"La verdadera mística tiene que estar encarnada" Otra vez en Adviento, ¿para qué?

Migrantes ilegales tras cruzar la frontera entre EUU y México
Migrantes ilegales tras cruzar la frontera entre EUU y México EFE

Sor Lucía Caram ha dado con la tecla y tiene una relación directa con el Adviento, por qué vivir y acogerlo: “Porque, digámoslo claro: la protesta sin compromiso se vuelve espuma. Hace ruido, salpica, impresiona un instante… pero se escurre enseguida"

"La verdadera mística de la que hablaban Rahner y Malraux tiene que estar encarnada, tocar las heridas que produce este mundo por doquier. ¿Para qué vino Jesús al mundo?"

Hace un año el Adviento llegaba con un dolor en el pecho que no nos lo quitábamos de encima. La Dana del 29 de octubre había hecho estragos y la mente, los sentimientos y las emociones no estaban para muchos trotes y, menos todavía, para celebraciones. Pero transcurridos los meses y visto desde una cierta perspectiva, asistimos a un fenómeno que se está analizando en todos los medios, que está dando que hablar, con mil y una interpretaciones y es sobre el despertar espiritual de la juventud de la mano de acontecimientos de calado como Hakuna, el disco Lux de Rosalía o la película Los domingos, ganadora de la Concha de Oro.

Todo ello no está muy lejos del acontecimiento que se encumbró días después de la riada que cogió a contra pie a propios y extraños: el paso de la Generación porno, de cristal a la Generación de acero y de hierro, a esa generación que se manchó las manos de barro, que asumió las miserias y el sufrimiento, produciendo un hiato con la clase política de todos los colores, rojos y azules, sin excepción. A parte de los diferentes frentes de la política internacional, a parte de todo lo que estamos viviendo a nivel nacional con una polarización que ya es irrespirable, la juventud vuelve a estar en el candelero, de forma hipócrita o no, pero lo importante es que lo está.

Creemos. Crecemos. Contigo

Detrás de El poble salva al poble de la Dana existe una denuncia, una descripción de la orfandad y la soledad ante la política de nuestro tiempo, ante un modelo social que está colapsando y, en definitiva, ante una forma de vivir que ha difuminado del horizonte el cómo y el hacia dónde que doten de sentido a la vida. 

Y en medio de esta efervescencia, llega el Adviento, que nos invita a prepararnos, a sentarnos, a respirar, que no es poca cosa, para ver de qué modo se sitúa el nacimiento de Jesús en todo aquello que hago. Moda o no, Jesús nace en nuestros corazones, nos interpela, implica la posibilidad única de nacer de nuevo, de estar en el mundo no de cualquier manera, sino implicándonos, manchándonos las manos.

No sé si es consciente Sor Lucía Caram del artículo que acaba de escribir aquí en RD cuando, haciéndose eco de todo este posible despertar, habla de la revolución de las manos embarradas -la Dana sigue dando coletazos-. Es una orientación muy acertada porque duda de lo que estamos viviendo hoy ante todos estos movimientos y realidades tan variopintas. Ante Jesús, ante su nacimiento, ante su Navidad, sólo cabe la coherencia y el compromiso y es aquí donde está la clave de todo. 

Sor Lucía Caram, en el Vaticano, en una campaña para ayudar a Ucrania
Sor Lucía Caram, en el Vaticano, en una campaña para ayudar a Ucrania EFE

Seamos sinceros, la búsqueda de Dios, de lo espiritual, viene desde el origen de la humanidad. Ya las primeras pinturas rupestres denotan el sentimiento de trascendencia. La muerte, la existencia, sus misterios, la inmortalidad, el sufrimiento, han golpeado, golpean y golpearán en las conciencias de las personas. Ahora bien, desde el siglo XIX el cientificismo ha acampado a sus anchas, es decir, creer que sólo existe y es verdad lo que la ciencia dictamina como verdad y existente. Todo lo que quede fuera o no existe o no tiene valor de ser experimentado o, simplemente, queda fuera de toda investigación con rigor. Así nos va. Todo lo que ha sido medible ha viajado en primera, bajo la consideración económica e investigadora de la sociedad; todo lo que va más allá de la medición, la felicidad, la alegría, la tristeza, se ha dejado de lado. De ahí que las religiones tengan el seguimiento que tienen porque su reflexión radica bajo el principio y la premisa de la vulnerabilidad radical del ser humano.

Situemos históricamente ese desamparo porque el Adviento significa una respuesta a esa existencia con los pies de barro que define a nuestro tiempo. Este problema viene de lejos. No es nuevo de ahora. Nietzsche, en La gaya ciencia, y en su aforismo 125 profetiza la muerte de Dios como uno de los elementos que sustentan la arquitectura de nuestro tiempo: “¿No habéis oído hablar de aquel hombre frenético que en la claridad del mediodía prendió una lámpara, corrió al mercado y gritaba sin cesar: ‘¡Busco a Dios, busco a Dios!?’. Puesto que allí estaban reunidos muchos que precisamente no creían en Dios, provocó una gran carcajada. ‘¿Es que se ha perdido?’… El hombre frenético saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada diciendo: ‘¿A dónde ha ido Dios? -gritó- ¡yo os lo voy a decir! ¡Nosotros los hemos matado, vosotros y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos!”.

El filósofo y ensayista surcoreano Byung-Chul Han
El filósofo y ensayista surcoreano Byung-Chul Han EFE

El siglo XX ha sido el tiempo en el que más hemos crecido tecnológicamente y el que más hemos asesinado y matado por asumir ideologías suicidas y totalitarias. Byung Chul-Han suele decir, como repitió en los Premios Princesa de Asturias, que el legado del neoliberalismo y de nuestra sociedad es el vacío. De ahí que iniciativas en la búsqueda del sentido quieran responder a la desorientación radical que vivimos. El auge progresivo del yoga, el mindfulness, la meditación oriental o los retiros de índole cristiana como Amigos del desierto, de Pablo d’Ors, y todo lo que está suponiendo en el mundo católico juvenil y adulto como Efetá, Bartimeo o Emaús están marcando una luz de esperanza en el seno de las turbulencias de nuestro tiempo. 

En una entrevista reciente Rosalía expresaba la fuente de inspiración de su disco: “Tengo un deseo aquí dentro que sé que el mundo no puede satisfacer. Me he pasado toda la vida teniendo esta sensación de vacío y este mundo jamás podrá rellenarlo. ¿Será posible que este espacio será el espacio de Dios, de la divinidad porque es el único que lo puede llenar?”. Su disco viene con una cita de la pensadora Simone Weil de su libro La gravedad y la gracia: “El amor no es consuelo, es luz”. La luz es lo que eleva todo sobre la gravedad de nuestros pies, de lo físico e inmediato. Estamos ante una obra profética porque predice, adelanta uno de los síntomas de nuestro porvenir y el modo en cómo viviremos para encontrar sentido a las dimensiones más recónditas de nuestra existencia. ¿Somos conscientes de las innumerables víctimas que está dejando por el camino esta forma de vivir que nos hemos dado? Las generaciones jóvenes no son ni más espirituales ni más religiosas. Están buscando, como las demás generaciones; el tema está que esta generación está siendo consciente y testigo directo de la falta de liderazgos, donde sus responsables políticos violan la palabra dada a diario, sin mueca alguna inhabilitando para siempre la responsabilidad política. La efervescencia que podamos experimentar está ahí y es aquí donde la Iglesia tiene una oportunidad de primer orden. ¿Qué institución diferente a la Iglesia reúne todos los fines de semanas a tantos jóvenes?  Busquen porque no encontrarán y es otra de las tragedias con las que tienen que lidiar las nuevas generaciones. 

La cantante Rosalía
La cantante Rosalía EFE

Es en este punto de la Iglesia donde Sor Lucía Caram ha dado con la tecla y tiene una relación directa con el Adviento, por qué vivir y acogerlo: “Porque, digámoslo claro: la protesta sin compromiso se vuelve espuma. Hace ruido, salpica, impresiona un instante… pero se escurre enseguida. Hay toda una generación —y ahí me incluyo— que se ha dejado la piel durante años, que ha sostenido proyectos, acompañado personas, levantado comunidades, ayudado a transformar realidades con las manos, con el tiempo, con la vida misma. Y siguen ahí, sin grandes pancartas, sin hashtags, sin fotos, pero sumando cada día. Ese es el verdadero voluntariado. Ese es el activismo que cambia el mundo. Ese es el antisistema más radical: el de la coherencia”.

El peligro al que asistimos hoy es a una espiritualidad de pancarta, de protesta, de poca preparación evangélica y teológica. Ser cristiano hoy, como en el resto de los siglos, implica tomar posición, implicarse por los que carecen de voz y voto. Y el Adviento es el tiempo de preparación para que podamos llegar a asumir este reto que jamás está en el candelero, no abre noticiarios, pero que siempre está ahí. La revolución de la coherencia y de las manos embarradas, del voluntariado, del darse en corazón y alma. El Adviento nos sitúa ante en reseteo existencial de calado: ¿creo en el que está a punto de nacer? ¿Es mi prioridad? ¿Su seguimiento me lleva a buscar alternativas para mejorar la realidad de mis hermanos? ¿Me quedo únicamente con la parafernalia de lo que es vendible y compartido a ojos de los demás? ¿Qué peso tienen el recogimiento, el silencio y la oración?

La verdadera mística de la que hablaban Rahner y Malraux tiene que estar encarnada, tocar las heridas que produce este mundo por doquier. ¿Para qué vino Jesús al mundo? Resulta interesante cómo el año litúrgico finaliza con la festividad de Jesucristo Rey del Universo y la Carta de San Pablo a los Colosenses de ese día es muy clara: “Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y Dominaciones, Principados y Potestades… Es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en Él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por Él y para Él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz”.

Gaza
Gaza

Solemos olvidar que aquel que va a nacer en Belén morirá en el Monte Gólgota. Lo hace a través de un reinado diferente. Su corona es de espinas, su cuerpo es flagelado, magullado de heridas, rodeado y cercado por insultos y su trono es la cruz, y en ese momento, antes de morir pide por sus verdugos, por la locura y la barbarie que sigue devastando al mundo. Aquel que expiró en la cruz con las manos abiertas en señal de acogida, nació en la periferia, bajo la intemperie de la noche, donde no encontró sitio ni para nacer ni para reclinar la cabeza. Este misterio es lo que celebramos en Adviento. La venida de aquel que iba en busca de los excluidos y necesitados. El escándalo de un Dios que se hace como tú y que no se baja de la cruz porque quiere sufrir como sufrimos todos y cada uno de nosotros. La juventud, y no sólo ella, sino la sociedad entera, tiene en el Adviento una oportunidad de esperar, de creer que las cosas pueden ser de forma diferente, sin grandes aspavientos, desde la humildad y la sencillez y teniendo presente que toda espiritualidad, todo seguimiento de Jesús implica un compromiso claro por aquellos que están marcados y señalados de por vida. No hace falta publicitarlo, sólo se requiere que miremos como los niños, con admiración y alegría por lo que está a punto de pasar. FELIZ ADVIENTO.

* Doctor en Filosofía y profesor de bachillerato de filosofía, psicología y religión en el Patronato de la Juventud Obrera de Valencia (PJO)

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