Pozos de ambición

JOSÉ DE SEGOVIA

Ya está en DVD la mejor película del año pasado, según las listas que suelen hacerse en enero con las opiniones de críticos y aficionados al cine. Aunque la verdad es que Pozos de ambición se estrenó ya en Estados Unidos a finales del 2007, consiguiendo el Oscar al mejor actor para su protagonista, Daniel Day-Lewis. Su titulo en inglés es Habrá sangre (There Will Be Blood). Por él recibió también el año pasado su director, Paul Thomas Anderson, el principal premio del festival de Berlín, el Oso de Oro.


Esta es una película que, tanto para la crítica europea como norteamericana, es toda una obra maestra. Basada el libro de Upton Sinclair, Petróleo, es un nuevo intento de hacer “la gran novela americana”, por medio de un enfrentamiento entre un petrolero y predicador, que acaba en una auténtica pesadilla. Es una historia desasosegante, que te lleva a un abismo de locura y oscuridad, que desvela la negrura de los pozos de ambición del alma humana.

La “gran novela americana” es el proyecto al que aspiran muchos artistas estadounidenses, cuando intentan dar forma en una obra a la realidad del sueño americano. El personaje de Daniel Plainview lleva el nombre claramente simbólico de Visión Clara en la película, aunque tiene otro nombre en la novela, pero se le conoce simplemente como Papá, Dad. Parece el “hombre duro y estoico, que lleva un asesino en su interior” de la conocida definición de D. H. Lawrence del mítico “americano medio”. Aparece enraizado en un paisaje agreste, intentando sacar plata y oro, en la oscuridad de un pozo en el desierto de California. Su historia es la de un hombre que se construye a sí mismo (selfmade man), pero que se sustenta sobre píes de barro, enajenado en sus delirantes sueños de poder.

Este nuevo anti-héroe no viene de ninguna parte, no tiene raíces familiares, amantes o confidentes. No conoce a su padre, su hijo no es en realidad su hijo, y su hermano es un falso hermano. Esa ausencia de pasado le obliga a proyectarse al futuro, pero la soledad del pionero le lleva finalmente a la soledad del magnate, en un auténtico descenso a los infiernos de la ambición humana. Su éxito resulta el pasaje más corto a la locura. ¿Insinúa Anderson que el dinero pudre el alma de las personas?, ¿o acaso es que el alma de los capitalistas está podrida desde el principio? ¿Fue el experimento americano una equivocación desde el comienzo?, ¿o los abusos del capitalismo se han producido porque nosotros nos hemos quedado cruzados de brazos?

Puede leer aquí el artículo completo de este periodista y teólogo protestante titulado Pozos de ambición
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