"Este es un libro de recapitulación de su propio pensamiento que a lo largo de varias décadas ha ido desarrollando y difundiendo" A propósito de 'Cristianismo radical' de Juan José Tamayo

Juan José Tamayo
Juan José Tamayo

"El emperador Constantino adopta el cristianismo como religión propia -y, por tanto, del imperio- vinculándolo así al Estado y al poder. Desde entonces no ha dejado de haber una corriente, generalmente la dominante, que ocupa una posición privilegiada en la esfera política"

"Cristianismo Radical de Juan José Tamayo rastrea la corriente igualitaria desde sus orígenes hasta hoy y se inscribe plenamente en ella, como nos cuenta en la Introducción"

"Una de las dimensiones de la desigualdad sobre las que Tamayo ha sido especialmente beligerante es la que atañe a la relación entre hombres y mujeres dentro de la iglesia católica"

"Tamayo construye una teoría religiosa que no solo se enfrenta a las instituciones eclesiásticas cómplices de los poderes políticos y económicos, sino que va más allá al entender el cristianismo como una práctica social que debe fundirse en lo humano para avanzar hacia la utopía igualitaria"

Bajo el símbolo de la cruz y la figura de Jesucristo, las formas de cristianismo no solo son distintas sino opuestas, tanto en el pensamiento como en los actos. Ello puede bien comprenderse por su larga historia y su amplia extensión, pero no deja de sorprender que tal variedad se refiera incluso a uno de sus aspectos centrales y más novedoso: la igualdad entre los seres humanos. Si durante los primeros siglos parece ser que era práctica generalizada entre las comunidades cristianas, pronto se produjo un acontecimiento que transformó profundamente la concepción originaria de igualdad.

El emperador Constantino adopta el cristianismo como religión propia -y, por tanto, del imperio- vinculándolo así al Estado y al poder. Desde entonces no ha dejado de haber una corriente, generalmente la dominante, que ocupa una posición privilegiada en la esfera política, aunque la otra corriente tampoco ha dejado de existir, si bien con una vida más difícil y con frecuencia en los márgenes o en el exterior de las iglesias. Cristianismo Radical de Juan José Tamayo rastrea la corriente igualitaria desde sus orígenes hasta hoy y se inscribe plenamente en ella, como nos cuenta en la Introducción. Este es un libro de recapitulación de su propio pensamiento que a lo largo de varias décadas ha ido desarrollando y difundiendo. 

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Cristianismo radical

El autor nos explica cómo desde los inicios de su carrera intelectual practicó el diálogo entre religiones, disciplinas y culturas, hasta el punto de la transgresión doctrinal, sin la que, afirma, no es posible ejercerlo plenamente. Recuerda como poco a poco se fue desembarazando del pensamiento etnocéntrico en el que fue formado para hacer suya la hermenéutica de la sospecha, teorizada por Elisabeth Schussler-Fiorenza. De la teología y la filosofía se abrió a las ciencias sociales y al marxismo que, siguiendo a Ernst Bloch, define como la más elevada forma de esperanza, que, sin embargo, no puede hablar sin la razón. Todo ello le condujo a la práctica militante en el movimiento de Cristianos por el Socialismo, así como en comunidades de base. 

El libro se estructura en torno al eje temático de los desafíos actuales a los que se enfrenta el cristianismo, aunque casi todos ellos lo son asimismo de la humanidad en su conjunto. En primer lugar, aparecen la pobreza y la desigualdad de cuya pervivencia la Iglesia no ha dejado de ser cómplice, a pesar de la reiteración de Jesús de Nazaret en la crítica a la riqueza y al poder económico. No solo él, recuerda el autor, sino que otros muchos movimientos desde entonces han abogado por la vida austera e igualitaria como las órdenes mendicantes, los místicos y místicas, la Reforma protestante o la Teoría de la Liberación. La pobreza en ocasiones se superpone a otras formas de discriminación como en el caso de las mujeres, las personas racializadas o inmigrantes.

Pero hay también un cristianismo legitimador del capitalismo, que Tamayo critica, como el representado por Michel Camdessus quien siendo gerente del Fondo Monetario Internacional defendió la idea de que los empresarios hacen realidad el ideal cristiano de solidaridad. Frente a ello el autor considera que el cristianismo debe apoyar un proceso de mundialización igualitaria alternativo al neoliberalismo.

Una de las dimensiones de la desigualdad sobre las que Tamayo ha sido especialmente beligerante es la que atañe a la relación entre hombres y mujeres dentro de la iglesia católica. Frente a las iglesias protestantes, en las que hay desde hace tiempo pastoras y obispas, el cierre férreo de la jerarquía católica mantiene a este sector del cristianismo paralizado en un tiempo patriarcal ajeno al mundo de hoy. No deja de haber iniciativas y acciones, tanto en el campo de la teología como de la reivindicación de una presencia significativa en la organización eclesial, pero la respuesta institucional es muy escasa.  Menor todavía es la que reciben las personas LGTBI+, lo cual hace decir al autor que así ¡hasta Dios se dará de baja de las religiones! y con él muchos de sus seguidores, empezando por las mujeres y quienes se identifican con una sexualidad diferente de la heteronormativa.

Tamayo

Poca atención dedica el cristianismo dominante a la problemática ecológica; en realidad todavía tiene que cuestionar el viejo paradigma del desarrollo tecnológico ajeno al impacto sobre la naturaleza, como señala el capítulo dedicado a esta cuestión. Se habla de la Divinidad como realidad panrelacional, de interdependencia no solo con los demás seres humanos, sino con los otros seres del cosmos, de la ética del cuidado con la humanidad y la naturaleza, y del Cristo cósmico.

Por el contrario, la paz es uno de los grandes temas del cristianismo y a él dedica el libro un capítulo importante de terrible actualidad. Cita hermosas imágenes bíblicas sobre la convivencia del ser humano con otras especies animales también violentas y con aquellas que no lo son. La conocida respuesta a la brutal ley del talión -no resistir, ofrecer la otra mejilla- ha sido históricamente matizada con la teoría de la guerra justa que ha legitimado, y sigue haciéndolo, el belicismo. A ese concepto opone Juan José Tamayo el de paz justa, que no solo critica la guerra, sino que lo hace también a la paz impuesta, a la sumisión al poder o a la aceptación resignada de la injusticia.

Fiel a lo que dice de sí mismo en el capítulo introductorio, el cristianismo radical del autor transgrede todo tipo de fronteras, también las doctrinales. Eso abre su pensamiento a quienes no se definen como cristianos, pero comparten no solo su inquietud o desazón por la injusticia y la desigualdad sino también el interés por la utopía y el misterio. Siguiendo a Dietrich Bonhoeffer, figura múltiple del pensamiento y la resistencia a la opresión nazi, se refiere al cristianismo no religioso y hace suyas preguntas del teólogo luterano sobre qué significa una Iglesia en un mundo sin religión o cómo vivir como si Dios no existiera siendo cristianos. Propone un camino anclado en la inmanencia, en la humanidad existente, más que en la trascendencia alejada del mundo, y aboga por la secularización, que concibe, como Johann Baptist Metz, no en oposición sino continuidad con el cristianismo. 

Cristianismo radical

Tamayo construye una teoría religiosa que no solo se enfrenta a las instituciones eclesiásticas cómplices de los poderes políticos y económicos, sino que va más allá al entender el cristianismo como una práctica social que debe fundirse en lo humano para avanzar hacia la utopía igualitaria. El despojamiento al que apunta es mucho más profundo que el de las órdenes franciscanas, Santa Teresa o San Juan de la Cruz puesto que va a la propia matriz del pensamiento cristiano. Se trata quizá de un viaje de purificación y de búsqueda, cuyo desenlace no está escrito y recuerda al emprendido por Simone Weil.


*Constanza Tobío

Catedrática Emérita de Sociología

Universidad Carlos III de Madrid

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