Un anciana con curiosidad

A un capellán de clínica se le ocurrió preguntar a una anciana, ya próxima a morir, qué sentía en aquellos momentos. Ella respondió: - Una gran curiosidad.

Parece chocante tal respuesta. Para nada menciona la moribunda el temor o la inquietud; ni siquiera habla de esperanza. Se la ve con una seguridad completa en la salvación y sólo siente curiosidad.


El testimonio nos llena e santa envida. Necesitamos la evangelización por parte de los ancianos; esa seguridad en la fe que conmueve a quienes se encuentran en la cuerda floja de la tibieza y rehuyen plantearse en serio el problema trascendente.

El anciano y el enfermo tienen una misión que cumplir, una ayuda que dar. Desde su atalaya temporal han de ser transmisores de sabiduría, testigos de esperanza y amor. Cuando muchos jóvenes se apartan de las normas morales y solamente asumen una ética civil, cuando se refugian en el agnosticismo, ¡qué gran testimonio, la palabra de un anciano que confía y espera el cielo, por la misericordia de Dios!

Decía el famoso santo padre Nieto, después de sufrir una intervención quirúrgica: "Por lo visto, todavía no nos encontrábamos suficientemente maduros para ir a Dios". Y lloraba con lágrimas por ello. El deseaba la fusión con Jesús en la eternidad.

El anciano no debe considerarse sólo como objeto de atención y cuidados. También él puede y debe aportar su experiencia humana y religiosa para bien de cuantos le rodeamos. Así lo hacen bastantes.

Cada uno de los seres humanos somos una vida en crecimiento, y
en la etapa de madurez nuestros frutos han de ser del todo sazonados. El anciano enfermo es el mejor maestro. Sus actitudes y sentencias siempre calan. Para ello conviene que olviden sus achaques y dejen de lamentarse, porque todavía puede quedar lo mejor de su vida de cara a los demás.

Comience por sentirse seguro, reconocer él mismo su sagrada dignidad, dentro y más allá de sus debilidades y deterioro. Mientras recibe de buen grado los cuidados de otros, él aporta su sonrisa, su paciencia, y esas frases llenas de fe que tanta falta nos hacen.

Ojalá que todos nos vayamos mentalizando como seguidores de Jesús. Hasta el último suspiro algo podemos hacer por su Reino.

La ancianidad bien llevada será como la rúbrica al testimonio de toda nuestra vida.

José María Lorenzo Amelibia

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