¿Qué hacer?

La situación actual nace de actitudes tan antiguas como el ser humano. En el Gorgias de Platón aparece Sócrates defendiendo las leyes que imponen límites a los poderosos para defender a los más débiles a través de un concepto universal de justicia. Frente a él, el aristócrata Calicles se enfurece y defiende la ley natural del más fuerte: “La naturaleza misma demuestra que es justo que el fuerte tenga más que el débil y el poderoso más que el que no lo es. Y que es así en todas partes, tanto en los animales como en todas las ciudades y razas humanas, lo demuestra el hecho de que de este modo se juzga lo justo: que el fuerte domine al débil y posea más”.

Calicles me recuerda a los brokers financieros agarrados a semejante idea del mundo, ahora que están realmente preocupados por el Brexit. Saben muy bien que en una sociedad narcisista como esta, lo normal es que nadie se levantará por nada ni nadie, en la mejor escuela del divide y vencerás que ahora les incomoda porque han construido la existecia desde el interés y la codicia. No están sembrando comprensión ni compasión y algún día, claro, les puede tocar a ellos.

Los reiterados golpes de Estado financieros que hemos venido padeciendo en la UE, dejan entrever, más allá de la incompetencia de Bruselas, una clara apuesta por emular a Calicles con los mercados, a costa de la economía real, siguiendo la máxima de que los fuertes mandan, merecen riqueza y respeto mientras deciden la suerte de los débiles. Hasta el punto de que se puede solapar perfectamente esta “ley natural del más fuerte” con la “ley de los mercados”.

Ya sin caretas… ¿qué hacer ate un escerio entre turbulento e inseguro? Pues parece imprescindible mantener vivo al menos el espíritu ético y bíblico de Hessel: ¡indignaos!, excluida culquier violencia, a la vista de la realidad actual. Un espíritu sin violencia que debe denunciar el estrangulamiento de la actividad económica, el desprecio al desarrollo sostenible y el desmantelamiento del Estado del Bienestar. Y debe promover la reforma de un sistema injusto que está agotado, con la codicia como su valor fundamental. Indignarnos sí, pero desde la esperanza por construir un mundo mejor para el que tendremos que trabajar con ahínco en la dirección adecuada. Por ejemplo, siguiendo las recomendaciones de Karl Menninger, padre de la psiquiatría norteamericana, que en la distancia de más de dos décadas de su muerte, nos sigue iluminando el camino: “para combatir la depresión, sal de casa, encuentra a alguien necesitado y haz algo por él (o por ella). Libérate del Yo por un tiempo y empezarás a sentirte mucho mejor”. Seguir su consejo es el mejor punto de encuetro,Evangelio puro.
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