De Santiago llega el consuelo

De Santiago llega un rayo de luz, de anuncio-denuncia y de esperanza. Con su habitual estilo ponderado y nada estridente, el arzobispo de Compostela, Julián Barrio, ha aprovechado su homilía del día del Apóstol para ofrecer una palabra de aliento a los más afectados por una crisis, que ya está haciendo sufrir y llorar a muchos. Esperanza cuando más se necesita. En el momento álgido de un tunel al que no se le termina de ver la salida.

Como buen pastor que es, Barrio comenzó por situar el fenómeno de la crisis en el ámbito espiritual. Porque, en medio de la vorágine económica se puede y se suele olvidar que "la existencia humana es una realidad abierta a lo trascendente" y que la religión cumple un papel social primordial. "La religión cristiana favorece la vida espiritual de las personas y de los pueblos, iluminando la dimensión cultural y social, la económica y la política".

Tras asegurar que, en ocasiones, "el progreso pretende sustituir la providencia de Dios", Barrio enlaza con una bella frase de San Agustín: "Para conocer la naturaleza de cada pueblo, hace falta mirar a las cosas que ama". El pueblo simepre amó a Dios. Y volver a un Dios, un tanto olvidado por la cultura actual, es la piedra angular para regenerar la situación actual. "Potenciar el diálogo entre fe y razón, entre política y religión, entre economía y ética, permitirá construir una civilización que no convierta al hombre en algo superfluo", asegura el prelado gallego.

A su juicio, volver a Dios y a Cristo, nos va a alejar de "la lógica del poder y del egoísmo". Es la lógica de los "procesos y mecanismos estrictamente económicos, movidos a veces por una especulación inmoral". Frente a esa lógica perversa, Barrio apuesta por el compromiso ético y moral: "La voluntad de servir ha de ser la opción para no poner el beneficio económico por encima del bien de la persona humana, ni el éxito individual por encima de la solidaridad. Buscar siempre el bien común con espíritu de justicia y ser para los demás embellecen nuestra existencia".

Porque, aunque nos digan lo contrario, no podemos creer que "la felicidad se puede conseguir a través de la acumulación de bienes, que la libertad consiste en la satisfacción de todos los deseos, y que la vida social puede resultar de la conjugación de todos los intereses privados".

Lo estamos comprobando en carne propia y, además, con miedo. "En medio del desvalimiento económico, provocado por el desorden moral, el miedo condiciona los diferentes aspectos de nuestra vida, y la crisis está repercutiendo de manera dramática sobre personas y familias con menos posibilidades".

Ante esta coyuntura, Barrio ofrece la cercanía y la ayuda de una Iglesia samaritana. "La Iglesia, siempre atenta a lo que afecta al hombre, está ayudando con su acción caritativa y social". Y, además, "nos llama a recuperar la confianza en los valores como la sobriedad, el esfuerzo, la veracidad, la comprensión, la honestidad, el compromiso social, y la gratuidad". Y, por supuesto, "nos indica que sólo Cristo es la respuesta a nuestras aspiraciones más profundas".

Desde aquí, aparece la esperanza: "La crisis puede ser ocasión de una toma de conciencia saludable para crear las condiciones de un nuevo estilo de vida que se concreta en que todo lo que queramos que haga la gente con nosotros, lo hagamos nosotros a la gente (Mt 7,12), mirando con confianza al futuro". E invocó la protección del "Amigo del Señor".

Gracias, Don Julián. Desde Compostela viene la luz de la esperanza. Y la palabra de la Iglesia se hace experta en humanidad.

José Manuel Vidal
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