¿Dónde está Dios?

Anthony de Mello, jesuita indú, contaba esta parábola: “Viendo a una niña marginada, aterida y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente, me encolericé y le dije a Dios: ¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo? En pleno silencio, esa noche Él me respondió: “Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a ti”.

Incluso el que cree que Dios no existe, se preguntará en alguna ocasión: ¿Y los que dicen conocer de Dios, ¿por qué creen? ¿Qué significa en sus vidas creer? ¿Qué sienten o saben? ¿Por qué tienen ese tipo de experiencias? No podemos demostrar donde está Dios. Tampoco que no existe. La historia de las religiones se limita a demostrar la existencia de ese sentimiento religioso en muchas personas de todas las épocas y de muy distintas maneras que han dado sobradas muestras de haber tenido a Dios consigo.

Los cristianos tenemos la experiencia de que Dios está detrás -en medio- de toda manifestación auténtica de amor de cualquier persona y época, sea cristiano o no lo sea como el verdadero motor de la historia, la llave maestra para alcanzar la plenitud humana. Un Dios chocante, de lo pequeño, de lo sencillo, de lo auténtico. En su pedagogía no entra el interés calculador, como corresponde a un Dios amoroso. Es un Dios “absurdo” que transforma por dentro a quienes practican su mensaje pero que actúa respetando el buen o mal uso de la libertad de los hombres. Se le siente en la humildad y en la escucha; Él es amor y el hombre es experiencia de Dios aunque muchos no sean conscientes de ello (no ser consciente de esto no es una verdad última, decía Xabier Zubiri).

Este Dios es pura pedagogía que nos va descubriendo poco a poco trocitos de su divinidad en la medida que el hombre se abre a la escucha y, libremente, quiera. Dios no es nunca comodidad sino experiencia aunque la fe no se pierde jamás por buscar sin miedo la verdad. El Dios de Jesús es el de las bienaventuranzas y el del respeto a la libertad humana.

¿Que dónde está Dios? Está inmanente dentro de nosotros manifestándose con cada gesto de amor que realizamos al próximo en donde se manifiesta ¡como fuera nuestro hermano! Dios se manifiesta, está en el amor, es amor. Los que se decidan por este camino llegan a experimentar a Aquél que está sobre toda visión y sobre todo conocimiento descubriendo, al fin, donde está Dios: esperándome junto a la inocencia que sufre.

Me encanta esta hermosa oración que rezaba Raul Follerau:

Señor, enséñanos
A no amarnos a nosotros mismos
A no amar sólo a los nuestros,
A no amar sólo a quienes aman.
Enséñanos a pensar en los demás.
No sigas permitiendo Señor,
Que vivamos felices nosotros solos.

Misterio y grandeza.
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