A lo largo y ancho de nuestro mundo
hay muchas personas que cuidan
y se responsabilizan de la gente más empobrecida,
marginada, que no cuenta,
que no puede consumir…
de “los nadies”, que diría Eduardo Galeano.
Yo conozco unas cuantas.
Son hombres y mujeres, jóvenes y adultos,
creyentes o no, que abandonan su seguridad
para dirigirse, sin pedir nada cambio,
hacia el otro, el desvalido, el enfermo,
el sufriente, el excluido.
Muestran con su delicadeza, con su ternura,
con su compromiso y su alegría
la verdadera misericordia,
la auténtica com-pasión,
el amor que supera las fronteras
de las ideas, las culturas, las religiones,
las costumbres, del miedo.
Se les considera como personas locas, ilusas,
o como peligrosas transgresoras
del orden social, político, religioso...
Por eso algunos de ellos y ellas
pierden las amistades, o les traicionan,
o se olvidan de su pasado común.
Pero si les miras a los ojos
encontrarás la profunda determinación
de seguir caminando cada día
junto a los más débiles y desheredados.
Son personas plenamente realizadas,
que desprenden por todos sus poros
miles de gotas de generosidad.