"La santidad no puede ser un producto de consumo, sino una exigencia de transformación radical de la historia" Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati: dos rostros de la santidad en tensión

Las canonizaciones no son simples actos litúrgicos: son gestos de poder simbólico donde la Iglesia decide qué tipo de santidad se propone como modelo al mundo
"¿Qué santidad necesita hoy nuestro continente herido por la desigualdad, la exclusión y la violencia? ¿Una santidad de pantallas, “viral” y breve como un clic, o una santidad que se gasta en la calle, en la defensa del pobre y en la opción por la justicia?"
"Acutis, sin proponérselo, encaja perfectamente en este molde: joven, fotogénico, fácilmente comunicable en memes y hashtags. Frassati, en cambio, no entra en la lógica del mercado, porque su santidad incomoda, exige, interpela. De allí que uno se viralice y el otro permanezca en un relativo silencio"
"La tensión entre ambos modelos refleja, en el fondo, la tensión interna de la Iglesia actual. Por un lado, existe la tentación de ajustarse a la lógica del mercado religioso, midiendo su impacto en seguidores, likes o reproducciones. Por otro lado, persiste la tradición profética que insiste en la radicalidad del Evangelio vivido en la calle"
"Acutis, sin proponérselo, encaja perfectamente en este molde: joven, fotogénico, fácilmente comunicable en memes y hashtags. Frassati, en cambio, no entra en la lógica del mercado, porque su santidad incomoda, exige, interpela. De allí que uno se viralice y el otro permanezca en un relativo silencio"
"La tensión entre ambos modelos refleja, en el fondo, la tensión interna de la Iglesia actual. Por un lado, existe la tentación de ajustarse a la lógica del mercado religioso, midiendo su impacto en seguidores, likes o reproducciones. Por otro lado, persiste la tradición profética que insiste en la radicalidad del Evangelio vivido en la calle"
| Andrés Julián Herrera
En América Latina solemos mirar al cielo en busca de signos, pero también a la tierra para escuchar lo que murmuran los pueblos y lo que callan las mayorías. Las canonizaciones no son simples actos litúrgicos: son gestos de poder simbólico donde la Iglesia decide qué tipo de santidad se propone como modelo al mundo.
Ayer la Iglesia canonizó a Carlo Acutis y a Pier Giorgio Frassati, y este hecho nos invita a preguntarnos qué imágenes de fe y de vida cristiana se privilegian en nuestro tiempo. No se trata de un asunto de gustos ni de simpatías, sino de la manera en que la Iglesia, a través de estos gestos, ofrece referentes para millones de creyentes. Y aquí la tensión se hace evidente: ¿qué santidad necesita hoy nuestro continente herido por la desigualdad, la exclusión y la violencia? ¿Una santidad de pantallas, “viral” y breve como un clic, o una santidad que se gasta en la calle, en la defensa del pobre y en la opción por la justicia?
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El hecho de que Carlo Acutis sea reconocido masivamente como “el santo influencer” ya nos dice algo de nuestro tiempo. Sus imágenes circulan en Instagram, TikTok y YouTube, y su figura es presentada como modelo juvenil de la era digital. Nacido en 1991 y fallecido en 2006, Acutis vivió poco, pero dedicó parte de su corta vida a difundir por internet la importancia de la Eucaristía. Su historia es conmovedora en tanto revela una fe temprana y un deseo genuino de acercar a otros al Evangelio. Sin embargo, conviene interrogar críticamente este fenómeno: ¿no corre el riesgo de que la fe quede reducida a un simple consumo religioso mediático? La Iglesia, al canonizarlo, parece confirmar la sospecha de que evangelizar hoy consiste más en difundir mensajes atractivos que en asumir la complejidad del seguimiento de Jesús en la historia.
Gustavo Gutiérrez (2007) advertía que el cristianismo no puede reducirse a un “mensaje desencarnado”, pues la fe es inseparable de la historia y de la lucha por la justicia. El Evangelio, recordaba, es buena noticia para los pobres, no para las estructuras de poder que perpetúan la exclusión. Esta crítica se vuelve actual en el caso de Acutis: si la evangelización se entiende solo como visibilidad en redes, entonces se corre el peligro de convertir la fe en espectáculo. Y el espectáculo, aunque eficaz en términos de alcance, carece de la densidad transformadora que supone encarnar el mensaje de Cristo en la vida social y política.
Aquí es útil traer la voz de Jürgen Moltmann (1972), quien recordaba que “la esperanza cristiana no se sostiene en lo privado ni en lo espiritualizado, sino en la transformación de la historia hacia la justicia de Dios” (p. 89). Cuando la Iglesia presenta a Carlo Acutis como “modelo de santidad digital”, ¿no se está corriendo el riesgo de desplazar esa esperanza hacia una dimensión intimista, incluso banal, que deja intactas las estructuras de injusticia? En América Latina, donde los jóvenes sufren desempleo, violencia estructural y exclusión, un modelo de fe reducido a la conexión virtual puede terminar siendo una especie de placebo espiritual.
El contraste se hace aún más fuerte al considerar la figura de Pier Giorgio Frassati. Nacido en 1901 en una familia aristocrática de Turín, Frassati decidió orientar su vida hacia el servicio de los pobres, los trabajadores y los marginados. Su fe no se expresó en eslóganes ni en campañas, sino en un compromiso cotidiano que lo llevó a visitar enfermos, organizar acciones solidarias y participar en luchas sociales. La Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, en su primer número, recuerda que “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (Concilio Vaticano II, 1965/2013, p. 11). Frassati encarnó esta intuición décadas antes de que se formulara oficialmente: su santidad no fue un ejercicio de visibilidad, sino de encarnación radical.

Jon Sobrino (1998) recordaba que “los pobres son el lugar teológico donde Dios se revela y donde el cristiano es llamado a responder con radicalidad” (p. 45). Este principio, central para la teología de la liberación, ilumina la figura de Frassati, quien supo reconocer en los marginados el rostro de Cristo. Su santidad, lejos de la comodidad, se vinculó a la praxis concreta de la justicia. Y, sin embargo, en términos de popularidad mediática, Frassati resulta mucho menos conocido que Acutis. La paradoja es evidente: la santidad exigente, encarnada en la lucha cotidiana, resulta menos atractiva para la cultura contemporánea que la santidad de la pantalla y el “influencer”.
Este fenómeno no es accidental. Como bien señaló Franz Hinkelammert (2002), el capitalismo contemporáneo transforma incluso las experiencias religiosas en mercancías: lo sagrado se convierte en producto, listo para ser consumido. Acutis, sin proponérselo, encaja perfectamente en este molde: joven, fotogénico, fácilmente comunicable en memes y hashtags. Frassati, en cambio, no entra en la lógica del mercado, porque su santidad incomoda, exige, interpela. De allí que uno se viralice y el otro permanezca en un relativo silencio.
San Juan Crisóstomo ya denunciaba en la antigüedad este peligro de separación entre culto y praxis: “No honres al Cristo en los templos de mármol y piedras preciosas, mientras lo abandonas en el pobre que muere de hambre” (Homilía sobre Mateo, 50,3). La canonización de Carlo Acutis corre el riesgo de quedar en ese templo digital de mármol luminoso, bello pero vacío de compromiso, mientras los pobres siguen clamando en las periferias. En cambio, Frassati nos recuerda que la fe no puede divorciarse de la historia. La Doctrina Social de la Iglesia, desde Rerum Novarum (León XIII, 1891) hasta Laudato Si’ (Francisco, 2015), insiste en que el cristianismo debe transformar estructuras de injusticia, promover la dignidad humana y defender la vida en todas sus formas.
La tensión entre ambos modelos refleja, en el fondo, la tensión interna de la Iglesia actual. Por un lado, existe la tentación de ajustarse a la lógica del mercado religioso, midiendo su impacto en seguidores, likes o reproducciones. Por otro lado, persiste la tradición profética que insiste en la radicalidad del Evangelio vivido en la calle. En América Latina, esta contradicción recuerda a los relatos andinos donde se contraponen dos espíritus: el brillo engañoso que deslumbra pero no alimenta, y la tierra silenciosa que nutre sin alardes. La canonización simultánea de Acutis y Frassati puede leerse a la luz de esta sabiduría: la Iglesia reconoce ambas dimensiones, pero la sociedad probablemente se quedará con la que brilla más en la pantalla.

El papa Francisco, en Evangelii Gaudium, advierte contra el riesgo de un cristianismo superficial: “La espiritualidad cristiana propone una manera alternativa de entender la calidad de vida y alienta un estilo profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo” (Francisco, 2013, n. 222). Pier Giorgio Frassati encarna este estilo profético, mientras que Carlo Acutis, aunque de manera sincera, representa un modelo que corre el riesgo de ser asimilado a la lógica consumista de la cultura digital.
Enrique Dussel (1998) afirmaba que la Iglesia, cuando opta por modelos descontextualizados, corre el riesgo de legitimar la hegemonía de un cristianismo colonial, incapaz de escuchar las voces subalternas. En este sentido, no es irrelevante que Acutis sea promovido como referente universal en detrimento de otros santos que encarnan la resistencia de los pueblos. Frassati, aun siendo europeo, se acerca más a esa praxis liberadora que tanto necesita América Latina: una fe encarnada en la historia, comprometida con la dignidad de los pobres y abierta al riesgo de la persecución.
La canonización de Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati será, en este sentido, un espejo donde veremos no solo a dos santos, sino también a la Iglesia misma debatiéndose entre la tentación del espectáculo y la verdad de la encarnación. América Latina ya ha mostrado su preferencia: el cristianismo vivo ha brotado donde el Evangelio se convirtió en praxis liberadora, desde Monseñor Romero hasta las comunidades eclesiales de base. Que la Iglesia eleve a los altares a estos dos jóvenes tan distintos es, entonces, una oportunidad: recordar que la santidad no puede ser un producto de consumo, sino una exigencia de transformación radical de la historia.

Referencias
Concilio Vaticano II. (2013). Constitución pastoral Gaudium et Spes. En A. Martínez (Ed.), Documentos completos del Concilio Vaticano II (pp. 11-100). BAC. (Trabajo original publicado en 1965).
Francisco. (2013). Evangelii Gaudium. Librería Editrice Vaticana.
Francisco. (2015). Laudato Si’. Librería Editrice Vaticana.
Gutiérrez, G. (2007). Teología de la liberación. Perspectivas. Sígueme.
León XIII. (1891). Rerum Novarum. Librería Editrice Vaticana.
Sobrino, J. (1998). Jesucristo liberador: Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret. Trotta.
San Juan Crisóstomo. (Homilía sobre Mateo, 50,3).