Capacidad de reacción
Enfermos
| José María Lorenzo Amelibia
Capacidad de reacción
(Diario médico)
No resulta fácil para quien sufre poetizar. Seguramente que cualquiera de nosotros, si le sugiriesen la idea de hacer unos versos cuando se encuentra sufriendo alguna enfermedad, respondería: “Déjame en paz, que no está el horno para bollos.” Es lo primero que se le ocurre a uno cuando el dolor le ha visitado.
Pero somos personas humanas, ¡y somos también cristianos! Por eso tenemos capacidad de reacción. El tres de marzo del noventa y dos moría en Mora de Toledo un escritor y poeta: Rafael Fernández Pombo. Y quiso dejarnos pocos días antes de su partida unos versos sencillos, llenos de lirismo poético y de verdadera mística cristiana. He aquí una muestra de ellos: “Rima dolor con olor; - pues es delicioso aroma, - si quien le sufre, lo toma - como obsequio del Señor.”
De verdad, nos producen emoción los versos en sí; y más aún si consideramos el momento en que los compone su autor: cuando ya intuía próxima su muerte. Siempre que describimos casos concretos relativos al sufrimiento, nos parecen a primera vista ejemplos para admirar más que para imitar. Sin embargo pienso que lo más imitable del testimonio de nuestros semejantes es su reacción ante las contrariedades de la existencia. El dolor es lo más nuestro. El dinero, el vestido, la vivienda, aunque los llamemos “nuestros”, nos pertenecen como algo exterior. Por eso, por ser el sufrimiento de nuestra costosa propiedad, y porque Jesús nos dio primero el ejemplo, lo ofrecemos a Dios como el don más puro de nuestro ser. Con razón se expresa el poeta de nuestra narración: “Por amor ha padecido, -y por todos ha sufrido -muerte de cruz el Señor. -¡Qué gran cosa es el dolor!”
Los místicos de todos los tiempos siempre han manifestado su amor a la cruz. La literatura religiosa se encuentra llena de testimonios verdaderamente conmovedores, y a primera vista incompresibles. Pero ¡qué sabiduría encierran, qué corazón y qué amor! La lucha de estas personas santas se encuentra siempre frente a este doble y contrario deseo: morir pronto para ir a Dios definitivamente o vivir mucho tiempo aquí en la tierra, a fin de soportar trabajos y tribulaciones por Cristo y conseguir entre sus semejantes un mayor amor a Dios. Ante la disyuntiva optan por la vía media: “Señor, cúmplase en mí tu voluntad lo que tú quieras, Señor.”
Es bueno para quienes andamos tanteando un poco los temas espirituales, asomarnos a este mundo de los santos místicos. Tal vez aprendamos la lección más provechosa de nuestra vida.
José María Lorenzo Amelibia
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