Veamos: Se le confía una persona con un problema de desavenencias conyugales. ¿Le responde usted: "No haberte casado; ya te lo había dicho yo?" Pertenece usted al número de los intransigentes; abundan en nuestra tierra.
Los hay de muchos tipos.
• Los que no gustan una broma.
• Los que mandarían, si fueran dios, constantemente diluvios y muertes repentinas a los malos.
• Los que por una falta de puntualidad de sus subalternos se ponen furiosos.
• Los que no quieren atender a razones, porque ellos siempre tienen razón.
• Los que aplican la ley literalmente, matando así el espíritu de la ley.
Son muchos los intransigentes. No quieren medias tintas y se dan cuenta de que en su propia vida hay muchos fallos. Juzgan con dureza. Son el rigor de la justicia.
La intransigencia no es una postura de edad sino de mentalidad. No es defecto de viejos; los hay también entre los jóvenes. La intransigencia se funda en una pura especulación, en que para nada existe el sentimiento ni las circunstancias. Desconoce el corazón humano. Es vicio de quien no se analiza a sí mismo.
Aplaudo la intransigencia moderada; la que se aferra a los grandes principios eternos. Es propia de hombres de talla que no se arriman al sol que más calienta. Pero cuando se trata de aplicar estos principios a personas concretas, moderación, comprensión, compasión. Y si la intransigente es una mujer, aún peor: es el antifeminismo total.
José María Lorenzo Amelibia
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