Josep Miquel Bausset Los monjes de Viaceli
(Josep Miquel Bausset).- Del 18 al 26 de noviembre tuve el gozo de acompañar a los monjes de la abadía cántabra de Viaceli en los ejercicios espirituales.
La abadía de Viaceli, que es una fundación del monasterio de Santa María del Desierto, en Francia, nació el 1909 con el Breve de Erección Canónica del Papa San Pio X. Fue en 1912 cuando un grupo de monjes, con el P. Manuel Fleché como superior, hicieron votos de estabilidad, comenzando de esta manera la vida monástica cisterciense en Cantabria.
El origen de esta abadía tuvo como mentor al monje valenciano, P. Cándido Albalat Puigcerver, abad de Santa Maria del Desierto que fue el que aceptó el legado de los hermanos Manuel, Antonio y Valentín Quirós para fundar un monasterio, con la misión de dirigir un Instituto Agrícola que formara a los jóvenes de aquella zona en las tareas del campo.
El abad Cándido Albalat nació en Xàtiva el 3 de octubre de 1854. Al no existir la posibilidad de ingresar en una orden religiosa en España, debido a la desamortización de Mendizábal, el joven Cándido, que deseaba ser monje, ingresó el 11 de julio de 1870, fiesta de San Benito, en la abadía de Santa Maria del Desierto, donde el 19 de septiembre de 1881 fue elegido abad. Cándido Albalat murió el 17 de agosto de 1915, después de un servicio abacial fecundo, entre otros motivos por haber propiciado la fundación del monasterio de Viaceli.
Fue el año 1904 cuando comenzó la construcción del Instituto Agrícola de Cóbreces y en 1906, la iglesia y el monasterio para los monjes. En 1920 el monasterio fue erigido en priorato y en 1926, en abadía, de la que el P. Manuel Fleché fue su primer abad. En 1936 diversos monjes sufrieron martirio por su fe en Jesús.
Los monjes cistercienses de Viaceli son, en medio de la sociedad, testigos de esperanza y de fraternidad, de comunión y de reconciliación. Estos monjes con los que he convivido una semana larga, son centinelas de la noche, ya que en la oración ya anuncian la luz de un nuevo día.

Los monjes de Viaceli son testigos de la gratuidad del amor de Dios y artesanos de paz y de alegría. Y es que el monasterio es un lugar de espera y de búsqueda de Dios. Por eso estos monjes buscan a Dios en la simplicidad, la sobriedad y la sencillez de vida, a través de la oración, que es el centro de la vida comunitaria y del trabajo, así como también en la acogida fraterna de huéspedes.
Como dijo Ambrosio Southey, "el amor incomprensible con el cual Dios nos ama gratuitamente, está en la raíz de la vida monástica". Y por eso mismo "la vida monástica es en la Iglesia, un testimonio de la gratuidad del amor".
La vida fraterna que he podido compartir en Viaceli, es una imagen del amor trinitario de Dios. Y es que en un clima de silencio, cada monje de Viaceli se abre a los otros hermanos desde el corazón, y por eso, estos hombres de Dios son capaces de percibir mejor la tristeza de una actitud o la alegría de una mirada.
Desde las Vigilias, a las 4,30 de la madrugada, en el corazón de la noche, hasta las Completas, a las 9 de la noche, pasando por la oración de Laudes y la Eucaristía, Tercia, Sexta, Nona y Vísperas, los monjes de Viaceli se unen a la acción de gracias de la Iglesia en la liturgia que celebran con gozo. Además, la Lectio Divina o lectura orante de la Palabra de Dios que llega y que llena el corazón, va impregnando a estos hombres que, en comunidad, viven unidos en la alabanza a Dios. Las comidas en silencio, escuchando un texto apropiado, alimenta el espíritu para que estos monjes vivan atentos a Dios y también a los problemas y a las esperanzas de nuestro mundo.

El trabajo en la hospedería, acogiendo a los huéspedes y en la fabricación artesanal de queso, hace de estos hombres, centinelas en la noche y buscadores de Dios.
La abadía de Viaceli, en 1930, dio vida monástica al histórico monasterio de Santa María de Huerta, en Castilla y León y el 1966 al de Sobrado de los Monjes, en Galicia. Y todavía, en 1987, estos monjes hicieron una fundación en la República Dominicana.
Utilizando una idea del monje Thomas Merton, el abad actual de Viaceli, el P. Alejandro Castro, ha escrito que "lo que se nos pide actualmente a los monjes, no es tanto hablar de Cristo, como dejar que Él viva en nosotros, para que la gente pueda encontrarlo sintiendo como vive en nosotros".
Los monjes de Viaceli, centinelas en la noche, nos ayudan a crecer en el amor a Jesús y a los hermanos desde la gratuidad de la oración y en el servicio abnegada. Centinelas de esperanza, los monjes de Viaceli convierten el monasterio, de una manera paciente, en una escuela de vida fraterna, con luces y sombras, sufrimientos y alegrías, comunión y soledad.
Los monjes de Viaceli son centinelas de confianza, que crean un clima de amabilidad y afabilidad en el trato, en el respeto al otro, sea quien sea. Estos monjes son testigos que transmiten valores humanos que hoy van desapareciendo, como el silencio, la pureza de corazón, la humildad, la sobriedad y la austeridad de vida y el saber compartir.

Los monjes de Viaceli hacen del monasterio una escuela de caridad, lugar donde se cultiva y se aprende el arte de amar en la experiencia de la comunión, aprendiendo a pasar del "yo" al "nosotros" y de los "otros", al "nosotros y yo".
Los monjes de Viaceli son centinelas en la Iglesia, en una comunidad que necesita profecía más que vaticinio, ruptura y no conformismo, radicalidad en vez de sectarismo. Estos monjes nos enseñan a que lo imposible puede ser posible, ya que la esperanza crea vínculos de comunión que hace desaparecer los miedos.
Los monjes de Viaceli son hombres que nos hacen descubrir que en medio de tantos recelos y desconfianzas, podemos comprender al otro sin juzgarlo ni prejuzgarlo, aceptándolo tal como es. Son hombres que aman sin condiciones, sin poseer nada ni a nadie, ya que Dios es su único tesoro. Estos monjes son los que abren un camino de profecía, con una esperanza libre de miedos, para así, como decía San Bernardo, "caminar en el Espíritu y vivir de la fe".
Estos centinelas de la noche son los que nunca pasan de largo ante las fragilidades y el dolor de los que sufren, los que curan las heridas de los que están al margen del camino, los que saben enjuagar las lágrimas de los que lloran, los que con su vida de oración, iluminan la oscuridad de nuestro mundo. Y todo esto son capaces de hacerlo por que hunden sus vidas en la Palabra de Dios.
Entrar en Viaceli y convivir unos días con estos monjes cistercienses, ha sido para mí una gracia, ya que he podido compartir con ellos la oración, el silencio y la fraternidad, en una comunidad de esperanza.
