'Un Concilio entre primaveras' La transformación de la Iglesia y el desarrollo conciliar
(Emilia Robles, Proconcil).- Estuve hace unos dias en la presentación del libro 'El Concilio entre primaveras' (RD/Herder). Escuchaba al fenomenólogo de la religión y hombre del Espíritu, Juan de Dios Martín Velasco. Dijo algo que me llamó la atención. No lo puedo decir textualmente, pero transcribiré lo que me sugirió.
Decía que una limitación, a su juicio, del Vaticano II y, tal vez, una dificultad para desarrollarlo, es que fue un Concilio sobre la Iglesia, pero no lo fue sobre la experiencia de Dios.
Junto a esto nos encontramos hoy con sociedades en proceso de secularización y dominadas por el Mercado, en la que los más formados e ilustrados se mueven en la indiferencia y muchos sencillos y menos formados se mueven en la superstición. Yo aludiría también a un renacer, en muchos ámbitos, del pensamiento mágico.
Esto, desde mi punto de vista le plantea un gran reto a la Iglesia hoy y al desarrollo del Concilio, camino a un nuevo proceso conciliar. ¿Cómo no separar, sino conciliar, el cambio imprescindible en la Iglesia, en las pastorales, en los ministerios, en las relaciones de poder que establece, en la recuperación en paridad de las mujeres, de modo que todo ese cambio no parezca un fin en sí mismo, sino que esté impulsado de forma continua por esa experiencia del Dios que se nos comunica a los cristianos a través de Jesús y que podemos experimentar de una manera especial desde el lugar de los y las pobres?
Significa que tenemos que ahondar eclesialmente en la experiencia del Dios de Misericordia, de Igualdad, que sale al encuentro del que le busca, no del que se cree haberlo encontrado; en la experiencia del Dios que se nos manifiesta a través de Jesús, porque sólo su Espíritu, si le hacemos hueco en nosotros, impulsará con mano firme y audaz los cambios necesarios para que la Iglesia pueda cumplir con mayor credibilidad y eficacia su Misión en las sociedades concretas en las que vive.
La experiencia de Dios necesita silencio del ego, aunque pase por las personas concretas; necesita distancia de las ideologías, aunque estas sean muletas en las que nos apoyamos para vivir en el día a día; necesita alteridad y proximidad al hermano o la hermana diferentes (esto incluye la pérdida de autorreferencialidad en la Iglesia) ; necesita vivir la pobreza y el desapego de otras seguridades y de la mundanidad. Necesita desprenderse de lenguajes sacralizados que no dejan pasar la vida a través de ellos...y esto ha de derivar en Creatividad, que no se opone a la Tradición, sino que la actualiza y la hace viva hoy.
Sin esta condición, ni la actividad secular, ni las actividades religiosas serán cauce de evangelización, es decir de recepción de la Buena Noticia del Dios que se nos revela a los cristianos a través de Jesús.
Esto reflexioné ayer mientras escuchaba al ponente.
También decía Juan de Dios que siente que Francisco apunta por buen camino en esta dirección.
Lo complemento con otra reflexión, que me hice al escuchar a la teóloga Isabel Gómez-Acebo, hablar sobre la participación de las mujeres en el Vaticano II.
Jesús devolvió, multiplicado, a las mujeres de su época lo que la sociedad les había arrebatado. Mientras que la Iglesia no devuelva, como Zaqueo, multiplicado por cuatro, aquello que durante siglos ha arrebatado a las mujeres, no estará en la perspectiva del Espíritu y se cerrará en parte a su transformación, para anunciar más plenamente la Buena Noticia. Y dado que la Iglesia está regida por varones, no podrá hacerlo sin contar con las mujeres, sean religiosas o laicas; casadas, solteras o viudas.