¿Dónde está Dios? En Lesbos

La visita del Papa Francisco junto a los líderes de la iglesia ortodoxa griega a la isla de Lesbos es mucho mas que un gesto solidario con los preferentes del Evangelio. Se trata, es mi reflexión, de que el máximo representante de la Iglesia católica se abaja hasta uno de los infiernos hunanos más lacerantes de nuestros días, aquí al lado, en Grecia, en la Unión Europea. Es un gesto que recuerda a todos que Dios mismo está en el epicentro del sufrimiento más inhumano, esperando que nuestras manos repitan el milagro de los panes y los peces.

En la catequesis de este pasaje evangélico, Jesús pone en el centro a los apóstoles indicándoles: "Dadles vosotros de comer". No podemos separar nuestra responsabilidad porque se nos escape la solución operativa para ese millón de personas, familias enteras, seres humanos con la misma dignidad que nosotros, que ven con estupor como el derecho de asilo recogido en la Carta de Naciones Unidas se convierte en papel mojado en la Unión Europea.

Desconozco si Milton Freeman y la Escuela de Chicago son capaces de ver que estos lodos de Lesbos vienen de aquellos polvos neoliberales que priorizan el máximo beneficio sin importar las consecuencias, sean cuales fueren... siempre que no me caigan encima mío. El probelma no es la guerra, ni la hambruna, el problema son las personas concretas, únicas e irrepetibles que ahora se degradan emborronadas en un negro zaíno como una gran mancha de magma cada vez más caliente ante el pecado mortal de nuestro tiempo: la indiferencia.

“No estáis solos. ¡No perdáis la esperanza!”. Son las palabras de Francisco, que bien pueden ser las del mismo Cristo. “Los refugiados no son números, sino personas con rostros, nombres e historias, y deben ser tratados como tales”. “Esperemos que el mundo preste atención a estas situaciones de necesidad trágica". Seguimos esperando: a que el gobierno español autorice la entrada de los refugiados asignados: a que los dirigentes de Europa y del mundo acuerden intervenir en el origen del problema, pero no para aprovecharse una vez más más, sino para que estos refugiados puedan retornar porque ayudamos en el Medio oriente, en lugar de controlarlo todo, empezando por sus riquezas naturales; a que el resto de la jerarquía católica comparta el mensaje y los gestos del Papa. (¡Se lleva doce refugiados musulmanes para acogerlos en el Vaticano!)

Dios está especialmente presente con la inocencia que sufre. Tantos años de catecismo y liturgias piadosas laicales. Tanto tiempo de seminario y teología, eminencias e ilustrísimas, y todavía no captamos lo esencial. Pero no puede ser que la ortodoxia clericalista se impongan por más tiempo a la misericordia. No al menos en el nombre de Dios, que ahora está en Lesbos.
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