Tremendo: sus derechos no existen porque todavía no han nacido
Enfermos y Debilidad
| José María Lorenzo Amelibia
Tremendo: sus derechos no existen porque todavía no han nacido

El río fluye, pero la injusticia permanece
No pueden defenderse, no pueden llorar ni quejarse; sus derechos no existen porque “todavía no han nacido”. Y muchos los ignoran, a pesar de considerarlos enemigos molestos. Les viene muy bien decir que son un coágulo de sangre; algo así como las uñas que cortamos o el cabello que cae bajo las tijeras. Pero nadie puede demostrar que no se trata de una vida, de una persona. La carta que transcribo nos hace pensar (1). La escribe una joven de menos de treinta años que sobrevivió a un aborto, pero lleva todavía en sus carnes el estigma del “error médico” que no logró aplicar bien sus técnicas asesinas:
“Mi madre biológica tenía diecisiete años, y llevaba siete meses de embarazo cuando decidió abortarme por el procedimiento de inyección de agua salina. Yo soy la persona a la que ella quiso abortar. Viví en vez de morir. Afortunadamente para mí, el médico (por decir algo) no se encontraba en la clínica al nacer yo. Era el mes de abril de 1977. Si él hubiera e estado allí, yo no existiría hoy, ya que su misión debiera haber sido destruir la vida, no sostenerla. Hay quien dice que soy el resultado de un trabajo mal hecho. Hubo varios testigos de mi entrada en este mundo: mi madre biológica y otras chicas jóvenes que esperaban en la clínica su turno para abortar. Me dicen que fue un momento lleno de histeria, hasta que la enfermera llamó al servicio médico de emergencia. Me llevaron a un hospital, donde permanecí tres meses hasta que me adoptó una mujer que me ayudó a sobrevivir”.
“Quiero que sepan que soy feliz por estar viva. Cada día le doy gracias a Dios por ello. No me considero un producto secundario de fecundación, ni un montón de células ni nada de eso que llaman a los niños antes de nacer. He conocido a otros supervivientes de un aborto, y todos están agradecidos por la vida. Es triste que hoy sólo nazcan niños cuando a otros les parece conveniente. ¿Por qué los hombres cierran los ojos a la verdad? Lo mejor que tengo para defender mi vida es la propia vida, que ha sido mi gran regalo. La muerte no es la solución. El mundo está destruyendo su futuro. Se está derramando sangre inocente. Debemos respetar ese derecho a vivir”.
Este testimonio sobrecogedor nos demuestra de una manera distinta el derecho más elemental de los más débiles. Todos hemos pasado por esa fase de extrema debilidad y gracias a unos padres normales estamos aquí. En recta lógica existencial hemos de defender los derechos de los no nacidos. Son los nuestros.
José María Lorenzo Amelibia
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