Peralta, el penúltimo obispo ensotanado

Los que hacíamos información religiosa en aquellos años –yo llegué a los 32 años en mi trabajo en Europa Press— conocíamos a monseñor Peralta Ballabriga no solo por sus virtudes como sacerdote y como obispo, sino por ser uno de los que más tardó en dejar la sotana para acudir a las asambleas plenarias de la Conferencia Episcopal.
Formaba parte de un grupo de nueve obispos que siempre votaban en la misma línea. Todos ellos se distinguían por ir siempre de sotana. Cuando al cabo de los años me desplacé a Roma para realizar mi trabajo, uno de mis compañeros de información me dijo una frase rotunda: “La democracia vaticana viste de sotana”. Debo puntualizar que son muchos los obispos que visten de sotana dentro de su palacio episcopal.
Los “compañeros de sotana” de monseñor Peralta Ballabriga eral el arzobispo de Toledo y Primado de España, cardenal Marcelo González Martín; los arzobispos de Zaragoza, monseñor Pedro Cantero Cuadrado, y de Burgos, monseñor Segundo García de Sierra; los obispos de Cuenca, monseñor José Guerra Campos; de Orense, monseñor Angel Temiño Sainz; de Sigüenza-Guadalajara, monseñor Laureano Castán Lacoma; de Orihuela-Alicante, monseñor Pablo Barrachina Estevan (éste es el único que vive actualmente de aquel grupo); y de Ciudad Rodrigo, monseñor Demetrio Mansilla.
Fueron los miembros de la Conferencia Episcopal que más batallaron en España al irse introduciendo los diversos cambios que llevó consigo el Concilio Vaticano II. Monseñor Barrachina llegó a defender la España confesional, cuando se negociaban los nuevos acuerdos concordatarios con el entonces secretario para los Asuntos Públicos de la Iglesia y posterior secretario de Estado del Vaticano, monseñor Agostino Casaroli. Está claro que este último llegó al cardenalato.
En aquellos años setenta se celebró una asamblea plenaria sobre la llamada “cárcel concordataria de Zamora” a la que acudió monseñor Guerra. Se trataba de un caso de protesta de sacerdotes encarcelados, ya que tenían una prisiónpara ellos. Un corresponsal holandés se acercó al entonces obispo de Cuenca y le dijo que le daba miedo, a lo que éste le respondió: “Pues yo me siento el Duque de Alba”. A posteriores asambleas no acudió monseñor Guerra. Pasaron muchos años con su ausencia. En ambientes de información religiosa se dijo que la causa era por sus diferencias con el cardenal Tarancón.
Cuando recuerdo a monseñor Peralta una de las primeras cosas que recuerdo es su defensa de la sotana para acudir a las asambleas plenarias de la Conferencia Episcopal y tambien lo serio en sus facciones que era a la hora de tratar con los periodistas. Por más que pienso no viene a mi mente una imagen suya con una sonrisa, cosa que he visto en los actuales miembros del Episcopado español, aunque muchos la sonrisa ni es lo habitual en sus caras. Esa falta de relación contrastaba con las tablas que tenía su secretario, el sacerdote Gonzalo Vera Fajardo, quien dialogaba con los informadores, aunque casi nunca se desplazaba a las asambleas plenarias que entonces se celebraban en la Casa de Ejercicios de El Pinar de Chamartín, que, con el tiempo, fue adquirida por el Ministerio de Defensa.
He leido en estos días las declaraciones del abad de Montserrat, padre Josep M. Soler. En el periódico aparecía con su hábito, pero con un talante muy distinto al de monseñor Peralta. Este religioso tiene razón cuando dice que algunos obispos españoles parecen querer volver al nacionalcatolicismo de la época del general Franco. La distribución territorial de España no es un dogma de fe. Coincido con él en muchas de sus apreciaciones.
Desde luego muchas de las afirmaciones del abad de Monserrat están en el otro polo del mapa de las que defiende el actual arzobispo de Toledo y Primado de España, cardenal Antonio Cañizares Llovera. ¿No estamos volviendo a la “España ensotanada” de monseñor Peralta, aunque los obispos no lleven sotana? Tiemblo solo de pensarlo. Hay otros obispos que tambien podrían ser claisificados en ese grupo, pero ahora. Monseñor Juan Antonio Reig Pla, de Cartagena-Murcia, es un ejemplo de ello, aunque trate con los informadores con clergyman. A mi tambien me da miedo. Solo me falta que me diga que es el Duque de Alba, ahora que se va a estrenar una película de Alatriste.
Nacho Fernández