El único signo distintivo

Para Jesús, el signo distintivo de un cristiano no es otro que el amor. La cruz como signo no es más que una simplificación del Crucificado por amor a toda la humanidad. Son muchas las personas que me han dado lecciones de amor y que me ayudan a vivirlo con su vida o sus pensamientos admirables. María Zambrano es una de ellas, un referente intelectual a pesar del precario papel que se le otorgó a la mujer en la Iglesia del siglo XX. Entre sus pensamientos, releo una reflexión suya llena de esperanza en su libro Claro del bosque, que es una especie de corolario de que lo divino en el ser humano es un regalo y una tarea por descubrir y realizar; que el amor es un regalo creativo y siempre novedoso. Dice así: El amor trasciende siempre, es el agente de toda trascendencia en el ser humano. Y así, abre el futuro, la eternidad, esa apertura sin límite a otro espacio y a otro tiempo, a otra vida que se nos aparece como la vida de la verdad.

La vida de la verdad como un potencial regalado que vamos descubriendo a medida en que nos abrimos al amor. Intuyo aquí algo esencial. Somos a la vez pregunta y respuesta porque aunque nos empeñemos, no podemos vivir sin trascendencia, sin dioses aún en la forma de ídolos de todo tipo los que sustentar el anhelo de felicidad incluso en lo profano. Estamos hechos de amor y para el amor recíproco.

Como dice san Pablo, estamos llamados a completar la obra del Amor de Dios; pero no solo la obra material, sino la que Jesús llamó su Reino; reino de paz y justicia, de solidaridad… de amor. Completar la obra de la creación material sí, pero para el disfrute de todos, cosa que parece lejana. Pero que podamos llegar a ser la mejor posibilidad de cada uno empieza por dejarnos trascender al prójimo en su necesidad, que es lo teologal más cercano que existe fuera de nosotros. Amar, en fin, es sinónimo de perfección personal como un binomio que se retroalimenta: cuanto más amamos, más libres y perfectos somos.

Ambas creaciones humanas -material y espiritual- son evolutivas, se producen poco a poco: los avances en el mundo necesitan de siglos llenos de descubrimientos parciales hasta lograr asombrosas realidades jamás soñadas. En los avances en el amor ocurre parecido. Solo hay que ver el consenso de la comunidad internacional para el reconocimiento escrito de los derechos humanos universales, que han tenido que pasar miles de años y multitud de civilizaciones para que se logre al fin la firma de la mayoría de países de la Tierra… ¡a mediados del siglo XX! Nunca antes. Y todavía son papel mojado en muchos lugares del Planeta.

Leyendo a Zambrano, creo que cabe este axioma en el amor: si no creces en el amor no creces como persona. Sentirse amado es maravilloso, es un regalo creativo que nos coloca en el camino de "la vida de la verdad" porque no hay nada diferente que pueda llenarnos aunque los sentidos a veces nos producen espejismos de amor. Y a la recíproca, todo el bien que podamos hacer es un reflejo de nuestro Padre. Pero todo es más sencillo de formular cuando lo planteamos como el signo de los cristianos: amaos los unos a los otros como yo os he amado. Ni siquiera la cruz, sino el Crucificado por amor es el signo máximo de donación total de Dios cercano y amigo, pase lo que pase. Porque trasciende siempre, como expresaba María Zambrano; más que todas las cosas.
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