Apuntes en tono sinodal
| Gabriel Mª Otalora
León XIV me sorprendió en su primera aparición al referirse a la sinodalidad puesta en marcha por Francisco. Hasta en tres momentos se refirió a ella en su breve intervención: “caminar juntos”, “buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera”, y al final se refirió expresamente a ella: “queremos ser una Iglesia sinodal”. Este tema y la paz en el mundo fueron sus principales acentos en su primer discurso recién elegido sucesor de Pedro.
Creo que todavía no percibimos la importancia y las posibilidades de vivir a fondo el espíritu de la sinodalidad, a pesar de que este proceso de escucha caminado juntos comenzó en 2021, y ya se ha realizado una consulta, a nivel mundial, a todos los bautizados que han querido participar. Conviene recordar que se trata de revitalizar nuestra fe con actitudes fraternas de escucha recíproca intra muros para evangelizar mejor extra muros. No podemos dar frutos cuando las relaciones entre creyentes son mediocres. Si no vivimos la fe con otras actitudes, no es posible contagiar la Buena Noticia; y la sinodalidad “es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”, en palabras de Francisco, quien remató lo esencial: “Ante la pregunta de qué esperan de la Iglesia con ocasión de este sínodo, algunas personas sin hogar que viven en los alrededores de la Plaza de San Pedro respondieron: “¡Amor!” Este amor debe seguir siendo siempre el corazón ardiente de la Iglesia, amor trinitario y eucarístico” (Carta al Pueblo de Dios, 25 de octubre de 2023, aprobada por la Asamblea Sinodal).
El tema, pues, va de amarnos mejor para ser amor para todos. ¿Realmente entendemos la esencia de este camino sinodal así? Todo lo demás aún pendiente, que no es poco (responsabilidad e igualdad de las mujeres, renovación de estructuras y leyes, clericalismo…), debe abrirse paso desde esa primera reforma interior del corazón. Todavía estamos en tiempo de Pascua de Resurrección para empaparnos de la vivencia en las primeras comunidades, y cuyos referentes son el libro de Hechos y a las Cartas de diferentes apóstoles.
Si no logramos interiorizar que las actitudes de amor deben primar entre nosotros, las reformas imprescindibles pueden nacer cojas. El proceso sinodal culminará con una Asamblea eclesial en octubre de 2028, y algunos todavía no se han desperezado. Ya pasó la fase continental, desde septiembre de 2022 hasta marzo de 2023. La fase universal finalizó en octubre de 2024. En marzo de 2025 se aprobó la fase de implementación del Sínodo para su puesta en práctica en forma de acciones en las Iglesias locales. Y en 2027 se celebrarán asambleas de evaluación en las diócesis. Todo ello culminará con la publicación del documento -Instrumentum laboris- para los trabajos de la gran Asamblea eclesial de octubre de 2028.
Qué lejos nos pilla este proceso eclesial mundial, tan importante para la iglesia local; y qué poco interés ha suscitado esta iniciativa, comenzando por los obispos, a quienes el Papa Francisco les encomendó mantener la llama viva desde el comienzo mismo del proceso, y así sucesivamente hasta llegar a las comunidades parroquiales de base. No creo equivocarme si afirmo que una gran mayoría de católicos no tiene ni somera idea de este calendario ni tampoco de lo que se lleva avanzado hasta ahora. Ojalá que al menos cobremos importancia de lo que está por venir de la mano de León XIV.
Lo cierto es que las grandes transformaciones que necesita la Iglesia pasan por nuestra transformación personal desde la comunión, la participación y la misión. Aunque sea solamente porque la realidad cambia a gran velocidad afectando a nuestra manera de ser en el mundo. En resumen, que la sinodalidad es un proyecto de calado universal que tiene su epicentro en vivir mejor el Evangelio de manera personal y comunitaria. No me extrañaría que Semejante reto de ser luz en el mundo actual fuera completado con un Concilio Vaticano III; o con otro nombre, si el nuevo Papa elige un lugar diferente para celebrarlo…