denuncias de abuso espiritual y psicológico lo señalaban directamente, según un informe vaticano que culminó en su expulsión en septiembre de 2024.
Sostuvo una verdad selectiva que cualquier católico crítico entiende: después de escándalos como el del Sodalicio que él cubrió sesgadamente como director de ACI Prensa, atacando a Prevost creía poder esconder su propia trayectoria de encubrimientos de lo que ocurría en el sodalicio. Por no hablar de filtrar información interna para proteger a superiores sodálites. Bermúdez no podía permitirse un Papa que, al asumir, resolviera cabos sueltos como su expulsión.
No se trata de “perfección moral” sino de hipocresía periodística
Queda en la memoria de los que seguimos las reuniones preparatorias del Conclave el ataque directo de Gabriel Ariza, compañero de armas de Bermudez, quien increpó al entonces Cardenal Prevost a la salida del Aula Pablo VI.
Este hecho fue descrito como un “episodio periodístico” pero causó gran malestar en el Vaticano: el propio Prevost (ya como León XIV) lo recordaría más tarde como fuente de “frustración y dolor”, aunque lo asumió con resignación. En esencia, Ariza —seguramente cercano amigo de Bermúdez— recurrió al mismo estilo intimidatorio y matonesco tan característico del Sodalicio y que encarnaron también los otros catorce miembros expulsados por el papa Francisco, un patrón de conducta que muchos hemos padecido durante años. “Se rumorea”, este verbo tan apreciado por Bermúdez, que esa forma de actuar la habría aprendido y perfeccionado de este último.
Las acusaciones contra Prevost de no haber investigado o no haber atendido a las víctimas son difamatorias y sin fundamento. Lo dice la mayoría de observadores independientes. Contra esta evidencia, ni Ariza ni Bermúdez ni sus comparsas Infovarticanas nunca podrán probar nada. Los que se presentan como regla de moralidad no son sino ejemplo de hipocresía periodística.
¿Obediencia y honestidad?: lo que Bermúdez ignora
Cuando Prevost salió elegido como León XIV, Bermúdez fingió aceptar esa decisión con “espíritu de fe”. Lo recibió con obediencia aparente y afecto forzado. Lo ha dicho en sus artículos y redes.
La realidad es otra: deseó superficialmente que su pontificado fuese largo, siempre y cuando no confirmase su expulsión del Sodalicio apelada ante el nuevo Papa. Sin embargo, también anunció que no borraría sus ataques previos, porque ser “fiel” para él significa ser vengativo. De hecho, cree deshonestamente que sus argumentos eran válidos antes y lo siguen siendo ahora, ignorando que su expulsión por “comportamiento abusivo” en el ejercicio del periodismo católico lo invalida moralmente.
Ninguna fumata blanca reescribe la historia de Bermúdez: la expone. Su apoyo a Coronado, desde entrevistas en EWTN hasta coordinaciones en 2024, revela una agenda anti-Prevost de años, no una conversión repentina.
El video de Quispe y el sesgo de Bermúdez
Bermúdez se basa en “evidencias”. Pero lo que Ana María Quispe ha publicado no es un fragmento “revelador” en el sentido que Bermúdez pretende. Es solo una parte de su conversación con Elise Allen, que Bermúdez masacra con su tijera ideológica para atacar al Papa.
Quispe tiene las pruebas que tiene, sí, pero Bermúdez omite que su propio rol en el Sodalicio contribuyó a silenciar víctimas similares durante 30 años, priorizando la imagen corporativa.
Ella anuncia más, y eso debería llamar a la reflexión a quienes como Bermúdez usan su dolor para su revancha. La ficha de vendetta que juega el “periodista” le pesa en su credibilidad y, además, no afecta en nada al pontificado.
Bermúdez ha forjado durante el último año una careta de mártir para ocultar su muy deteriorada realidad. Lo inevitable es que su urgencia moral sea cuestionada: ¿defiende a Quispe o usa su voz? Lo que más nos molesta a las víctimas son aquellos que primero fueron nuestros victimarios y luego, instrumentalizando nuestro dolor, nos revictimizan otra vez.
Usar a la periodista Elise Allen de chivo expiatorio conveniente
La demencia revanchista ha llevado a Bermúdez a atacar a Elise Allen en su última publicación biográfica sobre León XIV: “Ciudadano del mundo, misionero del siglo XXI”. Otra estrategia para distraernos de sus propios pecados.
En una suerte de carambola mental, quiere devolverle a quienes en justicia lo señalaron y denunciaron en las investigaciones realizadas por la misión Scicluna-Bertomeu. La periodista Elise Allen fue una de los testimonios valientes que a pesar de las matonerías sufridas, denunció a su abusador. Quizás esa es la verdadera cuenta pendiente que justifica en la mente retorcida del periodista expulsado la acusación injusta contra Elise.
Cualquier ex sodálite sabe que Bermúdez filltró información eclesial interna para sus superiores antes que las víctimas la recibieran. Se convirtió en la voz propagandística del Sodalicio, con relaciones “incestuosas” con obispos como Eguren, expulsado junto a él. Nunca reveló sus decenas de artículos financiados por la misma comunidad que encubría abusos.
Nunca se abstuvo de cubrir el tema para ACI Prensa cuando tenía un conflicto colosal: era el principal operador mediático en el expediente que lo llevó a su expulsión, junto con aliados como Ivereigh y Goldstein, a quienes ahora ataca para desviar. Con esa conducta, Bermúdez no era periodista: sería más bien lo más parecido a un encubridor.
A propósito, el contraste: cuando estalló el escándalo Sodalicio, Bermúdez no ofreció su renuncia. Al contrario, usó EWTN para minimizarlo, sin disclaimers ni abstenciones, violando estándares éticos que ahora predica.
La credibilidad dañada de Bermúdez
Así actúan los hipócritas. El daño se sentirá en la credibilidad de Bermúdez. No hay que ser ingenuos: esto ya hace ruido, pero contra él. Ana María Quispe busca justicia pero millones verán en su denuncia y en la manipulación de Bermúdez un símbolo de algo peor: el cansancio de los fieles ante periodistas expulsados que odian al Papa porque éste quiere resolver las corruptelas en la Iglesia.
Como víctima del Sodalicio quiero decirlo sin rodeos. ¿Qué hace un exsodálite expulsado por abusos defendiendo a “víctimas” selectivas? ¿Qué hacen voceros como el “canonista” Coronado, presunto enemigo declarado de Prevost de vieja data, aliándose con el ‘periodista’ Bermúdez para instrumentalizar casos?
La respuesta para mi es evidente: no defienden la verdad sino sus intereses que convierten en arma para dañar un pontificado que amenaza su estatus quo sodálite-sectario. Es un truco viejo que Bermúdez, el “hermanito”, perfeccionó en ACI Prensa.
¿Qué podemos esperar?
La Iglesia no puede seguir permitiendo que su credibilidad dependa de exmiembros expulsados ni de medios sesgados como Infovaticana. Tampoco de canonistas expulsados del estado clerical, como Coronado, que creen que “atacar al Papa” es justicia. Esa fórmula siempre fracasa. Siempre. La Iglesia se sostiene sobre la verdad, no sobre apelaciones interesadas.
Hoy, gracias al coraje de Ana María Quispe, la verdad emerge pese a Bermúdez. Generará turbulencias en su campaña. Pero es necesaria. Y, paradoja divina, puede ser la ocasión para que León XIV demuestre su grandeza: ignorando ruido personal, avanzando en justicia sin distracciones.
Sigo creyendo que el Papa tiene lo necesario para gobernar con fortaleza y humildad. Nos ayudó a las víctimas del Sodalicio desde 2018 y hoy continúa haciéndolo. Pero solo logrará su objetivo de hacer justicia si se distancia de quienes, como Bermúdez y Coronado, buscan solo su revancha personal y no el bien de la Iglesia.
El Papa y con él todos los demás debemos exponer a quienes mienten para “denunciar” y no protegen a las víctimas. Quienes las instrumentalizan. Entre ellos, Bermúdez. Lo que sale a la luz de sus blogs y artículos es el fruto amargo de este conflicto de interés.
Etiquetas