Migrantes y derechos humanos en continuidad profética entre dos pontificados Francisco y León XIV: dos alas para un mismo vuelo

Francisco y Prevost
Francisco y Prevost

"León XIV, primer papa estadounidense, descendiente de inmigrantes y curtido en el barro misionero latinoamericano, llega a la cátedra de Pedro con la frontera tatuada en la piel"

"Francisco, hijo de inmigrantes italianos en Argentina, conoció desde pequeño el desarraigo y la mezcla de culturas. León XIV, nieto de migrantes europeos en Estados Unidos, supo también lo que significa vivir con raíces en tránsito"

"Para León XIV, la familia migrante es sacramento vivo: icono de la Sagrada Familia"

"Francisco, profeta de la misericordia, y León XIV, peregrino de la escucha, caminan en la misma senda. No hay ruptura ni nostalgia, sino fidelidad creadora: una inquietud espiritual que se hereda y nunca se apaga"

1. La frontera como herida y como sacramento

Hay una llaga en el cuerpo del mundo: se llama frontera. Allí se levantan muros, se extienden alambradas, se multiplican retenes. Pero también allí laten los pies cansados de quienes buscan vida, se abrazan madres con hijos, se derrama llanto y esperanza. La frontera es herida, pero también sacramento: signo visible de un misterio invisible, umbral de un Dios que camina con su pueblo.

León XIV, primer papa estadounidense, descendiente de inmigrantes y curtido en el barro misionero latinoamericano, llega a la cátedra de Pedro con la frontera tatuada en la piel. No la contempla como un mapa político, sino como altar donde Cristo sigue crucificado en los cuerpos de quienes huyen. Y en esa mirada prolonga lo que Francisco gritó desde Lampedusa, aquel día de 2013 en que preguntó: “¿Quién lloró por estos hermanos y hermanas?”. Francisco abrió la herida; León XIV quiere convertirla en fuente de agua viva.

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Muro de Tijuana. Frontera México-EE.UU.
Muro de Tijuana. Frontera México-EE.UU.

2. Francisco y León XIV: dos biografías, un mismo éxodo

Francisco, hijo de inmigrantes italianos en Argentina, conoció desde pequeño el desarraigo y la mezcla de culturas. León XIV, nieto de migrantes europeos en Estados Unidos, supo también lo que significa vivir con raíces en tránsito. Ambos son papas hijos del éxodo, marcados por la certeza de que la vida humana no se comprende sin viaje, desplazamiento y frontera.

Su magisterio no nace de teorías, sino de la carne. Francisco, desde Fratelli Tutti, proclamó que la fraternidad humana no admite límites ni muros. León XIV recoge esa antorcha y la eleva aún más: no basta reconocer al migrante como hermano, hay que blindar sus derechos como obligaciones ineludibles del derecho internacional. Francisco lloró en Lesbos, besó a refugiados musulmanes, denunció la cultura del descarte. León XIV traduce ese llanto en programa: que la migración sea reconocida como ius cogens, raíz ética que ningún Estado puede negar.

 3. El evangelio de los documentos

El magisterio de la Iglesia no son papeles, son gritos encuadernados. En 1891, Rerum Novarum clamó por los obreros pobres y recordó que los vulnerables merecen protección especial. En 1963, Pacem in Terris proclamó que todo ser humano tiene derecho a emigrar y establecerse donde pueda vivir con dignidad. En 2015, Laudato Si’ mostró cómo la degradación ambiental expulsa a millones de migrantes invisibles. Y en 2020, Fratelli Tutti trazó la fraternidad universal como horizonte.

León XIV entra en esa sinfonía y le añade su timbre. No inventa melodía nueva: profundiza la partitura. Reclama que la Convención de 1951 se actualice para reconocer a los migrantes ambientales y económicos. Pide que la Declaración de Cartagena deje de ser un texto dormido y se convierta en praxis en Centroamérica y el Caribe. Francisco abrió horizontes; León XIV busca convertirlos en leyes vinculantes.

Sagrada familia migrante

4. La familia migrante: Belén repetido

“Dios se hizo migrante en Jesús”, recordó Francisco al evocar la huida a Egipto. León XIV trabaja en convertir esa teología en norma pastoral: ninguna política puede separar a padres e hijos en la frontera. La unidad familiar no es concesión humanitaria, es núcleo de la dignidad humana, dogma práctico que ninguna autoridad debería violar.

Cuando en un centro de detención se escucha el llanto de un niño separado, el cielo entero se estremece. Cuando una madre es deportada y deja atrás a sus hijos, María vuelve a llorar en Belén. Para León XIV, la familia migrante es sacramento vivo: icono de la Sagrada Familia. Aquí se da la continuidad más luminosa con Francisco: ambos saben que proteger la familia es urgencia encarnada en los corredores polvorientos de Centroamérica, en las barcas frágiles del Mediterráneo y en los vagones cargados de adolescentes que cruzan México hacia el norte.

5. Entre la profecía y la política

Francisco agitó la conciencia del mundo con gestos: abrazó refugiados, llevó familias en su avión, lloró en Lampedusa. León XIV sabe que esos gestos necesitan traducción institucional. Por eso habla de la ONU, de la OEA, de convenciones y pactos. Su profecía es también jurídica, porque sabe que la compasión sin estructura se evapora.

Pero tampoco olvida que la política sin alma es burocracia. Sus discursos están llenos de parábolas y resonancias evangélicas. Habla de “corredores humanitarios” como caminos de discipulado, de “devoluciones” como negación del amor al prójimo, de “documentación equitativa” como sacramento de ciudadanía. Francisco abrió el corazón; León XIV quiere abrir también los tratados.

Fratelli tutti
Fratelli tutti

Apoyándose en el énfasis de Fratelli Tutti sobre la fraternidad humana y la “ciudadanía plena”, León XIV podría promover un consenso internacional que garantice el acceso equitativo a la documentación, la atención médica y las protecciones laborales para todos los migrantes. Más allá de los compromisos voluntarios del Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, su llamada se centraría en obligaciones internacionales vinculantes, convirtiendo la fraternidad proclamada por Francisco en acción concreta, palpable y efectiva, donde la justicia y la dignidad humana se traduzcan en derechos reales y cotidianos.

6. El clamor de los invisibles

En Laudato Si’, Francisco advirtió que la degradación ambiental genera nuevos exilios silenciosos. León XIV repite esa denuncia con fuerza: millones de desplazados por sequías, huracanes e incendios permanecen fuera de la protección legal. Son migrantes invisibles, “sin nombre ni papeles”, como los llamó Francisco.

León XIV exige que los Estados reconozcan estas nuevas categorías, porque los tratados que ignoran el clamor de la tierra y de los pobres son pergaminos muertos. En su voz, la palabra “migrante climático” va adquiriendo densidad sacramental: es Noé buscando tierra firme, es Israel atravesando el mar. Aquí, Francisco y León XIV se abrazan como dos profetas que señalan la misma cruz: la injusticia ecológica que expulsa a los pobres.

 7. Contra la indiferencia y la impotencia

Francisco denunció la globalización de la indiferencia: mirar al migrante y no sentir nada. León XIV añade otro mal: la globalización de la impotencia, esa actitud de ver el sufrimiento, lamentarse y quedarse inmóvil.

Al igual que Amoris Laetitia subraya que la migración forzada “traumatiza a las personas y desestabiliza a las familias”, León XIV podría exhortar a los Estados a abandonar políticas que separen a padres e hijos en la frontera. Sus llamadas se centrarían en garantizar salvaguardias que protejan la unidad familiar durante todo el proceso de asilo y repatriación, entendiendo estas medidas no solo como protocolos legales, sino como deberes humanitarios y morales irrenunciables.

Santo súbito, papa Francisco
Santo súbito, papa Francisco

A nivel institucional, también podría insistir en que la detención arbitraria de migrantes y solicitantes de asilo se considere una vulneración grave de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario, y renovar con fuerza la promoción de corredores humanitarios, especialmente para los niños, las víctimas de la trata y los más vulnerables, como expresión concreta de compasión y fraternidad.

“Ya no basta con llorar”, dice el papa. “Hay que legislar, proteger, vincular, obligar”. Si Francisco fue el papa que nos enseñó a llorar, León XIV quiere ser el papa que nos enseñe a actuar. Uno encendió la llama de la compasión; el otro busca transformarla en motor de justicia.

 8. La Iglesia, tienda de campaña en el desierto

Para Francisco, la Iglesia debía ser hospital de campaña. Para León XIV, es también tienda en el desierto: no castillo de muros, sino campamento ligero que acompaña a los que caminan. En las carpas improvisadas de los migrantes ve una imagen de la Iglesia primitiva: nómada, pobre y disponible al viento del Espíritu.

De ahí su insistencia: cada parroquia debe tener rostro migrante, cada diócesis un ministerio de acogida, cada obispo la responsabilidad de ser primero pastor de los sin papeles. La Iglesia no puede permanecer cómoda en sus templos, debe acampar junto al pueblo en éxodo.

Francisco y Prevost
Francisco y Prevost

 9. El éxodo que nos salvará

La migración es el gran signo de este tiempo. No es un problema a resolver, es un evangelio a comprender. Francisco lo supo y lo gritó; León XIV lo hereda y lo va estructurando. Ambos nos recuerdan que el cristianismo es fe de migrantes: Abraham salió de su tierra, Israel cruzó el desierto, Jesús no tuvo dónde reclinar la cabeza, la Iglesia nació en Pentecostés como comunidad en camino.

El mundo teme a los migrantes porque recuerdan que nada es definitivo, que todo es tránsito. Pero estos dos papas proclaman que acoger al migrante es acoger al mismo Cristo. Rechazarlo es repetir la indiferencia de quienes pasaron de largo ante el herido en el camino de Jericó. El futuro de la humanidad se juega en ese rostro.

 10. La inquietud como herencia: de Francisco a León XIV

Hay un soplo de continuidad en la Iglesia, un hilo invisible que atraviesa los siglos y hoy se hace palpable entre dos pontificados. Francisco, profeta de la misericordia, y León XIV, peregrino de la escucha, caminan en la misma senda. No hay ruptura ni nostalgia, sino fidelidad creadora: una inquietud espiritual que se hereda y nunca se apaga.

Antonio Spadaro SJ - que fue director de la prestigiosa revista La Civiltà Cattolica y desde 2023 es subsecretario del Dicasterio para la Cultura y la Educación-  lo expresó con claridad: “León XIV no es un restaurador ni un rupturista, quiere conocer la realidad antes de intervenir”. Francisco había abierto la Iglesia como un río en deshielo. León XIV, con paso sobrio y diplomático, busca dar cauce a ese río, mantener unida la barca en un mar desgarrado.

Spadaro y su libro
Spadaro y su libro

Francisco priorizó la misericordia y la fraternidad, aceptando el desorden como parte de la vida eclesial. León XIV, con estilo sobrio, busca romper la polarización, tender puentes y mantener la fidelidad al Vaticano II y a Evangelii Gaudium. Uno abrió horizontes; el otro mantiene unida la caravana.

Epílogo espiritual

Los carismas religiosos no son ornamento, sino savia que fecunda la misión. Los dos últimos papas han aportado al Papado su impronta carismática y su pertenencia a la vida religiosa. En Francisco, el sello jesuítico marcó un pontificado de discernimiento y misericordia: mirar el mundo con los ojos del Espíritu, aceptar el desorden como lugar teológico y reconocer que en las periferias late la voz de Dios.

En León XIV, en cambio, resplandece el alma agustiniana. La inquietud interior, que no permite instalarse, se convierte en motor de escucha paciente y de unidad buscada con tenacidad. Su espiritualidad bebe de la certeza de que solo en Dios descansa el corazón, y que mientras tanto, la Iglesia debe ser hogar de comunión.

La fuerza ignaciana y la hondura agustiniana se encuentran en continuidad fecunda: dos estilos, dos acentos, dos llamas distintas que iluminan el mismo horizonte. Francisco abrió ríos de misericordia; León XIV sostiene su cauce en la unidad. Ambos, desde sus carismas, se convierten en testigos de que la Iglesia camina en la historia con el Espíritu, sostenida por la riqueza de tantos dones que confluyen en un mismo río de gracia.

Emigrantes
Emigrantes

Un reto (o un vuelo si queréis) a seguir persiguiendo es el de la continuidad profética: Acoger, proteger , acompañar e integrar al migrante, sin dejar que la indiferencia la impasibilidad ,  y la burocracia silencien su clamor.

Al escribir estas líneas, siento que camino ligero, junto a ellos:

Como Iglesia en éxodo, sabedor de que ninguna patria me retiene,

y que cada migrante, profeta de la esperanza , lleva en sus ojos la promesa de Dios.

En la frontera herida del mundo descubro mi propia frontera:

esa que me llama a amar sin medida,

a creer que todavía es posible un vuelo con dos alas:

un amor misericordioso, la una y un servicio a la justicia, la otra.

Un vuelo que sostenga y fundamente un canto jubiloso,que nos una en la esperanza.

Donde todos ven un emigrante, tu y yo vemos un hermano.

Bebé
Bebé Isaac Quesada

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