El arzobispo emérito se queda a vivir en Burgos, en un palacete antiguo, que le costó 300.000 euros a la diócesis La casona de Villarmentero de Don Fidel y el caserón domotizado de Don Juan José

La casona de Don Fidel en Villarmentero
La casona de Don Fidel en Villarmentero

Además de los 300.000 euros de la compra, la restauración del caserón grabó las cuentas diocesanas con otros 180.000 euros

Se trata de un enorme caserón de piedra de 1900, con una superficie de 930 metros cuadrados, con salón, comedor, seis habitaciones, biblioteca, terreno cuidado, pozo y hasta merendero

El palacete, que está en Villarmentero, a pocos kilómetros de la capital burgalesa, era propiedad de Juan Carlos Elorza Guinea, vocal del Real Patronato del Museo del Prado

El arzobispo emérito de Sevilla, Juan Jose Asenjo, también se queda a vivir en la capital hispalense en una  casa señorial domotizada y con gastos de miles de euros en vidrieras

El 21 de noviembre de 2004, el que esto suscribe publicaba en El Mundo un reportaje que comenzaba así: “Vive en un palacete modernista con chófer, secretaria, personal de servicio y un Audi 6. No es el director ejecutivo de una multinacional, sino el cardenal emérito de Barcelona, Ricard María Carles. Un cardenal como los de antes. El retiro dorado del purpurado valenciano está provocando las iras de sus antiguos feligreses, que le reprochan su ostentación. Tanto es así que 12 personalidades catalanas piden a Roma que tome cartas en el asunto. Por el bien de la Iglesia”.

17 años después, algunos jerarcas de la Iglesia siguen pensando que son altos funcionarios de la casta clerical con derechos adquiridos, y la historia se repite. Ahora, en Sevilla y en Burgos. En Sevilla, monseñor Asenjo restauró suntuosamente un antiguo caserón de la calle Hombre de Piedra, donde vivió hasta ahora muy sencillamente el que fuera su auxiliar y, en la actualidad, obispo de Huelva, monseñor Gómez Sierra. 

Y, en Burgos, el arzobispo emérito de la capital castellana, Fidel Herráez, tras presentar su renuncia al Papa y ser sustituido al frente del arzobispado por Mario Iceta, también se ha quedado a vivir en la diócesis. Pero no en el seminario ni en la casa sacerdotal, que cuenta con un amplio apartamento donde residieron otros obispos jubilados, sino en un enorme caserón de piedra de 1900, con una superficie de 930 metros cuadrados, con salón, comedor, seis habitaciones, biblioteca, terreno cuidado, pozo y hasta merendero.

Juan Carlos Elorza
Juan Carlos Elorza

El palacete, que está en Villarmentero, a pocos kilómetros de la capital burgalesa, era propiedad de Juan Carlos Elorza Guinea, vocal del Real Patronato del Museo del Prado. Meses antes de presentar su renuncia, monseñor Herráez invirtió 300.000 euros en su adquisición, sin ponerlo en conocimiento de las instancias directivas de la diócesis, como el Consejo de Gobierno, el Consejo de Consultores, el Consejo de Asuntos Económicos o el Consejo Presbiteral.

“Una compra que se hizo con nocturnidad, sin seguir los pasos que prescribe el derecho canónico y que costó una auténtica fortuna”, se indignan los curas, al enterarse no sólo del dineral que ha costado el palacete, sino también de los 180.000 euros que el emérito invirtió en su arreglo. Y eso que, según dicen, el inmueble se encontraba en buenísimo estado, “con ascensor y todo”. Y, además, si algo le sobra a la diócesis burgalesa es todo tipo de casas e inmuebles.

Los curas saben que, si así lo desea, monseñor Herráez tiene derecho a quedarse en la diócesis. Como reza el canon 402 del Código de Derecho canónico en su apartado primero, “el obispo a quien se le haya aceptado la renuncia de su oficio conserva el título de obispo dimisionario de su diócesis, y, si lo desea, puede continuar residiendo en ella”. Y en el apartado segundo añade: “La conferencia episcopal debe cuidar que se disponga la conveniente y digna sustentación del Obispo dimisionario, teniendo en cuenta que la obligación principal recae sobre la misma diócesis a la que sirvió”.

Casona de Villarmentero
Casona de Villarmentero

Aún reconociendo que tiene derecho a quedarse en Burgos, los sacerdotes objetan que “una cosa es quedarse y otra invertir el dinero de la diócesis en sus propios caprichos y, si los quiere, que se los pague él de su bolsillo”. Y añaden: “No es de recibo, con la que está cayendo, que la diócesis se gaste un dineral en un palacete, cuando no hay dinero ni para las casas de los sacerdotes y las parroquias han reducido más de un 46% sus ingresos por la pandemia”.

Malestar, pues, e indignación entre gran parte del clero burgalés por la carga añadida que supone la estancia del emérito en la diócesis. ¿Y los fieles? La mayoría ya sabe que Don Fidel se va a quedar en los alrededores de la capital burgalesa, porque él mismo escribió en el Diario de Burgos un artículo, titulado 'Compartiendo mi caminar', en el que, entre otras cosas, decía: “Con mucho gusto y agradecimiento voy a seguir sirviendo en nuestra Iglesia en Burgos. Cuando presenté la renuncia por motivo de edad al Santo Padre, comenzaba a fraguarse en mí el deseo de quedarme a vivir en la Diócesis. Después de un tiempo de búsqueda y reflexión, surgió la posibilidad de adquirir y habilitar una casa en un pueblo cercano a la capital, a una distancia prudencial que no supusiera la más mínima sombra en la tarea del nuevo Arzobispo”. Eso sí, ni pío sobre la casona ni sobre el coste de su adquisición y de su restauración.

Herráez y Méndez Pozo
Herráez y Méndez Pozo

Por otra parte, muchos curas creen que la presencia de Don Fidel en la diócesis es, cuando menos, “incómoda para su sucesor”, especialmente por la más que dudosa herencia recibida por monseñor Iceta, que se encuentra con las manos atadas y sin apenas capacidad de maniobra ante las polémicas decisiones de su predecesor.

Los sacerdote citan, entre los ejemplos más significativos de esta “herencia que pesa como una losa” sobre el nuevo arzobispo, el de las polémicas puertas de la catedral, que costaron 1.300.000 euros, asi como su amistad con el controvertido empresario Antonio Miguel Méndez Pozo, dueño, entre otras empresas, de Promecal, el grupo de comunicación propietario 13 diarios, en todas las capitales de Castilla-León, Castilla-La Mancha y La Rioja.

Al que fuera importante miembro del PP, condenado por corrupción e indultado por José María Aznar, monseñor Herráez le puso nada menos que de vicepresidente del patronato para el VIII Centenario de la catedral.

Quizás por todo eso, el juicio de algunos curas sobre su arzobispo emérito es durísimo y le tachan de “hombre siniestro, con apariencia de abuelo manso y dialogante, pero despótico y engreído cuando se le contrariaba, que, en Burgos buscaba el aplauso y codearse de las altas esferas”.

Las nuevas puertas de la catedral de Burgos

Ahora, Don Fidel se queda en su casona palaciega, que va a compartir con una profesora de la Facultad de Teología, una trabajadora de la Casa de la Iglesia y dos cuidadoras. ¿Quién paga el servicio, además de los gastos de mantenimiento del palacete? Preguntas y más preguntas incómodas, a las que el arzobispo emérito debería contestar públicamente. El pueblo de Dios tiene derecho a saber y él, a limpiar su imagen, si puede y quiere.

En efecto, algunas fuentes señalan a RD que, para resarcir a la diócesis de los gastos ocasionados por la compra y la restauración de la casona de Villarmentero, monseñor Herráez está dispuesto a entregar al patrimonio diocesano dos pisos que posee en Madrid, en la zona de Pinar de Chamartín. Si así fuese, ¿se ha oficializado tal herencia o sigue en el reino de las buenas intenciones?

Herráez

En cualquier caso, la Iglesia en Burgos está escandalizada e indignada. “Es lo que tiene haber entendido el ministerio en clave de poder”, explica un cura burgalés. Una clave que, al parecer, ha contagiado a otros altos prelados. Desde el cardenal Rouco Varela y su ya famoso ático madrileño hasta el más reciente caso de la casa señorial domotizada y con gastos de miles de euros en vidrieras para el arzobispo emérito de Sevilla, Juan José Asenjo.

Según nos cuentan desde Sevilla, los restauradores del Palacio arzobispal han estado tres o cuatro días colocando muebles antiguos (entre ellos, una cómoda del siglo XIX), muchos libros y cuadros valisosos, como el 'Laureano' que el autor regaló a la archidiócesis y el emérito va a disfrutar 'en depósito' hasta su muerte. Y, por supuesto, continúa con secretario y coche oficial.

El Laureano de Asenjo
El Laureano de Asenjo

Además de los dispendios ocasionados por la restauración del caserón antiguo, comprado para ampliar la Casa sacerdotal, algunos curas sevillanos temen que "la presencia del emérito en la ciudad condicione a Saiz Meneses y cree intrigas y camarillas en su habitual política de chismes y 'llevasytraes'".

Quizás por eso, con su clásico gracejo sevillano, los curas y los miembros de las hermandades llaman a Asenjo “el arzobispo de la hucha, porque lo único que sabía decir era: 'Hermandades, pagar, hermandades, pagar'”. ¿Son éstos los pastores con olor a oveja de la Iglesia en salida, samaritana y hospital de campaña del Papa Francisco?

Asenjo

Volver arriba