A propósito del Nuevo Testamento inclusivo y canario Juan Barreto: "Poderosas y frágiles palabras"

Nuevo Testamento canario
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"Los autores de esta adaptación, A. Quintana, F. Bermúdez, J. Sosa, J. Barreto, M. Peñate, R. Perdomo y A. Vilavert, se han propuesto con ello llevar a cabo un proyecto largamente acariciado: acercar al lector de las islas los textos bíblicos en un registro de la lengua castellana lo más cercano posible a la modalidad comúnmente hablada en nuestras comunidades"

"Con el fin de lograr una comunicación con el lector actual análoga a la pretendida por los textos con los lectores de su tiempo"

"No se entenderían estos libros, incluso en su morfología literaria, si no se comprendiese su particular concepto de “palabra”

"No fueron solo sus palabras, fue, sobre todo, su modo de vivir y con-vivir, y, finalmente de morir, lo que irrumpió en ellos como fuerza que trastocó sus vidas; la llamaron Espíritu de Dios"

Acaba de salir a la luz en la pasada primavera, en la Editorial Mercurio, la edición delNuevo Testamento. Una adaptación al lenguaje inclusivo y canario.

Los autores de esta adaptación, A. Quintana, F. Bermúdez, J. Sosa, J. Barreto, M. Peñate, R. Perdomo y A. Vilavert, se han propuesto con ello llevar a cabo un proyecto largamente acariciado. En efecto, hace más de 40 años, en el entonces Centro de Estudios Teológicos (CEST) de Las Palmas, germinó la idea que dio lugar a la edición, por el Departamento de Teología de las Realidades Canarias (TERECA), de una antología de textos del Nuevo Testamento, Jesús, el hombre nuevo; su objetivo era acercar al lector de las islas los textos bíblicos en un registro de la lengua castellana lo más cercano posible a la modalidad comúnmente hablada en nuestras comunidades.

En la presente edición los autores presentan, por fin, el texto completo de los libros que componen el corpus del NT. En el subtítulo se señalan las características que constituyen la novedad de la propuesta: Una adaptación al lenguaje inclusivo y canario.

Autores de la Biblia canaria

Esta adaptación parte de la traducción de los textos originales hecha por los profesores J. Mateos y L. Alonso Shöckel. La edición de 1987 de la misma contó con la colaboración de un equipo, F. Camacho, A. Urbán, J. Ríus y J. Barreto, que el profesor J. Mateos reunió en torno a sí, y que, trabajarían con él en Roma desde 1976 hasta 1987 en distintos proyectos de investigación sobre semántica y lexicografía griega del NT, lo que se tradujo en traducciones y comentarios específicos de gran parte de los textos de este corpus.

Esa labor coral fue puliendo y enriqueciendo la traducción inicial, con el firme propósito de ser irrenunciablemente fieles a los textos originales en su contexto lingüístico y cultural y, al mismo tiempo, proponer una versión lo más cercana posible al castellano hablado, con el fin de lograr una comunicación con el lector actual análoga a la pretendida por los textos con los lectores de su tiempo.

Es este último objetivo el que se han propuesto los autores de esta ulterior adaptación. Pretenden responder así a la naturaleza misma de estos escritos. En realidad es la consecuencia necesaria del mismo concepto de palabra que subyace a esta literatura.

Para la cultura hebrea, la “palabra” (hebr. dabar) no es meramente la forma verbal de un concepto, como podría concebirse el logos griego. A la palabra le es esencial la función mediadora entre sujeto y sujeto; no existe palabra sino en esa mediación: en dia-logo. Es más, la génesis de lo que llamamos mundo está en el acto mismo comunicativo de la palabra divina. La Palabra es creadora, y la creación es la expresión primigenia de su comunicación. El mismo ser humano es imagen, expresión de la divinidad, de la que, a su vez, ha sido constituido interlocutor.

Nuevo Testamento canario
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No se entenderían estos libros, incluso en su morfología literaria, si no se comprendiese su particular concepto de “palabra”. Ni el AT ni el NT constituyen un libro compacto, en realidad son dos colecciones de libritos o biblía, término griego que llegó a designar la entera colección. Pero aún más, apenas hay entre ellos uno solo que saliera de una sola pieza del trabajo de su redactor. La casi totalidad de ellos fueron creciendo como materia viva, incorporando nuevos elementos en su recorrido por el tiempo y el acontecer de las comunidades, sometidos por ellas a constante reinterpretación.

Estos libros no se entienden sin ese diálogo. En ellos encontramos tanto la palabra de Dios como la palabra del ser humano, o quizá mejor, solo encontramos la palabra de Dios entrelazada con la palabra del ser humano: la expresión de sus esperanzas y frustraciones, de sus gritos y perplejidades, de sus luces y sus sombras; lo verdaderamente sagrado de ellos es ese mismo diálogo. No es literatura simplemente piadosa; puede llegar a ser una literatura amarga; siempre una lectura apasionante, de la que no hay que esperar meras respuestas sin exponerse también a sus desafiantes interrogantes.

A este respecto conviene recordar que los escritos de NT, incluidos los evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan, no pretenden relatar la desnuda crónica de la vida de Jesús o de las primeras comunidades cristianas; contienen, más bien, el testimonio del impacto que produjo el maestro galileo en el grupo de sus seguidores —los que lo acompañaron y vivieron con él—, para los que supuso un vuelco en su modo de experimentar a Dios, de comprenderse a sí mismos y su relación con los demás.

No fueron solo sus palabras, fue, sobre todo, su modo de vivir y con-vivir, y, finalmente de morir, lo que irrumpió en ellos como fuerza que trastocó sus vidas; la llamaron Espíritu de Dios que, según ellos, llenaba en plenitud a Jesús y los llevó a experimentar a Dios como Abbá, Padre/Madre. Lo que “habían visto” los llevó a identificar a Jesús como La Palabra, según la expresión audaz de Juan: una realidad humana frágil, carne y hueso, expresiva del mismo ser de la divinidad como voluntad de presencia acompañante, compasiva y salvadora.

Nuevo Testamento canario

Estos discípulos primero, y la inmediata generación que convivió con ellos después y, finalmente, la que siguió a esta, fueron dejando, a lo largo del primer siglo, el testimonio de su experiencia, explicando sus recuerdos, interpretándolos a través del bagaje cultural que representaba la tradición religiosa de Israel y creando para ello su propio lenguaje; lo hicieron a medida que afrontaban el desafío de irse adaptando (¡fue un proceso!) a los nuevos contextos sociales, culturales y políticos, entre los que fueron asentándose. No se trató simplemente de la trasmisión de una doctrina, sino de la propuesta de un modo de vivir cuyo distintivo era un modo de con-vivir: fraternidad-sororidad universal.

Hubo que aprender mucho en el camino; no faltaron titubeos, perplejidades, enfrentamientos y zozobras. Todo esto está contenido en este corpus de escritos que, como tal, se cerró a lo largo del s. II. Las comunidades siguientes los consideraron su narrativa fundacional, su patrimonio de referencia. Son el testimonio de la “Palabra que crecía”, según la expresión afortunada de Lucas, al contacto con las nuevas experiencias con las que fueron encontrándose los seguidores del maestro galileo. Por eso, si bien el corpus quedó cerrado como canon de la experiencia originaria, las mismas experiencias que contiene quedan abiertas a las nuevas vivencias y perspectivas que aportarían los nuevos procesos históricos: los “signos de los tiempos” que se suceden y hacen actual el lenguaje con el que Dios habla a cada generación.

Estos libros se resisten a ser reducidos a un elenco cerrado de principios teológicos y morales atemporales; contienen más bien el código genético del movimiento de Jesús, un dinamismo interior que tiende a desarrollarse y crecer como la semilla y necesita culminar su ciclo biológico en contacto con la tierra del vivir humano, siempre renovado en el fluir histórico. Ha sido siempre tentación de las iglesias la pretensión de controlar ese dinamismo reduciendo el espíritu a letra muerta e instrumento de dominio; el procedimiento: aislarla del contacto vivo y dialogante con el acontecer de las comunidades.

Esta adaptación al lenguaje inclusivo y canario, no es una ocurrencia frívola y oportunista. Se trata de favorecer y actualizar la propia dinámica comunicativa de la palabra al acercarla al oído y a la sensibilidad de los destinatarios canarios. Conviene, sin embargo, recordar que lo que se propone es una traducción irrenunciablemente comprometida con el sentido de los textos originales y, ¡por lo mismo!, empeñada en una versión lo más cercana posible al instrumento de comprensión que constituye el lenguaje de sus destinatarios.

Lenguaje inclusivo

En cuanto a la adaptación al lenguaje inclusivo, hay que decir que es una propuesta audaz, pero no extravagante. Exquisitamente respetuosa con el sentido del texto, el criterio fue hacer explícito en la traducción el referente tanto masculino como femenino al que, en realidad, designan muchos términos y formas de género gramatical masculino. Esta opción tiene carácter testimonial, convenía adoptarla entre otras, por dos razones: la primera, para dar visibilidad al hecho de que fue una de las características más sorprendentes del grupo de seguidores de Jesús, desde sus orígenes en Galilea, que estuviera constituido tanto por varones como por mujeres. Jesús, que proclamaba la común condición de hijos e hijas de Dios, no hacía discriminación de género, lo que constituía, como lo subrayan muchos estudios recientes, un hecho contracultural relevante. Pablo lo expresa de forma lapidaria: “Ya no hay diferencia entre personas, sean judías o griegas, esclavas o libres, varones o hembras; todos ustedes son una persona en Jesús el Cristo.”

Sabemos que traducir la abolición de estas diferencias étnicas, sociales y de género, a la práctica cotidiana de las comunidades no fue en absoluto fácil. Y prueba de ello son las luchas en el seno de la mismas cuando se intentó llevarlas a la práctica; los mismos textos dan honestamente cuenta de ello, y esto, en sí mismo, es ya revelador (incluso en el sentido teológico). En segundo lugar, había que hacerlo, porque la iglesia, con una lectura descontextualizada de los textos, terminó dando cobertura al modelo patriarcal que heredó de la cultura ambiente, tanto judía como grecolatina. Sobre todo a partir del s. II, a medida que se fue conformando el modelo institucional patriarcal de la gran Iglesia, consolidado en el s. IV época de Constantino, la mujer fue siendo recluida en el nicho social de las comunidades de viudas y vírgenes, que constituirían su “jaula de oro”, excluidas en la práctica, de las tareas de corresponsabilidad en las comunidades. Pero la semilla estaba echada y no dejaría de florecer, aunque de forma discontinua, en todos los tiempos. Es hora de volver a liberar su fuerza. Las iglesias se lo deben a la sociedad y a sí mismas.

Por otra parte, en cuanto a la adaptación a la modalidad del lenguaje canario, conviene resaltar un rasgo que me parece especialmente significativo: la adopción del “ustedes” en vez del “vosotros” (las características fonéticas que tanto suavizan la pronunciación de nuestra habla, no tienen trascripción gráfica). Los textos del NT, por ser en su mayor parte narrativos y, en el caso de las cartas, dirigidos a destinatarios concretos, presentan continuamente situaciones de interlocución en que el uso de los pronombres personales es inevitable y copioso. El cambio a este registro lingüístico hace que el lector de nuestras comunidades sitúe estos textos en su clave de comunicación cotidiana, esto es, en la misma en que eran leídos desde el comienzo por los destinatarios a los que iban dirigidos. Por eso parece incoherente que en la lectura oficial litúrgica siga estando prohibido, en la práctica, el uso de esa modalidad de interlocución. No tiene explicación alguna, ni lingüística ni teológica; cabe suponer que sea solo un residuo arcaico de la confusión de lo “sagrado” con lo hierático y alejado de lo cotidiano. Jesús abolió esa diferencia, él hablaba arameo y además con acento galileo.

Juan Barreto
Juan Barreto

Me gustaría pensar que esta traducción, adaptada al lenguaje de nuestras islas, pueda ser ofrecida a los lectores como lo que ya es: una obra universal que desborda los límites puramente confesionales. Creo que los cristianos no debiéramos patrimonializar tal caudal. Sin ella no se podrían explicar elementos fundamentales de la literatura y cultura de Occidente; el ilustre vienés Jacob Taubes, filósofo e historiador, profesor en las principales universidades de Europa y EE.UU., consideraba una tragedia su ignorancia en las universidades, y proclamaba, «¡Sin ese vocabulario yo no podría enseñar filosofía alguna!». Poderosas Palabras es el título que el gran teórico canadiense de la crítica literaria Northrop Frye, dio a una obra suya en que analiza cómo la Biblia en su modo de expresión verbal profético y singular resuena a través de toda la tradición secular de la literatura.

¡Poderosas palabras…! Habría que añadir … ¡y frágiles palabras!. “La Palabra se hizo un frágil ser humano” reza el credo primitivo. Frágil y “derrotado” por tomar partido y hacerse cargo de los más débiles, a pesar del dios de los bien pensantes. Este libro no es mera tipografía. Bien lo sabía Jerónimo, el traductor de la Vulgata, cuando se quejaba en su carta a Eustoquio: «Los pergaminos están pintados con púrpura, su escritura se hace con oro fundido, los manuscritos tienen tapas cubiertas de joyas, mientras Cristo yace a la puerta desnudo y muriendo».

En el siglo en que los manuscritos comenzaron a ser copiados y distribuidos a las diócesis por orden del emperador y la liturgia de las comunidades fue copiando los rituales y la pompa de la corte, él vio el peligro. Estos libros contienen muchas palabras, pero todas convergen en una: un ser humano de carne y hueso, frágil, que sale al encuentro del hambriento, del desnudo, del encarcelado, del excluido… La Buena Noticia es que el rostro de ese ser humano es Dios-con-nosotros. Para el que se arriesgue a “verlo".

Nuevo Testamento canario

*Juan Barreto Betancort es doctor en Filología Bíblica Trilingüe

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