Habitar los confines Hombre religado: Dios implicado

(Andrés Ortiz Osés).- En su interesante librito "Habitar los confines" (Bellaterra, 2013), el teólogo italiano Carmelo Dotolo ofrece una especie de gramática de la existencia humana abierta a la trascendencia religiosa.

Existir es aquí ex-sistir, o sea, trascender, cuya sentido se basa en el principio de nuestra libertad como liberación de la realidad dada. La cual realidad no es un mero dato bruto, sino un don simbólico que la trasciende. La trascendencia aparece así como apertura de nuestra inmanencia, una inmanencia alterada por la alteridad medial del otro u otros, y finalmente por la alteridad radical del Otro cuyo nombre tradicional es Dios.

De esta guisa, la trascendencia comparece originalmente en este texto más que como límite, a lo Eugenio Trias, como un confín en el que confluimos todos al fin. El principio de trascendencia introduce en nuestro mundo cerrado una brecha o rajadura, una posibilidad abierta y una esperanza de liberación de la realidad opaca. En este sentido, el hombre mismo comparecería como el límite, mientras que Dios fungiría como el horizonte abierto, el horizonte que abre el límite ilimitadamente. Si el hombre es el límite del mundo, Dios sería su confín o confluencia, la otredad liberadora.

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