Resiliencia

Resiliencia

Hay momentos en la existencia en que todo parece oscurecerse, que no se encuentra ninguna salida, que estamos perdidos, sin nada a lo que asirnos ni nadie que nos apoye y consuele.  

Sufrimos por la enfermedad, los fracasos, el desmoronamiento de nuestras certezas, los desencuentros, infidelidades y deslealtades, la muerte de un ser querido… y nos encontramos de pronto con nuestra propia fragilidad.

Cuando aceptamos esa vulnerabilidad y reconocemos la herida que llevamos en lo más íntimo de nosotros mismos, podemos vislumbrar una hendidura por donde acceda la luz. Porque en la propia debilidad está latiendo ya la semilla de nuestra fortaleza.

Si logramos que el pequeño retoño de la esperanza comience a brotar, invitándonos a ponernos de nuevo en marcha, todo adquiere otro sabor, otro sentido, otra luminosidad.

Entonces surge desde nuestro corazón una capacidad latente, aún oculta, para enfrentar la adversidad: es lo que se denomina resiliencia.

La resiliencia nos ayuda a superar las situaciones de estrés y de presión motivadas por diversas causas, aportándonos un importante equilibrio emocional, para afrontar retos y acontecimientos adversos.

La resiliencia se verifica en esas situaciones límite. Es una fortaleza interior que supera a la mera resistencia, pues mientras que esta solo aguanta como la roca el envite de las olas, la resiliencia afronta y se sobrepone a las circunstancias más hostiles, en un proceso que transforma en conformación positiva un ambiente de desdicha y contratiempos.   

Pero, sobre todo, el proceso resiliente no es la consecuencia de la capacidad únicamente personal, sino de una consecución de hechos en los que participan distintas personas y factores, para que se logre salir fortalecido de esa situación y, lo más importante, sacar algo positivo aprendiendo de todo lo experimentado.

Por eso necesitamos de los demás para superar las pruebas que nos va presentando cada día la vida. El hombre y la mujer son seres sociales, que solo alcanzan su plenitud en el contacto e interrelación con el otro, con los otros. Únicamente la unión nos aporta la fortaleza interior para seguir avanzando por el camino de la existencia, con alegría y entusiasmo, a pesar de las dificultades.

La resiliencia, por lo tanto, se adquiere en mayor grado a través de una labor colectiva, mediante la presencia a nuestro lado de otras personas (familiares, amigos/as, personas solidarias, cercanas, desinteresadas) que nos ayuden a afrontar con confianza y actitudes decididas la adversidad.

Uno de los mejores frutos de la resiliencia es vivir con una actitud de humilde agradecimiento, por todo, por todos.

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