Conocí a Antonio Suárez Madruga en la década de los setenta. Él era unos diez años mayor. Como yo, era sacerdote; se había secularizado y había contraído matrimonio. Por razones que a nadie atañen, tan sólo a él, su esposa y su conciencia, con el transcurso de los años Antonio vivió como soltero y siguió sintiéndose sacerdote hasta el fin de sus días, pero jamás buscó un privilegio. Los caminos de Dios no son los caminos de los hombres. En esta época de su existencia - entre quince y veinte años - es cuando he tenido más contacto con él. Me relacioné por carta y también lo visité en distintas ocasiones. Nos sentíamos amigos y compartíamos nuestra ilusión por avanzar en la virtud, relacionarnos con Dios y con nuestros hermanos. Así me decía Antonio:
Tenía intensa vida espiritual
"Hablando de espiritualidad, te comunico que sigo entusiasmado con la meditación diaria a través de "La Vida Interior" de Tissot, y la espiritualidad de Francisco de Sales. También leo a José Luis Martín Descalzo, el Kempis y Las Confesiones de San Agustín, además de el maravilloso breviario para seglares "MAGNIFICAT", que ya lleva un año. He renovado la suscripción. Tiene para la hora de Prima y para Completas unos versos maravillosos, que yo no conocía, de los mejores poetas, no solo los místicos, como Teresa y Juan de la Cruz, sino Amado Nervo, Lope de Vega, Calderón, etc. Desde luego los seglares también han sido místicos de verdad".
"No dudes que yo también quiero usar de las cosas de este mundo en tanto en cuanto, como decía Ignacio de Loyola. Ahora me ha dado por hacer una selección en "casetes" de lo mejor que leí en mi vida, muchas ideas de Balmes, de Donoso Cortés, poesías de Rubén Darío (Los motivos del lobo), narraciones de Pérez Galdós, el que me enseñó a odiar la guerra, narrando las guerras carlistas sobre todo. Todo va mezclado con mi música preferida, religiosa y profana. La última terminada hoy mismo, que la dedico a los cantos de catequesis y trozos del evangelio en andaluz, que publicó D. Manuel González, ese obispo malagueño a quien tanta devoción profesas".
ENTREGADO A SU PARROQUIA
Antonio vivía muy entregado en su parroquia como feligrés cualificado. Durante varios años estuvo ayudando con sencillez y humildad; sin mostrar su categoría teológica de sacerdote. Lo suyo era ser útil, prescindiendo se le reconociera o no su sacerdocio. Sus dotes musicales y culturales supo desarrollarlas con generosidad durante los años que pudo en aquella parroquia del Beato Spínola tan querida por él.
Amaba el ecumenismo
Antonio amaba el ecumenismo de una manera vivencial. Se relacionaba mucho y en plan teológico con unos hermanos separados que vivían próximos a él. Algunas veces le recordaba yo la prudencia que conviene tener en estos casos. No le hacía mucha falta este recuerdo. Antonio sabía muy bien que el catolicismo es la religión verdadera y que nunca en relaciones ecuménicas se puede progresar con detrimento de nuestro credo. Así me decía:
"Cada vez estoy más interesado en este tema. Si las naciones, y los bancos, y la economía se globalizan, ¿cómo no lo hace la Iglesia, siguiendo el mandato de Cristo, de todos seamos UNA MISMA COSA? No hace falta que nadie tenga que ceder de su "teología". Es enriquecedor que sigamos siendo diferentes, pero unidos, sin peleas, con la amistad y el trato, con las mutuas visitas, etc. Creo que está en el ambiente de todos los creyentes en Cristo este tema de la unión. Luego solo podemos aspirar a vivir como amigos y hermanos, que siempre deberíamos haber sido. Por otra parte, esta es la idea que expuso en su maravillosa homilía el Cardenal Carles". Así pues Antonio vivía en su propia experiencia de fe el ecumenismo como una existencia.
Así me escribía en otra ocasión: "No sé si te dije que junto al hermoso templo de mi barrio, inaugurado el día 10 de mayo, se encuentran los locales de Los Mormones y los Evangélicos, con quienes mantengo algo de contacto. Creo que va muy avanzado el acercamiento y la unión de todos los creyentes en Cristo. Todas las últimas encíclicas hablan de esa unión. Por una parte deseamos la unión, pero parece que tiene que ser de pared por medio..."
Era un pensador
Siempre he visto a Antonio dotado de una fe singular y de un gran amor a su sacerdocio. Por eso mismo él no llegaba a entender la marginación oficial acerca de nosotros por parte de nuestra Jerarquía, aunque lo respetó siempre y nunca realizó acciones fuera de ley. Lo suyo era sencillo, encantador.
Se relacionaba con frecuencia con el obispo, amigo suyo, Ambrosio Echeverría, y desahogaba con él su pensamiento. Ambrosio admiraba a su amigo Antonio por su facilidad de expresar reflexiones del todo acordes con la fe y moral, pero siempre en avanzada. Era Antonio un gran pensador. No de esos a quienes se les publican sus ideas. No tuvo la suerte de encontrar un editor. Cuando leo sus numerosas cartas observo en él una agudeza profunda y penetrante en torno a temas políticos y eclesiales. Merecía Antonio haber sido consejero de políticos y obispos.
Su Evangelio en verso
Tuve la suerte de publicar en mi página web su libro precioso "El Evangelio en verso". Lo elaboró y redactó con un amor inmenso a Jesús y a su mensaje. Con su peculio editó en cuadernillo una pequeña serie para complacer a todos sus amigos. Alguna editorial estaba interesada en publicarlo, pero creo que al fin no lo hizo.
ANTONIO VISTO EN FAMILIA
Antonio no tuvo hijos. Amaba mucho a su familia. Yo le oía hablar sobre todo de dos sobrinos: Isabel y Julio. Recuerdo la emoción con que por teléfono me explicó Julio los últimos días de nuestro amigo Antonio: "Fue para todos nosotros un gran testimonio de fe. Al verle, al escucharle - ya enfermo grave – nos animábamos a perseverar en esta fe que tanto queremos y que él tanto ama".
Así se expresa su sobrina Isabel Manzano Suárez:
"Procuraba ser justo, incondicional pacifista, honesto, espléndido, espontáneo en la ejecución de sus actos y pensamientos. Eres muy explosivo, le decía yo algunas veces. Él me manifestaba que conmigo nadie podría enfadarse puesto que era muy diplomática. Era tan sincero que siempre iba al grano sin rodeos, lo que, en ocasiones, le originaba algún problema. Le gustaba leer a Santa Teresa, "mi Santa", como me decía él, ya que nací el 15 de Octubre. De ahí que nunca se le olvidara felicitarme. Pero su verdadera identidad y para lo que él vivió y murió fue su gran Amor a Dios dentro del seno de la Iglesia Católica. Hizo mucho bien en el Reino de Dios, pero por las opciones que hubo de tomar en su vida no pudo realizar todo lo que hubiera deseado. Ha sido muy querido por todos los que le han conocido. En definitiva: Fue una persona buena a carta cabal".
"Nos comunicábamos muy a menudo, incluso a diario en algunas ocasiones por internet. Y raros eran los mensajes en que no me echaba un sermón (como él decía). Algún que otro párrafo de los Evangelios estaba siempre presente. Últimamente le gustaba ver el fútbol porque, según él, le servía para poner ejemplos".
Sus últimos días
Nos relacionábamos en los últimos cinco años muy a menudo por internet. Recibí el 9 de diciembre del 2004 esta carta que me alarmó: "Querido Josemari: Estoy pasando unos días muy penosos. Me encuentro peor de mi padecimiento de estómago. Ayer me hicieron una radiografía y una ecografía. Hoy me ha visto el especialista, que ha ordenado que mañana me sigan haciendo pruebas, especialmente esa de las gomas, para detectar lo que pueda ser. El apetito me falta, no solo para comer, sino también para todo lo demás. Pide por mi, para que se haga la voluntad de Dios, que aquí coincide con la mía, pues no quiero seguir viviendo con estas dificultades, estando tan solo, aunque ahora mi familia se vuelca conmigo y me atiende en todo. ¿Qué más da vivir un par de años más o menos?"
"El día 23 de diciembre me darán el resultado de las pruebas y decidirán si me operan o no. Debido a mi edad, quizás no pueda operarme, a no ser que sea cosa fácil. Te reitero que no dejes de tenerme presente ante el Señor y la Virgen Blanca, para que tenga valor al pasar de este valle de lágrimas al Reino de los Cielos. Saludos a Angelines, hijos y nieta, y para ti un abrazo de ANTONIO".
Fue la última carta que me escribió. Se me hacía raro que no contestara a las dos seguidas que le envié. Le llamé por teléfono y le dejé mensaje, porque no lo encontraba en casa. Pocos días más tarde me comunica su sobrino Julio el fallecimiento de este sacerdote bueno. Tuvo la delicadeza Antonio de mandar a su fiel familiar que avisara, cuando falleciese, a sus amigos distantes en la geografía. Fue cumplido su deseo. Escuché con veneración a Julio narrarme los días últimos de mi amigo. Fueron ejemplares. A todos edificó con su espiritualidad y con su consciencia total de que en pocos días estaría ante Dios. Una muerte llena de piedad, como los santos. Dio consejos llenos de sabiduría. Fue todo un testimonio de su fe ardiente y convencida. Pidió perdón por los malos ejemplos que pudo dar. Recordó a sus amigos y nos transmitió el mensaje de que pidiéramos por él a Dios, que también se acordaría de nosotros delante del Señor. Es envidiable un muerte así. "Preciosa a los ojos de Dios la muerte de sus santos". Antonio Suárez Madruga entregó su alma al Señor el 28 de diciembre del 2004.
Me recuerda Julio algunas frases que nuestro Antonio pronunciaba en sus últimos días: "Me toca ahora sufrir, como a Jesús". "Prefiero que no pongáis la televisión; es mejor un rato de oración o escuchar alguna lectura espiritual". Y añade después Julio: "Pasaron por la clínica muchos sacerdotes, antiguos compañeros de ministerio. A todos edificaba con su actitud en el momento de dar el paso a la eternidad. – "Ya me gustaría vivir tan sencilla y santamente como Antonio... y sobre todo imitarle en el modo como está enfocando esta enfermedad, tan consciente de que va al Padre..., decía alguno de los compañeros." Incluso fue a visitarle el obispo de la diócesis Ciriaco Benavente".
Esto nos comunica su sobrina Isabel:
"Percatándose del alcance de su dolencia, redactó las despedidas de sus amigos, se despidió de su casa, y en sus escasos 15 días en el hospital se preparó para su entrada a la nueva vida, la que él creyó siempre y para la cual vivió".
"En el último mensaje que me envió, estas fueron sus palabras: "Quisiera que la voluntad de Dios coincidiera con la mía, que es la de terminar mi peregrinación por este valle de lágrimas y subir a nuestra verdadera Patria, donde Jesús nos tiene preparado el lugar, pues para eso bajó a pasar las mismas penas que pasamos nosotros. Que Él me ayude a pasar los momentos de pasión, que nunca llegará a ser tan dolorosos como los que Él pasó. Y vosotros, a pedir todos por mí".
"También me manifestó la extrañeza que tendría su "gran amigo Josemari" (entre otros) por la ausencia de su felicitación navideña, pero que le fue imposible hacerlo. Pues ya les escribirás, le manifestaba yo".
"Hemos perdido un eslabón. Y digo bien, porque era la unión (familiarmente hablando) entre Cáceres y Madrid. Él ya no está entre nosotros, y yo he despertado de un sueño inolvidable."
Antonio entregó su alma al Señor el 28 de diciembre del año 2004.
Cuando canonizaron a un hombre de nuestro siglo me quedé admirado y un poco extrañado. Había oído hablar de sus defectos y no pensaba que iba a prosperar su causa. Es verdad que también sabía de sus eximias virtudes, pero pensaba yo hasta entonces que un santo había de ser modelo de todo. Un amigo, con buen criterio, me dijo: "No vamos a imaginar que los santos son modelo en todas las virtudes, sino en algunas". Con esta premisa, me atrevo a poner ejemplos de vida de personas que, sí, han tenido defectos - ¿quién no los tiene? -, pero yo escribo y resalto aquellas virtudes que pueden causar aliento, estímulo, ilusión de seguir por el terreno del bien. Por otra parte se trata de cristianos de honda fe y vida espiritual. Tan solo nos fijamos en cualidades imitables y llenas de bondad de aquellos que proponemos como modelo en ellas, sin por ello querer prejuzgar el juicio de la Iglesia.
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