35 años de la histórica misa de los Jerónimos Tarancón: arte y parte de la Historia

(Padre Ángel García, presidente de Mensajeros de la Paz).- Se cumplen los 35 años de una homilía decisiva para España y para la Iglesia en España. Fue el 27 de noviembre de 1975, en la iglesia de los Jerónimos, y la pronunció el entonces Cardenal de Madrid, Don Vicente Enrique y Tarancón, quien presidió la Misa de Tedeum con motivo de la asunción por parte de Don Juan Carlos del título de Rey de España.

Franco había muerto apenas 7 días antes. Era un momento de confusión, de incertidumbres sobre el futuro, de intranquilidad, de mucha dificultad a la hora de tomar una postura u otra.

De vez en cuando es bueno, aunque sea sólo para no olvidar, dar un repaso a la Historia, cosa que se hace inevitable cuando uno recuerda a Don Vicente, nuestro querido, y creo que no del todo justamente recordado, Cardenal Tarancón.

Y es que el Cardenal Tarancón es parte de la Historia con mayúsculas: de la Historia de la Iglesia, de la Historia de España, y también, si se me permite decirlo, de la sencilla y entrañable historia de Mensajeros de la Paz.

Mucho antes de que el cambio se utilizara como reclamo propagandístico, Tarancón fue "el cambio". Don Vicente destacó en el Concilio Vaticano II que cambió a la Iglesia, intervino en dos cónclaves que cambiaron al Papado, jugó un papel absolutamente decisivo en la Transición que cambió a España.

En el terreno personal, también cambió mi vida, como la de otros muchos diocesanos, en los años que fue Arzobispo en Asturias y en los que luego estuvo en Madrid.

Ahora es muy fácil, y hasta lógico, asumir sus posturas de reconciliación, de apertura, de libertad. Entonces no lo era. En eso fue revolucionario, en la Iglesia y sobre todo en el consistorio de la época. A los que entonces éramos jóvenes sacerdotes, el Cardenal Tarancón fue al primero al que le oímos hablar, y luchar por la libertad religiosa, por la independencia entre la Iglesia y el Estado, por superar el concepto de vencedores y vencidos.

Y, que yo sepa, también el primer cardenal que habló con sindicatos -entonces prohibidos- y partidos políticos en la clandestinidad.

También fue también un adelantado en lo social. Cuando fundamos en Oviedo el primer núcleo de lo que hoy es Mensajeros de la Paz, supo protegernos y disculparnos de muchas cosas más o menos heterodoxas, no del todo "políticamente correctas" como se diría ahora. Tarancón, todo un Cardenal, un Príncipe de la Iglesia, comió y durmió en los hogares, con aquellos chicos, que no tenían padre ni madre, pero tenían a todo un arzobispo como amigo. Nos sostenía espiritualmente, pero también nos llegaba su ayuda económica: nos daba lo que le devengaban los derechos de autor de sus publicaciones. Hasta su hermana, bendita mujer, nos ayudaba como voluntaria.

Fue él en persona quien nos indicó que creáramos una institución no vinculada directamente a la Iglesia, aunque sí conservara los principios del humanismo cristiano. También nos dio un consejo que, a la postre, resultó providencial para el futuro. "Ángel ven a Madrid, y crea una obra nacional para poder hacer más cosas, pero que sea una organización laica. Así tendrás más libertad, y podrás llegar a más gente que lo necesite" -me dijo en una ocasión.

Entonces nadie sabía, ni siquiera nosotros, lo que era una ONG, pero fundamos Mensajeros de la Paz y aquí estamos. ¡Qué razón tenía! ¡Qué acertada visión!

Cuando bendijo el primer hogar para niños sin familia de Mensajeros de la Paz dijo -recuerdo sus palabras y su voz como si fuese ahora mismo- que esta obra sea como el grano de mostaza, que crece y fructifica. Hoy, la Asociación Mensajeros de la Paz trabaja en 42 países del mundo atiende niños, mayores, mujeres victimas de violencia, discapacitados, comunidades enteras en África, Asia o América Latina en busca de justicia y desarrollo...y lo hace de manera autónoma, independiente, sólo poniéndonos de rodillas ante Dios y ante un niño, aunque a veces uno tenga que hacer reverencias a los que no son ni dioses, ni niños.

Si el SXX tuvo profetas, uno de ellos es Tarancón. Estoy convencido.

Proféticas, valientes, y de enorme trascendencia, fueron también sus palabras en aquella Homilía de Coronación. En esos momentos de dudas y temor él vio que no cabían ambigüedades, que era una ocasión única para las libertades, y había que manifestarlo claramente. Tarancón lo tuvo claro apostando por el Rey y la democracia desde la UNIÓN de todos, la reconciliación y el diálogo.

Sus palabras fueron un triunfo para la Iglesia Española respecto a la opinión pública española e internacional del momento. En cambio, las críticas, que también las hubo, -y muchas- le cayeron sólo a él. La famosa frase de "Tarancón, al paredón", que hoy nos parece ridícula, antes nos dolía y nos asustaba.

Me da mucha alegría que en Burriana, en Castellón, y en la Comunidad Valenciana se esté haciendo un gran esfuerzo en el recuerdo y en el homenaje a Monseñor Tarancón, aunque me apena un poco que, al menos en lo que yo he podido apreciar, esa implicación no sea ten intensa en la propia Conferencia Episcopal Española. Pero habiéndole conocido me atrevo a decir que esta circunstancia le hubiera gustado a Tarancón e incluso, con su fino humor socarrón, hubiera hecho algún chiste. No me cabe duda.

Me duele también que ni siquiera llegue de Roma, o de donde tenga que venir, esa tan deseada declaración de venerable, aunque para muchos de nosotros ya lo fue en vida, y lo seguirá siendo siempre. Un santo del siglo XX, aunque no le den ningún altar. No creo que le falten méritos. No sé si se podría decir que fue un mártir, pero sí puedo asegurar que sufrió, que sudó sangre, por defender a los obispos, por defender a la Iglesia, y que también sufrió poniendo a Franco en su sitio, o al Papa Pablo VI cuando le dijo "prefiero ser yo, a ser prudente".

Monseñor Don Vicente Enrique y Tarancón fue un hombre de su tiempo, y un hombre de Dios. De él aprendí a "Creer en Dios y en los Hombres".

A Don Vicente todos le querían y también le criticaban todos. Él quería a todos y criticaba a los que se lo merecían.

En la certeza de que él sigue velando por nosotros desde el Cielo, le pedimos de corazón: ¡SIGA BENDICIÉNDONOS, DON VICENTE!


Padre Ángel García
Presidente
Asociación Mensajeros de la Paz
www.mensajerosdelapaz.com

Volver arriba