GERMÁN ALDAMA. Un cura santo de Álava y Vizcaya


UNOS DATOS BIOGRAFICOS DE DON GERMAN


Conocí a D. Germán Aldama y le oí predicar. Tenía fama de santo en vida. Fue coadjutor en Sestao cuatro o cinco años. Lo enviaron de párroco a Apellániz, como desterrado en 1952, y permaneció allí diecisiete años como otro cura de Ars. Cuando yo estaba párroco en Galbarra se oía allí su fama de santo y le visitaban muchísimos para pedirle consejo o confesarse. Eran famosas las excursiones desde Sestao con numerososos autobuses a lo largo del año. Desde 1968 hasta su muerte, en 1994, permaneció en Begoña, la mayor parte del tiempo como coadjutor. La gente le apreciaba como santo. En su confesonario había siempre personas esperando turno. Era el hombre de la sonrisa y del amor. Nació en Vitoria en 1918. Murió en Bilbao en mayo de 1994.


Solamente recuerdo un contacto personal con él. Hacia 1974, acudí al funeral de un pariente en "Las Hermanitas de los pobres" de Vitoria. No sabía quién lo celebraba. Yo nunca había oído ni después he oído predicar así. Le dije a mi madre y a mi esposa: este hombre es un santo o un comediante de primera. Voy a felicitarle. Y entré en la sacristía. Pregunté allí a una monja quién era. Me contestó que Don Germán Aldama. - ¡No me extraña, le repuse, por algo tiene fama de santo. Estuve con él dos o tres minutos. Le felicité. De verdad que noté algo sobrenatural en él. Le dije quién era yo con el temor de que no me hiciera caso por ser sacerdote secularizado. El me abrazó; me dijo que fuera algún día por Begoña que hablaríamos. Luego entró a la capilla a dar gracias. Han pasado veinticinco años des de entonces y me sigue impresionando su figura, su misa, su predicación. Nunca he oído hablar así.

SU MISA ERA LA DE UN SANTO
He leído recientemente la biografía "Germán Aldama, un nuevo cura de Ars". Impresiona su vida llena de entrega A Dios y a todos cuantos entraban en contacto con él. Me fijo ahora en su fervor eucarístico. Son varios los testimonios de quienes le conocieron y trataron:

- Fue para él la Eucaristía fuente y cima de vida cristiana. Simplemente el participar en su Misa ya sobrecogía de fervor. Cuando decía: "Ten misericordia de nosotros", lo pronunciaba de tal manera que miraba a la gente y todos quedaban como bajo el perdón y misericordia de Dios.
- Diciendo la Misa parecía que no era de este mundo... No parecía terrestre.
- La celebraba con tal fervor que elevaba y unía al Señor, pues hasta su voz potente te ayudaba a recogerte.

- Transmitía su vivencia eucarística. Hasta me atrevo a afirmar que se transfiguraba, se "gastaba", se "desvivía". Jamás caía en la rutina. Su estar en el Altar, su mirada, su eterna sonrisa y su finura al distribuir la Sagrada Comunión comunicaba a los fieles una fe desbordante, un alegría íntima, una paz que dejaba a todos embelesados. Se daba todo entero, en cuerpo y alma, desde que salía de la sacristía hasta que regresaba.

En 1991 nos dice un joven sacerdote que estuvo en una Misa de Don Germán en la Parroquia de San Miguel de Vitoria durante las fiestas de La Blanca: - Aún más que su predicación me ha llamado la atención su manera de celebrar la Misa. Yo no pensaba que se podía decir la Misa así. Ha sido impresionante. Nunca he visto a un sacerdote celebrar la Misa como a Don Germán. No exagero; parecía que estaba viendo al Señor en la Eucaristía. Miraba a la Sagrada Forma con un cariño infinito. Al terminar la Misa estaba sudando. Yo creo que ponía un esfuerzo enorme para celebrar la Misa tan bien.

- No solía pasar de media hora. ¡Qué hermoso verle celebrar! Si a mí me dijeran que Don Germán veía al Señor, mientras celebraba la Misa, diría: No me extraña.
- Dejó huellas santas en nosotros. No recuerdo a ningún cura que diera la Comunión como lo hacía D. Germán.

- El Sagrario atraía a Don Germán de una manera irresistible. Recuerdo los grandes ratos que permanecía a solas con el Santísimo, arrodillado en un reclinatorio, a veces con los brazos en cruz, después de un día de actividad intensa y sensiblemente agotado, al punto que en ocasiones se quedaba dormido en esa postura.

- Nunca descansaba hasta después de una larga oración en silencio y soledad. Permanecía ante el Sagrario hasta altas horas de la noche.

- Respirar a Dios era para Don Germán una necesidad vital. El mismo decía algunas veces: "Estar uno delante de Dios es la felicidad".

Estas notas están tomadas del libro "Germán Aldama. Un nuevo cura de Ars", de Antonio Villarejo. BAC popular.

.- PRIMEROS AÑOS DE SACERDOCIO de Don Germán

RECORRIENDO EL CAMINO DE DON GERMÁN ALDAMA
Pensamos que D. Germán Aldama puede ser el tercer santo de la parroquia de San Pedro de Vitoria. Estudió la carrera sacerdotal en el Seminario de su misma ciudad con notas justas; no era una lumbrera; le costaban los estudios, pero pasaba bien los cursos. Ya desde joven se le veía con carácter efusivo, humilde y nada amigo de grandezas. Se preparó para ser el servidor de todos. Nunca se enfadaba. Era un alma angelical. Cumplidor fiel del reglamento durante sus años de formación. Piadoso, pero sin ñoñerías. Siempre tenía sobre su mesa una fotografía de su padre.
El 27 de junio de 1943 fue consagrado sacerdote. Parece que le pusieron alguna pega antes de ordenarle; él le dijo al obispo que deseaba ser cura para ayudar a los pobres; cosa que cumplió durante toda su vida, ¡y de corazón!

Su primer destino fue Lezama, con los agregados de Inoso y Astobiza, en Alava cantábrica. Estaba allí de coadjutor. Pasaba ya en su primera parroquia muchas horas en presencia de Jesús sacramentado, de rodillas. Abría muy temprano la iglesia. Practicaba la penitencia cruenta de cilicios y disciplinas. Visitó en su único año de estancia todos los numerosos caseríos. Hacía el recorrido mansamente y en silencio, en íntima conversación con Dios, autor de aquella naturaleza de montes frondosos.

Afirmaban los vecinos del pueblo que su hermana no le podía comprar unos calcetines, porque desaparecían al día siguiente. Germán los daba a cualquier familia necesitada. Era inútil comprarle un par de zapatos, porque no le duraban en casa 24 horas. Su hermana - dicen - solía afirmar que resultaba muy difícil vivir con un santo. Era de todos querido y admirado. Lo recuerdan como un sacerdote que pasaba mucho tiempo rezando en la iglesia; se quedaba sin ropa porque la daba; se desprendía de todo; hasta de las sábanas.

FUE NOMBRADO COADJUTOR DE SAN PEDRO DE DEUSTO
El segundo año de su sacerdocio fue trasladado a Deusto. Todos los chavales eran amigos de él; tenía un carácter alegre. Lo recuerdan como un cura lleno de paz y siempre sonriente. Les dio mucha pena cuando lo mandaron a Sestao. Le hicieron un homenaje al salir. "Rece por nosotros, le decían, porque lo necesitamos".

Continuaremos y finalizaremos esta semblanza el 11 de diciembre próximo.

José María Lorenzo Amelibia
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