Carta de Navidad a los misioneros

Muchos de vosotros lleváis años celebrando la Navidad en tierras de misión, incluso en lugares diversos cada ciertos años. Otros, en cambio, no serán tantas las veces que vais a celebrar la Navidad fuera de vuestra tierra, y, sin duda, será un poco más difícil, pues los recuerdos son más inmediatos y cercanos. Sé que vuestra familia es ahora la gente con la que trabajáis, con la que compartís vuestras alegrías y sufrimientos. Y sé que, aunque siempre cuesta algo, en el fondo es lo que os está pidiendo el corazón, celebrarlo con la ‘familia que Dios nos da en cada momento’.
¡Cuánta gente cerca de vosotros os va a mostrar su afecto y agradecimiento por querer compartir con ellos la alegría del nacimiento de Nuestro Señor! ¡Cuántas personas van a valorar con ilusión todo lo que estáis aportando a sus vidas, instruyéndoles en la Palabra de Dios y acompañándoles en su caminar cristiano! Seguro que el Señor Jesús se hace especialmente presente en vuestras vidas a través de ellos. Sabed dar gracias a Dios por la presencia manifiesta de Él en vuestras vidas.
Por otra parte, comprendo que en vuestras casas, donde viven vuestros padres, hermanos, sobrinos... se os va a echar mucho de menos, aunque ellos también comparten con vosotros la alegría de saber que estáis junto a las personas que ahora más os necesitan. Seguro que ellos desearían hacerse presentes en vuestras tierras y veros cómo estáis trabajando por hacer cercano el Reino de Dios a los hombres. ¡Con ellos yo también me siento muy unido a vosotros y a vuestra entrega!
Quiero daros las gracias por el cariño y las muestras de afecto que me habéis mostrado con motivo de mi creación como Cardenal. Esta situación puede ser también motivo para sentirme aún más cerca de vosotros. Ser Cardenal, como ya he repetido en varias ocasiones, no es un honor o una recompensa, es un servicio que te pide el Señor y es necesario agrandar el corazón y la mirada. Vosotros estáis en mi corazón de un modo especial. Ayudadme a sentirme servidor de la Iglesia extendida por todo el mundo, y allí donde estáis vosotros, de modo particular. Gracias.
Os encomiendo a la Virgen María, nuestra Madre. Que Ella os llene de la alegría del Espíritu Santo. Rezad también por mí en esta nueva etapa de mi vida. ¡Muy feliz Navidad y un gran año 2017!