De profesión, buscadores de herejes

Porque Jairo del Agua, nuestro magnífico bloguero, al que acuden miles de personas para saciar su sed de Dios con sus artículos repletos de misticismo, de recia espiritualidad y del realismo que da la vida a los laicos, es la última pieza de los cazadores doctrinales. Dicen que el bueno de Jairo es hereje. Simplemente porque se ha atrevido a decir que el Dios de Jesús es el Dios del amor no el Dios del temor. Léanlo, porque él lo dice asi.
Antes hicieron lo mismo con José Antonio Pagola o con Andrés Torres Queiruga. Disparan a todo el que se mueve y no vaya en su carro a misa. Incluidos obispos y cardenales. Hay que ver como tratan al cardenal de Barcelona, sin ir más lejos.
Ya sabes, Jairo, que algo bueno estarás haciendo cuando los buscadores de herejes te han colocado en su nómina y en su diana de bar.
Aunque la cacería, a veces, duela. Por injusta. Porque Jairo es un místico, un catequeta con amplios conocimientos teológicos (a diferencia de sus censores), un creyente muuy moderado, que expone su fe con una claridad y una clarividencia excpecionales. Un laico que, desde su propia vivencia de la fe en familia y en parroquia, está ayudando a mucos creyentes a caminar tras las huellas de Jesús.
Quieren quemarte, querido Jairo, pero ya sabes que no pueden. Son cuatro, apenas un puñadito. Eso sí hacen ruido, mucho ruido mediático. Y, cuando salen de caza, lo hacen todos a una y prietas las filas.
Pero no te apures, Jairo. Como decía un amigo mío, son pocos y cobardes. Por eso, ya sé que no te asustas ni les tienes miedo. Quizás, con lo bueno que eres, su actitud solo te dé pena, al ver lo que más de una vez has-hemos denunciado: el que algunos, que se dicen muy creyentes, más que creyentes parecen cazadores y hasta pretenden morder a sus hermanos.
No te preocupes, Jairo. Te quieren quemar en su hoguera, pero ya sabes que es de cerillas. Unas pocas cerillas que seremos muchos a apagar. Con nuestro aliento, nuestro apoyo y nuestro cariño. Sigue así "hereje de Dios", confortándonos en la fe de un Jesucristo humano-divino que puso el amor (no el temor) en el centro de su seguimiento.
José Manuel Vidal