LO BUENO DEL DOLOR

Cada día aumenta en mí la afición por los libros de lectura espiritual y me encantan los clásicos. Ahí aprendemos los senderos para caminar hacia Dios. Hace unos días descubrí el fondo espiritual de un hombre muy antiguo, de los siglos trece y catorce, que vivió alrededor de cien años, se llamaba Enrique Susón (1). Es un místico muy apreciado entre los escritores del género. Siempre me han gustado las alusiones a su obra.


Enrique Susón nos dio ejemplo de saber sufrir y a la vez nos ofreció una doctrina llena de sabiduría sobre el dolor humano. Sus escritos son fascinantes porque llevan el sello autobiográfico. ¡Cuánto hubo de sufrir en su larga existencia este hombre de Dios!: críticas y calumnias sin cuento, pruebas místicas de esas que entendemos muy poco, incomprensión de muchos hermanos e incluso de sus superiores. De todo ello aprendió una gran lección: que padeciendo por amor a Cristo se coopera en la transformación del espíritu propio y de la comunidad humana.

Pero Enrique no es del número de esas personas que nacen santas. Durante los primeros años de su vida religiosa no mostró demasiado interés por la piedad ni por la observancia de las reglas. Debía de ser un estudiante bastante trasto hasta que el Señor le tocó el corazón a los dieciocho años. Entonces comenzó su vida de penitencia y mística y perseveró hasta el fin.
Padeció continuas enfermedades, pues era endeble su constitución física. Una noche le fue revelado que estaba llamado al abandono en la voluntad divina. Y comprende que estas instrucciones del Señor son ni más ni menos que la Sabiduría eterna. Lo más doloroso era sentirse rechazado incluso por los amigos.
Por salvar la vida de un hijo ilegítimo a quien su madre quería matar, soportó calumnias. Le acusaba esta mujer libertina de ser el padre de la criatura. A pesar de todo su fama de santidad siguió creciendo entre el pueblo fiel.
Sus sermones eran escuchados con gozo y emoción. Sus escritos corrían de mano en mano porque los redactaba desde su propia experiencia de Dios. Su espiritualidad es la de un hombre santo que sufre por su divino Amado. Y toda su doctrina es inseparable de este sufrimiento constante que lleva consigo.
¿Y qué nos propone Susón a nosotros débiles y enfermos? Abandonarnos del todo a la voluntad de Dios. Así imitamos a Cristo. Jesús es para él camino y puerta para llegar al Padre. Continuamente nuestro beato expresa su anhelo de ir hacia Dios con paz y sosiego pero sin pausa. ¡Qué hermosa espiritualidad!
(1) Ver breve biografía del Beato Susón en "Nuevo Año cristiano" De J.A Mtz. Puche. Tomo I, pág. 420

José María Lorenzo Amelibia

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