"¿Sinodalidad con todas las consecuencias o una colegialidad a medio gas?" Sinodalidad y colegialidad en la era de León XIV: ¿Hacia una Iglesia verdaderamente en salida?

El poliedro de FRrancisco
El poliedro de FRrancisco

"¿Será León XIV un Papa sinodal con todas las consecuencias, fiel al proceso iniciado por el Papa Bergoglio, o se inclinará por una colegialidad más tradicional, menos arriesgada, pero también menos transformadora?"

"La sinodalidad es una Iglesia circular, no piramidal, donde la escucha, la corresponsabilidad y la participación son pilares fundamentales"

"La ‘colegialidad’ se centra en la comunión entre los obispos, que, junto con el Papa, ejercen su autoridad en la Iglesia"

"La sinodalidad, como la soñó Francisco, no es una moda pasajera ni una utopía inalcanzable, sino una exigencia evangélica para una Iglesia que quiere ser fiel a Cristo en el siglo XXI"

La elección del cardenal Robert Prevost como Papa León XIV, el pasado 8 de mayo de 2025 para suceder al Papa Francisco, abrió un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia católica. Con su lema 'In Illo uno unum' (“En Él, uno somos uno”), el nuevo pontífice ha dado señales de querer construir puentes, consolidar la unidad y avanzar en el camino trazado por su predecesor, Francisco.

Sin embargo, una pregunta resuena con fuerza en los corazones de los fieles: ¿será León XIV un Papa sinodal con todas las consecuencias, fiel al proceso iniciado por el Papa Bergoglio, o se inclinará por una colegialidad más tradicional, menos arriesgada, pero también menos transformadora?

En este artículo, analizamos las diferencias y semejanzas entre sinodalidad y colegialidad, las implicaciones de cada modelo para la Iglesia y la urgencia de que León XIV apueste decididamente por una Iglesia sinodal, en salida, que no deje a nadie atrás.

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Sinodalidad

Sinodalidad y colegialidad: dos categorías, un mismo horizonte

La sinodalidad y la colegialidad son conceptos profundamente enraizados en la eclesiología del Concilio Vaticano II, pero con matices distintos que marcan su alcance y su impacto. La ‘sinodalidad’, como la definió Francisco, es “el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”. No se trata solo de una estructura o un método, sino de un estilo, una actitud, una forma de ser Iglesia que implica a todo el ‘Pueblo santo de Dios: laicos, religiosos, sacerdotes y obispos, caminando juntos, escuchándose mutuamente y discerniendo bajo la guía del Espíritu Santo. Es una Iglesia circular, no piramidal, donde la escucha, la corresponsabilidad y la participación son pilares fundamentales.

Por su parte, la ‘colegialidad’ se centra en la comunión entre los obispos, que, junto con el Papa, ejercen su autoridad en la Iglesia. Es una expresión de la unidad del episcopado, ‘cum et sub Petro’ (con y bajo Pedro), que busca garantizar la fidelidad al Evangelio y la cohesión doctrinal. Si bien la colegialidad también promueve el diálogo, su enfoque es más institucional y jerárquico, limitado al ministerio episcopal, sin implicar necesariamente a todo el Pueblo de Dios.

Semejanzas

Ambas categorías buscan fortalecer la comunión eclesial y reflejar la naturaleza trinitaria de la Iglesia, donde la unidad no anula la diversidad. Tanto la sinodalidad como la colegialidad son respuestas al mandato de Cristo de ser “uno” (Jn 17,21) y se nutren de la tradición conciliar, especialmente de ‘Lumen gentium’.

Colegialidad

Diferencias

La sinodalidad es más inclusiva y dinámica, abriendo espacios para que las voces de los laicos, las mujeres, los jóvenes y los marginados sean escuchadas en los procesos de discernimiento. La colegialidad, en cambio, es más restrictiva, centrada en los obispos y en su relación con el Papa. Mientras la sinodalidad aspira a transformar las estructuras eclesiales, haciéndolas más horizontales, la colegialidad tiende a reforzar el marco jerárquico existente.

León XIV: un Papa en la encrucijada

Desde su elección, León XIV ha manifestado su intención de “proseguir el compromiso de Francisco en la promoción del carácter sinodal de la Iglesia católica”. En su primer discurso interreligioso, el 19 de mayo de 2025, subrayó que “sinodalidad y ecumenismo están estrechamente relacionados” y prometió desarrollar “formas nuevas y concretas” para una sinodalidad ecuménica.

Asimismo, en su encuentro con la Secretaría General del Sínodo, el 26 de junio de 2025, definió la sinodalidad como “un estilo, una actitud que nos ayuda a ser Iglesia, promoviendo experiencias auténticas de participación y comunión”. Estas palabras resuenan con el legado de Francisco, pero aún falta ver hasta dónde está dispuesto a llevar este proceso).

Como cardenal, Robert Prevost fue un colaborador cercano de Francisco, apoyando reformas como la inclusión de mujeres en el Dicasterio para los Obispos en 2022. Sin embargo, su estilo más institucional y diplomático, descrito por algunos como “fortiter in re, suaviter in forma” (firme en el fondo, suave en la forma), podría inclinarlo hacia una colegialidad reforzada en lugar de una sinodalidad radical.

León XIV
León XIV

Por ejemplo, su énfasis en consolidar el papel de las mujeres en la Curia, sin abrir la puerta al diaconado femenino o la ordenación sacerdotal, sugiere una cautela que podría limitar el alcance transformador de la sinodalidad.

¿Qué perdería la Iglesia sin la sinodalidad?

Si León XIV opta por una colegialidad más tradicional, relegando la sinodalidad a un plano secundario, la Iglesia arriesga perder el impulso renovador que Francisco insufló con su visión de una “Iglesia en salida”. Entre las consecuencias estarían:

 1. Exclusión de las periferias: La sinodalidad ha dado voz a los marginados, las mujeres, los jóvenes y las Iglesias locales del sur global. Una colegialidad centrada en los obispos podría silenciar estas voces, perpetuando una Iglesia autorreferencial y clerical.

 2. Freno a la conversión pastoral: Francisco insistió en que la sinodalidad es una conversión espiritual y estructural, que combate el clericalismo y fomenta la corresponsabilidad. Sin este enfoque, la Iglesia podría estancarse en estructuras rígidas, alejadas de los signos de los tiempos.

 3. Pérdida de credibilidad misionera: Una Iglesia sinodal, que escucha y dialoga, es más creíble en un mundo fragmentado. Si León XIV prioriza la colegialidad, la Iglesia podría percibirse como una institución cerrada, incapaz de responder a los desafíos contemporáneos.

 4. Debilitamiento del ecumenismo: La sinodalidad, como destacó León XIV, es clave para el diálogo ecuménico e interreligioso. Una colegialidad estricta podría limitar esta apertura, frenando los avances hacia la unidad de los cristianos y la fraternidad universal.

Papa de la primavera
Papa de la primavera

Una Iglesia sinodal: el camino de la esperanza

La sinodalidad, como la soñó Francisco, no es una moda pasajera ni una utopía inalcanzable, sino una exigencia evangélica para una Iglesia que quiere ser fiel a Cristo en el siglo XXI. Es una Iglesia que escucha los “gemidos del Espíritu” en el clamor de los pobres, que se deja interpelar por las heridas de la historia y que camina con humildad junto a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

León XIV tiene ante sí una oportunidad histórica: consolidar el proceso sinodal como un legado irreversible, haciendo de la Iglesia un “poliedro” donde quepan todos, desde los nostálgicos del incienso hasta los soñadores de las periferias. Esto implica no solo mantener las estructuras sinodales creadas por Francisco, como el Sínodo de los Obispos o los Grupos de Estudio, sino profundizar en ellas, dando pasos concretos hacia una mayor participación de los laicos, especialmente de las mujeres, y una descentralización que empodere a las Iglesias locales.

Papa FRancisco y la primavera sinodal
Papa FRancisco y la primavera sinodal

 Una petición al Papa León XIV

Santo Padre, la Iglesia y el mundo necesitan una Iglesia sinodal, una Iglesia en salida que no tema ensuciarse las manos, que no se encierre en sacristías ni se refugie en el poder. La sinodalidad no es un lujo, es una urgencia. Le pedimos, con respeto y esperanza, que no se conforme con una colegialidad tibia, que refuerce la jerarquía pero deje intactas las estructuras de exclusión.

Apueste por la sinodalidad con todas las consecuencias: una Iglesia donde los últimos sean los primeros, donde la escucha sea más importante que el mandato, donde el discernimiento comunitario ilumine los caminos del Evangelio.

Francisco abrió una puerta que no debe cerrarse. Usted, con su experiencia pastoral en Perú, su corazón latinoamericano y su espíritu agustino, tiene la capacidad de hacer irreversible esta primavera eclesial. No deje que el miedo o la prudencia apaguen el fuego del Espíritu. Como dijo San Agustín, “en Cristo, somos uno”.

Que su pontificado sea un testimonio vivo de esa unidad sinodal, para que la Iglesia sea, como soñó Francisco, “un hospital de campaña” y un faro de esperanza para un mundo herido.

Sinodalidad

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