La charla de Philippe Ariño en Barcelona Reprimir el deseo o cumplirlo "cristianamente"
(Xabier Pikaza Ibarrondo).- Me escribe XXX: Amigo Xabier, quiero pedirte un favor: ¿podrías publicar esta pequeña reflexión sobre la charla de Philippe Ariño en tu blog? También El País se ha ocupado del tema.
Me ha parecido que la breve reflexión que te adjunto puede ayudar a algunos, y que la atalaya de tu bitácora puede servir para que llegue a más gente. En esto, como en todo, con completa libertad por tu parte, que yo aceptaré como es obvio. Lo único, como en otras ocasiones, es que no aparezca mi nombre real. Por desgracia, aún gente como Ariño puede hablar, mientras que los que le podríamos discutir desde posturas internas en la iglesia no podemos...
XXX es un hombre espléndido, como persona, como amigo y como cristiano comprometido, y siento que tenga que hacerlo en secreto y con pseudónimo, como en una antigua película tres equis. Publico gustoso su reflexión, con la que concuerdo. Añado después una anotaciones mías.
1. Philippe Ariño: ¿Dolor del deseo homosexual? ¿O dolor del deseo a secas? (XXX)
Escribo esta reflexión con menos calma de la que desearía al tener poco tiempo, pero impelido ante la charla de Philippe Ariño en Barcelona. Con anterioridad he tenido ocasión de leer y conocer lo que plantea este activista católico homosexual pro-abstinencia. Creo que el desafío planteado por Ariño es de mayor calado que el de otros gais que pregonan la abstinencia y por ello creo que la respuesta debe ser más cuidada.
No estamos ante una persona poco formada o que sin más haya vivido reprimiendo sus deseos toda la vida. Al contrario, Ariño llegó a tener cierta notoriedad en el mundo gay, y llegó a escribir un Diccionario de culturas gais y lésbicas. No es un ignorante que ahora hable sin ton ni son. Tiene un gran bagaje cultural y capacidad de expresión; y las pone al servicio de su mensaje. Por ello, la respuesta tiene que estar a la altura. Las descalificaciones de trazo grueso no ayudan.
En el origen de su postura hay una experiencia dolorosa que él ha elaborado con notable potencia intelectual. Él ha vivido su sexualidad y su deseo como fuente de tensiones y de sufrimiento. A partir de ahí interpreta que este dolor venía acompañado de su homo-sexualidad, y no de la sexualidad y el deseo a secas (esto es importante).
Luego considera que la solución es abstenerse de "ejercerla" viviendo en abstinencia, esto es, "ahorrándose" los riesgos de intentar alcanzar los objetos del deseo sexual y erótico. Y por último, universaliza estos dos elementos: su conclusión de que el deseo homosexual -y no el deseo erótico o sexual en general- va acompañado de riesgo y dolor; y la conclusión de que hay que abstenerse. Todo esto lo combina finalmente con la teología del cuerpo dominante en la iglesia del cuerpo (la complementariedad varón-mujer como sine qua non de toda relación sexual válida) y ya tenemos el conjunto.

El problema principal de Ariño es que busca una interpretación objetiva de su vivencia y que de ahí deriva una aplicación a todas las personas con deseo homosexual, no necesariamente homosexuales, también bisexuales o heterosexuales.
Su vivencia íntima merece el máximo respeto, pero cuando hace de eso una explicación aplicable a todos y lo convierte en base para recomendar conductas, entonces podemos pasar al análisis. Y en este análisis es donde se ven profundas fallas. A partir de estas grietas, en cambio, podemos entrever un análisis más ajustado del deseo y sus riesgos que, éste sí, puede servirnos a todos, sea cual sea nuestro objeto de deseo (sexual, erótico, o también de otras plenitudes...).
El asunto es que identifica lo que él ha vivido con su deseo como relacionado exclusivamente con el deseo homo-sexual. En cambio, cuando yo escucho su experiencia, no veo tantas diferencias con otras experiencias sobre los riesgos inscritos en el deseo, y en especial en el erótico y sexual.
Desde antiguo (pero muy antiguo) se sabe que el deseo, en cualquiera de sus versiones, puede despertar lo mejor y lo peor de nosotros. Moviliza todos los recursos y dimensiones de la persona: pone en marcha mucha energía. Pero como en ello comprometemos mucho de lo que somos y de lo que tenemos por más preciado, incluida nuestra identidad, el deseo se mezcla con los miedos primordiales al abandono y la invasión; por ello puede generar tensiones que dan lugar a tensión y, si se manejan mal, incluso a violencia.
Todo esto está potencialmente en toda experiencia de deseo, y especialmente el erótico y sexual. En el deseo homosexual está también este riesgo, pues es deseo. Esto que es tan simple, y casi redundante, es en cambio lo que olvida Ariño. Y es lo que socava decisivamente su interpretación y su prescripción de abstinencia.
En efecto, el deseo homo-sexual alberga riesgos y potencial dolor, pero también el deseo hetero-sexual, por no hablar de las personas bisexuales, que viven ambos deseos, o quienes no encajan en ninguna categoría de personas pero que viven también el deseo.
La homosexualidad tiene dolor, muchas personas homosexuales tienen mucha rabia. Sí. Pero también todos los demás. Y así ocurre por el hecho de tener deseos. Porque no se cumplen, o porque, al querer vivirlos, nos han llevado a sentirnos heridos y por tanto a querernos defender, reaccionando de modos que hacen daño a otros y a nosotros mismos.
Ante ello, es comprensible que algunos tomen la salida de apaciguar el deseo, de no buscar satisfacerlo. Es la vieja solución de los estoicos, de un Spinoza o de un Schopenhauer. Y es una decisión sumamente respetable, que está bien para quien crea que es lo oportuno para él o ella.

Entiendo de sobra que alguien diga: "no me compensa intentar satisfacer este deseo; es mejor aceptar que no encontrará satisfacción y tratar de vivir en paz y con calma".
Pero también entiendo que otros quieran, y queramos, emprender el difícil camino de vivir nuestros deseos de manera equilibrada y sana, por caminos que eviten la violencia. Es el camino, también muy viejo, del muy viejo Aristóteles, seguido por el no tan viejo Santo Tomás: el camino de la virtud, de la educación de los deseos para que encuentren su auténtica plenitud. Y el asunto es que algunos creemos que el deseo homosexual puede vivirse teniendo relaciones sexuales y a la vez viviéndose integrado en un camino de educación de los deseos, en un camino de virtud; ciertamente, con las inconsistencias que hay en todo caminar y todo educarse, pero sin desistir.
Ahora bien, insisto, tengo claro que a otros les compense más abstenerse de este camino, pues es verdad que gasta energías y es legítimo que alguien puede prefiera dedicarlas a otras cosas: al trabajo intelectual, al voluntariado, a cuidar un jardín, a estar con amigos, a cuidar sobrinos..., a lo que quiera.
Lo que no puedo aceptar es que alguien como Philippe Ariño me diga: "esta ambigüedad del deseo es sólo del deseo homosexual, y la salida de apaciguar el deseo es necesaria para todos los homosexuales pero sólo para ellos; los heterosexuales en cambio no tienen que apaciguar sus deseos".
Un saludo y gracias de antemano!!
2. X.Pikaza. Unas anotaciones
Gracias XXX por ofrecerme tu reflexión. Conoces mi postura sobre el tema, la has visto en mi blog. No hace falta que te la repita... Pero quiero añadir a tu trabajo algunas reflexiones (que en el fondo están tomadas de mi libro La Familia en la Biblia, Verbo Divino, Estella 2015):
a) Un tipo de jerarquía de la Iglesia Católica no ha planteado ni resuelto aún de modo cristiano (ni muy humana) este tema. Tú lo sabes. Quizá es miedo, represión o evangelio, pues el evangelio ofrece no sólo la posibilidad, sino la necesidad, de plantear los temas de otra forma, de un modo abierto, sin acudir a un XXX de armario de libros prohibidos. Me gustaría que los homosexuales cristianos (y especialmente los del clero) pudieran decir lo que son y quieren, sin miedo. Y aquellos que han prometido "celibato" (igual que los heterosexuales del clero) que lo guarden, como dice Ariño, dentro de la actual legislación de la iglesia católica, de un modo voluntario y maduro, evitando todo riesgo de pederastía.

b) La reflexión final Ariño: Los homosexuales tienen que apaciguar (reprimir) sus deseos... mientras los heterosexuales no tienen por qué reprimirlos... me parece poco exacta para los homo-sexuales e insultante para los hétero-sexuales (como si para ellos el sexo fuera "dar rienda suelta al deseo"). El amor sexual es mucho más que no reprimir el deseo. La cuestión de fondo no es reprimir ni de dar rienda suelta al deseo, sino aceptarlo y "humanizarlo" en amor y respeto, convirtiendo el potencial de vida (deseo) en fuente de ternura y maduración,de gozo y comunión, y eso exige un "trabajo" más alto, tanto en línea homo- como hétero-sexual.
c) Ariño tiende a pensar la homosexualidad como un mundo confuso de deseos y de relaciones frustrantes... Puede haber algo de verdad en ello, por el hecho de haber sido (y seguir siendo en cierto plano) una condición que hoy por hoy debe esconderse en espacios XXX... Y también hay relaciones confusas entre los hétero...
Pues bien, frente a ese ocultamiento que lleva a la represión, el remedio no es "más represión" (¡negar los deseos!), sino más libertad y comprensión mutua, de manera que el deseo se pueda expresar y canalizar de una forma humana, sublimada y "carnal" (como supone Jn 1, 14), vinculando la pasión (¡necesaria en su plano!) con la ternura, dulzura y gratuidad, y especialmente con la "comunicación personal", con el encuentro tú a tú, y con la permanencia, la fidelidad... y el don de la vida (es decir, con la ayuda a los marginados, según el evangelio).
d) Amigo XXX (¡no puedo dar aquí tu nombre y le llamo XXX...) tú eres un hombre de claridad y respeto, de humanidad y evangelio....! Tú saber que siempre he dicho que no se trata de negar (reprimir) el deseo-amor homosexual, sino de vivirlo en humanidad, en respeto y cariño, en profunda comunión personal, de cuerpo y alma, según las circunstancias de cada uno, según los principios del sermón de la montaña (que habla de amor en gratuidad, no de condena, de los homosexuales)...
e) Tengo todo el respeto por la opción Ariño (me parece genial la actitud y fidelidad de los homosexuales que optan por el celibato, lo mismo que la de los heterosexuales), pero no quiero que se imponga su voz, ni me parece bien que el obispado de Barcelona le ofrezca su micrófono, si no permita hablar a Krzysztof Charamsa.

Lo siento por la verdad cristiana, y por el obispado de Barcelona. No sé cómo se puede hablar de la Sagrada Familia, y dedicarle un templo bellísimo... si se niegan los valores cristianos del templo real de la Sagrada Familia que es la de Jesús donde al lado de casados y solteros se admiten personas de otras tendencias, con otros problemas (empezando por las prostitutas, que son las expulsadas y utilizadas sexuales, a las que Jesús da primacía en su movimiento).
f) Este es un tema que en la Iglesia católica se encuentra vinculado al celibato del clero (homo-sexual o heterosexual), con sus inmensos valores... siempre que se viva en la línea de la reflexión de fondo de Pablo en 1 Cor 7, con su descubrimiento de la libertad radical cristiana, de hombres y, sobre todo, de mujeres al servicio de u propia opción de evangelio. Me alegra, por tanto, el celibato que propone Ariño en su caso, pero pienso que no puede imponerse a todo el clero y añado mucho menos puede imponerse a todos los homosexuales cristianos, como XXX (=AAA).
Gracias, amigo XX, por haberme confiado tu reflexión... Me gustaría que un día, en esta iglesia y en esta sociedad, tú pudieras escribir y firmar con tu nombre y apellido tus palabras. Estoy convencido de que lo harás un día, y será día luminoso para nuestra querida Iglesia.
Tenemos que vernos, amigo... Voy poco por las grandes ciudades..., pero te digo que en la Iglesia este pueblo de cien habitantes de la vieja Castilla te entenderían mejor que en la catedral de Barcelona. Las señoras piadosas del lugar te dirían: ¡Cumple el sermón de la montaña, que muchas cosas tiene para cumplir, y sé feliz, lo que se pueda, en este mundo!. Un abrazo, con un beso de Mabel.
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