Don Javier Illanas era el párroco de Vitoria por antonomasia entre los años 1961 al 2000. Regentó durante alrededor de cuarenta años del templo parroquial de Nuestra Señora de los Desamparados, vulgarmente conocido por "Las Desamparadas". Él mismo fue el fundador de la parroquia nueva. Siempre era considerada como piloto en la provincia de Álava.
Conocí a don Javier en nuestra época de seminaristas. Pasaba yo mis vacaciones en Laguardia; él vivía en El Ciego, y con frecuencia subía a la capital de La Rioja Alavesa para relacionarse con sacerdotes, seminaristas o asistir a los sermones famosos de Don Emilio Enciso Viana. Javier era todo simpatía y jovialidad. Tenía ya madera de líder. Arrastraba con su vida de piedad y con su cordialidad. Era franco, sincero, un riojano culto y auténtico. Le faltaban entonces dos o tres años para llegar al sacerdocio. Solo le importaba prepararse bien para el ministerio. Recababa por todas las partes revistas, libros de pastoral. Él quería ser un sacerdote de pro.
Había nacido en Logroño a finales del año 1926, pero durante gran parte de su niñez y toda su juventud vivió en El Ciego, de la provincia de Álava. Cursó sus estudios sacerdotales en el seminario de Vitoria, y su titulación de Derecho Canónico en Comillas. Allí conoció y trató al santo Padre Nieto. Se notó en él la influencia de este santo durante toda su vida.
Su primer nombramiento para ejercer el ministerio de párroco fue Oyón. Allí mostró su fervor de recién ordenado, y su bien obrar hizo que lo eligiera muy pronto el prelado para una misión más importante en la capital. Su hermano Alejandro estuvo junto a él como coadjutor gran parte de su vida pastoral.
EN VITORIA
El señor Obispo lo llamó a crear la nueva parroquia de Nuestra Señora de los Desamparados, céntrica en Vitoria. Javier se desvivió desde el primer momento. Vivía para todos. Siempre trabajando. Jamás lo verías en diversiones ni siquiera clericales, ni en las más honestas. Él siempre a lo suyo. Yo lo admiraba un poco al estilo de San Pablo "gastándose y desgastándose" por las almas.
Aquella parroquia era modelo en todo: desde el culto eucarístico hasta la dedicación social y humanitaria más de actualidad. Disponía la parroquia de colegio parvulario y guardería, comedores económicos para personas necesitadas. Lo atendían unas religiosas Esclavas de Cristo Rey y personal voluntario de la feligresía. Aquel reducto no era solo hogar de las almas, sino un verdadero hogar común para cuantos lo desearan. Se celebraba en el comedor social de una manera muy solemne la Noche Buena. Creó también en "Los Desamparados" el ropero parroquial y el Arca de Noé. Fue pionero en esto de recoger y dar vestido en buen uso. Las damas del ropero limpiaban, reparaban adecuaban el vestuario para entregarlo a personas necesitadas y enviar al Tercer Mundo.
Mimaba formación espiritual propia y la de sus feligreses. Mantuvo siempre en su parroquia el movimiento neocatecumenal. El Opus Dei gozó de óptima relación con Don Javier. Siempre había un confesonario disponible para alguno de la Obra, y en todo tiempo de su mandato floreció el sacramento de la penitencia, la formación de grupos de Acción Católica en todas sus especialidades.
El grupo de monaguillos era siempre numeroso, los de diario y los de las grandes solemnidades. Fueron verdadero ornamento en la liturgia. Organizó numerosas peregrinaciones y certámenes o concursos. Contabas la parroquia con coro de cantores y con cuadro artístico para el teatro y representaciones.
PASTORAL TOTAL: CULTUAL, CULTURAL, SOCIAL Y PROFUNDA
Ayudaba don Javier a todos a apreciar la Santa Misa, la Eucaristía. Durante todas las horas diurnas permaneció siempre abierto aquel templo, aun en los tiempos en que se iban cerrando las iglesias. El centro del hogar parroquial era Jesús, el Sagrario. Me solía decir confidencialmente don Javier: Yo nunca me aburriré. Aunque mis superiores me dejaran sin ministerio parroquial me dedicaría a la oración y al confesonario. Un sacerdote siempre puede hacer mucho bien.
Las novenas y otras devociones parroquiales eran siempre de mucho aprecio por los feligreses. Los Desamparados, parroquia muy tradicional y conservadora, pero a la vez actual y actualizada. Allí nunca hizo nido el progresismo, pero sí el progreso. El culto a María fue eminente; las efemérides marianas eran celebradas con gran solemnidad con exquisita preparación. Los primeros viernes y la devoción al Corazón de Jesús fueron cuidados con mimo por don Javier en todo momento. De verdad se podía decir que el secreto de todo aquel buen obrar era la oración fomentada y practicada por un párroco celoso. La adoración nocturna, siempre pujante.
El ideal sacerdotal de don Javier fue evangelizar, predicar la Palabra de Dios con fervor. A ello se dedicó siempre con celo. Y supo invitar a sacerdotes beneméritos para que predicaran en aquel templo no solo en ocasiones aisladas, sino también en los Ejercicios Espirituales parroquiales de todos los años.
Atendió con finura la pastoral infantil, juvenil y de adultos. La catequesis y la misa con niños eran proverbiales. Él fue el primero en crear en el templo un reducto insonorizado para que desde allí los padres con bebés pudieran seguir la santa Misa, sin que los niños distrajeran al resto de los fieles. Disponía el Centro Parroquial de cine infantil y sostenía grupos de scauts. También fue la primera parroquia que impartió cursillos prematrimoniales. Disponía de aulas de formación nocturna para adolescentes y adultos.
Eran clásicos en toda la estancia de don Javier como párroco los retiros espirituales no solo generales sino a distintas edades y sexos. Se preocupaba de todos los feligreses y de cada uno de ellos. Decir esto simplemente para algunos no es decir mucho, es una cualidad "ideal" de todo párroco, pero que por no querer o por no poder son pocos quienes la ejercen. Don Javier se preocupaba de todos. Le he visto desvivirse por buscar puestos laborales a muchos. Creo que podríamos decir sin temor a exagerar que cientos de personas obtuvieron el trabajo de su vida por mediación de este celoso párroco. Se preocupaba incluso de los alejados, y su pastoral contaba con recursos para intentar atraer al redil a la oveja perdida. Los ancianos y los pobres encontraban en él apoyo. No se olvidó de los presos.
SIEMPRE OCUPADO
Don Javier siempre estaba ocupado. Lo he visto atender a la vez a dos o tres cosas - estilo Fraga Iribarne -. Si le encomendabas algo, podías estar seguro que haría todo lo posible por solucionarlo. No se olvidó y organizó la pastoral de los deficientes psíquicos y mentales. Procuraba rodearse de sacerdotes colaboradores fieles a su misión y fieles a su párroco. La relación con religiosos y con el clero fue también un aspecto delicado de su atención. La pastoral vocacional, algo predilecto desde un principio. Solía decir que una parroquia sin vocaciones es un parroquia muerta. Tuvo seminaristas en su feligresía, pero hubiera deseado, y lo intentó siempre, aumentar el número. Le tocaron los años de crisis vocacional.
Pero no se limitó la tarea de Illanas a la parroquia. Creó y dirigió durante varios años la Casa de Ejercicios Espirituales diocesana. Fue canónigo de la Santa Iglesia Catedral y en la curia desempeñó distintos cargos de responsabilidad. Llegaba a todo menos a una cosa: Tuvo muchos amigos, pero era poco el tiempo que empleaba con cada uno de ellos. Hay tareas incompatibles. Quien dedica muchas horas a la amistad ha de restarla a otras posibles actividades. Es cuestión de elección. Pero la amistad con Jesús era prioritaria en él. A Jesús dedicaba las primeras horas del día. Para ello había de madrugar, y para ello nunca se quedaba a ver la televisión por la noche.
Si quisiéramos resumir en una palabra la vida sacerdotal de Javier Illanas sería ésta: fidelidad. Era el sacerdote fiel a su ministerio, a la palabra de Dios, a su trabajo, a sus feligreses, a todo. Activo siempre y fiel. Esta fue su vida. Tenía defectos claros. Trabajaba por dominarlos. Pero no bajo a describirlos. Es lo más fácil de hacer de todos, y lo menos provechoso. Aquí incluyo cuanto puede ser en él ejemplar. Yo no soy el abogado del diablo.
ILLANAS ENFERMO DE ALZHEIMER
Nunca pude imaginar que un hombre de estas cualidades pudiera caer enfermo de Alzheimer. Pero así fue. Después me ha dado cuenta de que otros muchos de su estilo han contraído esta dolencia. Tenía él alrededor de setenta años cuando observó los primeros síntomas y durante un tiempo todavía continuó en la parroquia aunque no podía llevar la misma actividad que en su juventud y madurez. Con relativa frecuencia iba yo a visitar a mi amigo. Se encontraba internado en una clínica, pero casi nunca estaba solo. El proceso del Alzheimer no es como el cáncer, que se detecta con un simple chequeo. Al médico le pareció que se trataba de un proceso de envejecimiento, agudizado por el estrés. Pronto nos enteramos de que era un cuadro claro del Alzheimer.
Un día me quedé a solas con él; lo llevé por los jardines en una silla de ruedas, porque andaba muy torpe y con bastones. Cuando me marché me dijo: "Tu visita me ha dado una inyección de juventud. Gracias".
Mi amigo no se olvidaba de Dios. Rezaba e iba a misa en la clínica casi todos los días. Me decía: "Cuando nuestros amigos pueden viajar y pasarlo bien, aquí estamos nosotros. Sería una tontería rebelarnos contra nuestra suerte. La grandeza del ser humano está en sufrir con amor. Dios aprieta pero no ahoga". Me impresionaba ver allí a Javier, porque estaba rodeado de enfermos mucho peor que él. Javier recordaba todo. Me decía cosas de nuestra juventud con total precisión. Pero algunas veces tenía como lagunas de pensamiento. Es lo único que observé yo de su enfermedad. Después, no sé por qué, lo trasladaron a un pueblo, junto a unas personas de su familia. El día del Corpus del 2004 es la última vez que lo vi. Acudió a la procesión. Le ayudé a subir las escaleras del presbiterio. Había perdido mucho movimiento físico, pero su mente todavía tenía luz para conocer, y su corazón sabía amar y recordar con gratitud. Ignoro los últimos momentos de él. Yo me encontraba enfermo muy grave y en la clínica me enteré de su fallecimiento. Era el año 2005. Él se fue con sus buenas obras delante de Dios, pero el fruto de sus obras persevera.