"In memoriam" de uno de los mayores iconos de la política americana del siglo XX A cien años de Robert Kennedy: Política y fidelidad al evangelio
"Mientras el pasado 20N todos los titulares y la atención de los medios en España se centraron en la muy relevante efeméride de los cincuenta años de la muerte de Franco, al otro lado del Atlántico norte se conmemoró un aniversario que, en gran medida, nos pasó desapercibido: el centenario del nacimiento de Robert Francis Kennedy"
"Fue mucho más que un 'hermano de', siendo uno de los mayores iconos de la política americana del siglo XX y, ante todo, un servidor público fiel al Evangelio"
| Pablo Llorca
Mientras el pasado 20N todos los titulares y la atención de los medios en España se centraron en la muy relevante efeméride de los cincuenta años de la muerte de Franco, al otro lado del Atlántico norte se conmemoró un aniversario que, en gran medida, nos pasó desapercibido: el centenario del nacimiento de Robert Francis Kennedy.
Bobby Kennedy, como se le llamaba familiarmente, fue mucho más que un "hermano de", siendo uno de los mayores iconos de la política americana del S. XX y, ante todo, un servidor público fiel al Evangelio.
Nacido en el seno de una familia numerosa de origen irlandés asentada en la aristocracia bostoniana y en una sociedad con tendencia a mitificar como la estadounidense, el hecho de pertenecer a la considerada "familia real de América" pudo haberle pasado factura en su desarrollo personal. Pero los Kennedy siempre fueron un auténtico clan en el que por encima de todo se valoraba la lealtad y, enorgullecidos de su origen humilde e inmigrante, siempre se preocuparon por "hacer algo por su país antes de que su país lo hiciese por ellos".
Igualmente, Bobby fue el hermano con mayor sensibilidad religiosa, inculcada por su madre, Rose Fitzgerald y patente desde su infancia, pues en el colegio ya hacía apostolado intentando persuadir a sus compañeros para acompañarles a recibir la eucaristía y refugiarse en la oración. Estos rasgos, Fe y lealtad a sus convicciones, determinaron su carácter, que le llevaron a luchar apasionadamente por aquello que consideró justo.
Como buen Kennedy, se graduó en Harvard y, sirviendo durante unos meses en la armada en la II Guerra Mundial recibió la noticia de la muerte de su hermano mayor Joe, que daría inicio a la supuesta "maldición Kennedy". Casado en 1950 con Ethel Skakel (fallecida el año pasado) con quien compartía profundas convicciones católicas, formaron una gran familia; en la que hoy destaca por sus polémicas opiniones Robert Kennedy Jr., Secretario de Salud en la Administración Trump, adherido a teorías de la conspiración y a un movimiento político muy alejado de las posiciones que siempre ha defendido su familia.
Comenzó su carrera como implacable y brillante abogado contra las actividades mafiosas de Jimmy Hoffa, dirigente sindical de los transportistas americanos. Inaugurando la década de los 60's, prodigiosa en solidaridad y amistad social, dirigió la exitosa campaña presidencial de su hermano Jack pese a los prejuicios del puritanismo protestante de los que adolecía Estados Unidos desde su fundación, diciéndose que un católico jamás podría ser presidente ya que "obedecería a los dictados del Papa".
"Su enfrentamiento con el segregacionista George Wallace, Gobernador de Alabama, dejó para la historia uno de los momentos más determinantes del fin de la discriminación racista"
Tras su nombramiento como Fiscal General se destacó como un gran líder del movimiento de los derechos civiles por la igualdad racial, colaborando políticamente con el ministro bautista Martin Luther King, referente de la desobediencia civil y la no violencia, y muchos otros de sus seguidores como el reconocido congresista John Lewis o el reverendo Jesse Jackson. Es recordado suenfrentamiento con el segregacionista George Wallace, Gobernador de Alabama, cuando trató de desafiar al Gobierno Federal impidiendo el acceso de estudiantes negros a las instalaciones de la universidad de su estado. Este incidente, conocido como la "Parada en la puerta de la escuela" dejó para la historia uno de los momentos más determinantes del fin de la discriminación racista.
Bobby Kennedy también fue uno de los asesores más leales de su hermano, colaborando activamente en la expansión de las políticas de la Nueva Frontera o en la resolución de la crisis de los misiles cubanos, donde el papa san Juan XXIII desempeñó un papel crucial, que inspiraría la publicación de su encíclica Pacem in Terris.
El 22 de noviembre de 1963 el presidente JFK fue asesinado en Dallas, poniendo fin a la Era Cameloty a la presencia de Robert en el Gobierno, acelerada por sus diferencias con el nuevo presidente Lyndon B. Johnson en la escalada bélica de Vietnam.
Elegido como senador por el estado de Nueva York en 1964, en su tiempo en el ala norte del Capitolio atendió infinidad de causas de justicia social a lo largo y ancho del país, lo que le llevó a recorrer desde los suburbios de las grandes ciudades a visitar las regiones más empobrecidas, como los Apalaches de Kentucky o el Delta del Mississippi, donde se preocupó especialmente por la precaria situación de los niños. De igual manera, no desoyó las peticiones de ayuda de sus electores neoyorquinos, como cuando en una ocasión contactó directamente con el casero de una madre soltera para que pusiera remedio a las condiciones de insalubridad de su vivienda, donde las ratas mordisqueaban los dedos de los pies a sus dos hijos pequeños.
Mención aparte merece el apoyo constante que brindó a su gran amigo el activista César Chávez, en sus reivindicaciones por mejorar las condiciones laborales de los trabajadores hispanos en las plantaciones agrícolas del sur de California; incluso le acompañó, en marzo de 1968, durante la celebración de la eucaristía que ponía fin a su huelga de hambre al partir el Pan de Vida y comulgar juntos. Y además de todas las misiones urbanas y rurales descritas, viajó por todo el mundo, visitando a los mineros del cobre de Chile o a la población negra de Sudáfrica, víctima del apartheid en aquel tiempo.
En 1968, en el contexto de extrema polarización provocado por la Guerra de Vietnam, la violencia de grupos organizados, los movimientos contestatarios y la desegregación, el presidente Johnson renunció a optar a la reelección; lo que despejó el camino para que Bobby Kennedy entrara en la carrera demócrata para ganar la nominación presidencial de su partido. En aquellas primarias se enfrentó al Senador Gene McCarthy, también católico y erudito tomista, que obtuvo apoyos entre las élites intelectuales contrarias a la guerra en Vietnam. Kennedy contó con el respaldo de los trabajadores, las minorías raciales, y de todos aquellos que tenían esperanza en mejorar sus condiciones de vida.
El 4 de abril de ese año, el Dr. Martin L. King fue asesinado en Memphis, mientras se celebraban las primarias de Indiana, que acabaría ganando Kennedy. En un brillante discurso desde Indianápolis, en el que citó un poema de la Grecia clásica, Bobby llamó a superar las diferencias y lograr la reconciliación entre razas, reivindicando la posición de no violencia que defendió MLK. Aquella noche la capital estatal de Indiana fue una de las pocas ciudades en todo el país en la que no se produjeron revueltas ni altercados violentos.
Las reñidas primarias demócratas llegaron a primeros de junio de 1968 a la crucial elección de California. Bobby Kennedy ganó y tras realizar su discurso de victoria en el Hotel Ambassador de Los Ángeles, fue asesinado mediante varios disparos por un joven ciudadano palestino, en represalia al apoyo que el Senador por Nueva York expresó al derecho a existir del Estado de Israel durante la Guerra de los Seis Días.
Hoy en día, como en la época que le tocó vivir a RFK, vivimos en un mundo altamente polarizado, en el que crecen las desigualdades y el ruido de los populismos. Robert Francis Kennedy (con quien curiosamente León XIV, primer papa estadounidense, comparte nombre secular) encarnó en su breve paso por la historia un modo distinto de liderazgo, con la audacia de quien no teme mirar de frente a la injusticia y la fidelidad de quien arraiga en el Evangelio la firmeza de su vocación a la vida pública. Brilló con luz propia, más allá del peso de su apellido y de su aspecto menudo, latía una inteligencia despierta, una voluntad infatigable y una pasión insobornable por la democracia y por Cristo.
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