Re destapa el juego curial: la misa Pro Eligendo Pontifice como acto de campaña pro Parolin
"El partido de la Curia cierra filas en torno a su jefe, el cardenal Parolin, y está dispuesto a pasar página cuanto antes del pontificado de Francisco"
"En su homilía, Re no mencionó ni una sola vez al Papa Francisco, el pontífice recién fallecido y cuyo legado debería ser, por justicia y memoria, el punto de partida de cualquier reflexión eclesial en este momento histórico"
"El mensaje (en el doble lenguaje diplomático y curial) fue nítido: hay que pasar página, enterrar cuanto antes a Francisco y su primavera eclesial, y volver al orden y control de siempre"
"El descaro del decano ha destapado las cartas de la Curia y ha dejado claro a los demás cardenales que Parolin y su partido no quieren seguir los procesos abiertos por Francisco"
En la solemne misa Pro Eligendo Pontifice, el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, dejó claro de qué lado está el aparato curial. Su actitud, tan calculada como elocuente, fue un mensaje en clave a todo el colegio cardenalicio y al mundo: el partido de la Curia cierra filas en torno a su jefe, el cardenal Parolin, y está dispuesto a pasar página cuanto antes del pontificado de Francisco. Un pontificado al que quieren convertir en un paréntesis o en una primavera que no cuaje.
Primero, el gesto: en el abrazo de la paz, Re se acercó a Parolin y le susurró al oído un “auguri doppi” (“ánimos dobles”), una expresión que en el contexto vaticano se prestó a todo tipo de interpretaciones. No fue un simple saludo fraterno, sino un guiño público y descarado al candidato favorito de la Curia en du doble papel de director del cónclave y de papable máximo. Un espaldarazo en toda regla ante la mirada atenta de los electores y de los medios.
Segundo, el silencio: en su homilía, Re no mencionó ni una sola vez al Papa Francisco, el pontífice recién fallecido y cuyo legado debería ser, por justicia y memoria, el punto de partida de cualquier reflexión eclesial en este momento histórico.
En cambio, citó a Pablo VI y Juan Pablo II, y habló de “unidad” y “comunión”, pero sin una palabra sobre el proceso sinodal, la Iglesia de los pobres o las reformas que han marcado la última década. El mensaje (en el doble lenguaje diplomático y curial) fue nítido: hay que pasar página, enterrar cuanto antes a Francisco y su primavera eclesial, y volver al orden y control de siempre.
Re, que en el funeral de Francisco reivindicó la herencia de Bergoglio, ahora se quita la careta y se convierte en el abanderado de la restauración. Su homilía fue la hoja de ruta del partido curial: cerrar filas, blindar el aparato y apostar por Parolin, el jefe de los diplomáticos, el hombre de la élite y del statu quo. Un Papa para la Curia, no para el pueblo de Dios. O, en todo caso, un papa gatopardista.
Pero la jugada puede volverse en contra del aparato curial. El descaro del decano ha destapado las cartas de la Curia y ha dejado claro a los demás cardenales que Parolin y su partido no quieren seguir los procesos abiertos por Francisco. Así, Parolin solo podrá pescar votos en el caladero de los más conservadores, pero difícilmente los logrará en la mayoría bergogliana, que busca continuidad y no marcha atrás.
En este escenario, el beneficiado podría ser un candidato de síntesis, como Robert F. Prevost, que representa una posición media, capaz de tender puentes entre bloques y de garantizar la continuidad sin rupturas ni nostalgias.
Además, en la misa Pro Eligendo Pontifice, el cardenal Re insistió en la necesidad de “unidad” y “comunión” para la Iglesia. Pero, ¿acaso con Francisco no hubo comunión? ¿Está la unidad rota o, más bien, lo que buscó Francisco fue una unidad más profunda: la unidad en la diversidad, la armonía sinfónica de los distintos carismas y sensibilidades del pueblo de Dios?
La insistencia de Re en la “unidad” parece sugerir que el pontificado de Francisco habría fracturado la comunión eclesial, cuando en realidad Francisco defendió siempre una Iglesia plural, donde la diversidad es riqueza y el Espíritu Santo es el que une en la diferencia. Como él mismo proclamó, la unidad no es uniformidad, sino comunión en la diversidad, como una orquesta en la que cada instrumento aporta su voz para lograr la sinfonía del Evangelio.
Por tanto, apelar a la “unidad” como si hubiera que restaurarla tras Francisco es tergiversar su legado. El Papa argentino no rompió la comunión, sino que la profundizó, haciendo de la Iglesia una casa abierta a todos, donde la armonía surge precisamente del respeto y la integración de todas las voces y carismas. La verdadera unidad, la que el Espíritu suscita, no es la del silencio forzado ni la del pensamiento único, sino la de la diversidad reconciliada y fecunda.
La misa Pro Eligendo Pontifice, que debía ser un acto de comunión y oración, se ha convertido en un acto de campaña. El decano Re, en vez de ser garante de la unidad, se ha erigido en jefe de partido. Y la Iglesia, en vísperas del cónclave, asiste a la escenificación pública de una batalla por el alma del próximo papado.