Más celo, mi obispo amigo

 Para los Obispos

Más celo, mi obispo amigo

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Obispo predicando

            Yo me acuerdo mucho de nuestros años de formación. Aquella nuestra sinceridad juvenil; aquella nuestra entrega generosa. ¡Siempre seguirán influyendo en nuestras vidas, como las aguas de las fuentes cuando llegan a hacerse ríos de gran caudal! Que aquel celo que se fraguaba entonces en nuestras almas anide ahora del todo en nuestro corazón.  El celo sincero saldrá siempre de nosotros mismos en cualquier momento; casi sin pretenderlo. Basta con estar en contacto íntimo con Dios. Siempre me acuerdo de lo que me decías poco después de ser consagrado obispo: cómo en el gran caserón en que vivías tenías oportunidad de recogerte con facilidad. Allí te puedes acorazar frente a cantidad de emociones atoxigantes diarias. Tienes la suerte de gozar junto a ti de la presencia de Jesús Eucaristía. No existe mejor amigo. Dale saludos de mi parte que yo le daré de la tuya cuando vuelva a estar con Él.

             Intimidad con Jesús. Leí hace tiempo en la vida del Cura de Ars una idea que me llegó al alma. Decía más o menos al Señor, en sus manos después de la consagración: Vamos a hacer un cambio: Tú tienes el alma de mi amigo, que murió el otro día, en el purgatorio; yo tengo en mis manos el Cuerpo de tu Hijo. Saca a mi amigo del purgatorio; y yo te ofrezco ahora a tu Hijo con todo el mérito que tiene. Me gustaría vivir tan compenetrados con el Señor como estos santos.  ¡Cómo iba entonces a cambiar nuestra influencia entre las personas con las que nos relacionamos! Nuestras palabras iban a ir encendidas con llamaradas de amor.

             Amigo obispo, vamos a pedir unos por otros. Los que tenéis muchos compromisos, al menos de una manera general. Los que tenemos menos, nos podemos acordar de forma más personal, como lo hago yo contigo delante del Señor. Estoy seguro que algo notarás. Que nuestro celo sea desbordante, sin barreras, sin lo tuyo y lo mío. Yo tengo niños en clase sin bautizar, sin fe. ¡Cuánto duele! Unirnos junto al Señor como una piña; que El nos dé gracia para influir en todos los ambientes posibles.

José María Lorenzo Amelibia

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